-Aquí yace lo que alguna vez será quien posea el arrepentimiento.
• ────── ✾ ────── •
-Resuenan las campanas del mediodía en el espacioso y silencioso lugar. Un joven postrado frente a la estatua de quien se sacrificó por él, en la solitaria iglesia donde el silencio se arremolinaba en su interior.
—Oh, señor mío, le agradezco su compañía en mi camino hacia la madurez, excelencia y sabiduría. Que que todo permanezca en tu santa gloria, tan pura e inmaculada. En alabanza al Santo, amén —postrado frente a la estatua del crucificado santificado, se encontraba un joven pronunciando una oración.
—¿La misma oración de siempre, Joven Samael? —lentamente, una persona ingresaba a la Iglesia, un Padre.
—¡Padre! Buenas tardes. Es una bendición tenerlo por aquí —rápidamente se levanto, saludando cortésmente a aquel hombre.
—Buenas tardes, hijo. Hoy paso por aquí por mero ocio. Quería dar un paseo en esta esplendorosa tarde. Y dime, ¿cómo te va en este día?
—De maravilla, por supuesto. Hoy no he tenido un día tan ajetreado, por lo que he pasado un buen tiempo aquí, en la Iglesia. ¿Y usted como ha estado? no lo he visto en varios días.
—Oh, eso... Se suponía que iría a visitar a un compañero por un tiempo, pero no estaba en casa, así que es ahora que regrese.
—Entiendo, enserio es una lastima —rápidamente, tomo un maletín que habitaba en una banca. No rebusco mucho, solo para confirmar que cosas habrían ahí—. Solamente vine a dar una oración antes de irme. Disculpé las molestias.
—Dime Samael. Antes de que te vayas, hay algo que quisiera preguntarte, si no te molesta, claro.
—Oh, por supuesto. No tengo problema. Pregunte lo que quiera —con una clara sonrisa respondió.
—¿Aun continuas con la búsqueda de tus padres?
-La recogida de sus pertenencias se detuvo en seco. Su reciente sonrisa se esfumo cual humo dispersándose mientras que se colocaba erguido. Su semblante rápidamente se torno melancólico y triste, como si algo de un pasado lejano pasase por su mente.
—...Sí, así es... —su voz se quebró por algunos segundos, mientras pronunciaba sus palabras débilmente, en contraste de su alegría y calma anterior.
—¿Y cómo vas con eso? —Habido notado el cambio drástico en el comportamiento de Samael, solo se dedico a ir directo al grano.
—Nada bien. Ya llevo un mes que no avanzo. No tengo casi pistas, ningún indicio... prácticamente, no he conseguido nada. —Volteo dirigiendo su mirada con desdén al crucificado—. Ni siquiera se como se llaman.
—Pero aún así, hay esperanza a que los encuentres. Ten fe, hijo mío. Te aseguro que Dios te dará su bendición para que puedas encontrarlos. Él nunca falla.
—Sí, Padre —pronuncio mientras su semblante se llenaba de esperanza poco a poco—. Bueno, ya tengo que irme. Le deseo una buena tarde.
—Lo mismo digo, hijo. Espero que encuentres pronto a tus padres.
Quince de mayo del XXXX. Según mi familia adoptiva, ese fue el día en que me encontraron en su puerta con la tarjeta que escrito en cursiva poseía mi nombre. He estado junto a ellos los dieciséis años que tengo de vida. No he dejado de buscar a mis padres biológicos desde los diez años, por lo menos. Siempre me dijeron que tengo una capacidad de memoria y adaptación mental por encima de la gente normal, supongo que eso fue una bendición, gracias a eso puedo recordar por lo menos... el rostro de mi madre vagamente...
Mi vida entera ha sido prácticamente dedicada a esa búsqueda. Muchos me han dicho que debo de detenerme, que esto me terminara dando consecuencias graves y... aunque me cueste admitirlo, se que se convirtió en una vana obsesión.
A pesar de esta obsesión, nunca he dejado de amar a quienes me criaron y me hicieron quien soy: mi familia adoptiva. Siempre fueron comprensivos conmigo, jamás, en ningún momento me abandonaron. A pesar de mi anhelada búsqueda por mis padres, me siguieron apoyando hasta día de hoy. Los aprecio tanto como nunca he apreciado algo. Me criaron siendo una familia cristiana, inculcándome los valores hasta que los asimile, terminando siendo tan devoto como ellos.
Recientemente, encontré entre tanto rebuscar por doquier, la dirección de, al parecer, un familiar cercano. Esta se encontraba a valles un poco apartados de la ciudad. Me resulto mas complicado llegar a ese lugar que encontrar la información y, al fin, ahí estaba...
—Entonces esta es la dirección... estaba bastante alejada. Bien y ahora... ¿cómo debería presentarme? Es la primera vez que hablo con un familiar biológico ¿Qué debería decir? Mmm, no debería de pensar en esto, al final, es ahora o nunca... Bien, aquí vamos.
-Caminando lentamente hacia la entrada, con una mirada nerviosa y dudosa, pasando por su cabeza la frase: —"¿qué debo decir?", llego con rigidez a la amaderada casa. Tocando dos veces la puerta, una figura se acerca del otro lado luego de un corto tiempo. Abriendo lentamente, la figura se muestra...
—¿Un niño? —la confusión era evidente en su rostro.
—Mmm... H-hola pequeño ¿C-cómo estás? ¿Están tus padres? —con incomodidad fue que hablo, quebrándose su voz en casi cada palabra.
-El niño permaneció un corto rato en silencio.
—¡Mamá, te buscan! —Exclamó el niño, manteniendo curiosidad en sus ojos por la persona que tenía en frente—. ¿Quién es usted?
—Quizás... ¿un familiar tuyo? —la incomodidad de Samael comenzaba a notarse con rapidez.
—Un gusto, familiar mío. Me llamo Luka, ¿y tú? —evidente era su inocencia, que creyó sin dudar las palabras de aquel joven sin ninguna duda para, acto siguiente, levantar su mano queriendo estrecharla para formalizar su nueva amistad.
—Ah, yo...
—Cariño, ¿con quién hablas? —mostrándose confundida y alertada por la presencia de un desconocido conversando con su hijo, la mujer rápidamente lo aparto detrás de ella pregunta —¿Y usted es...?
Editado: 02.09.2025