Teatro de la dominación: Historia previa al retorno.

Capitulo 22: Un cuarteto de abandonados de su Luz: Parte 2.

Oh, bella flor del campo, suspira por aquellos que te han abandonado y recoge lo que te han dejado.

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Acto 2: Caminar entre los jardines rojizos y cenicientos para conocer el fúnebre mundo que habitas ahora.

—Siento que voy a colapsar de cansancio... fue nada mas despertar con dolores para luego recibir dolores de cabeza...

Camine con dificultad por los pasillos, como si sintiera el peso del mundo sobre mi. Mi cabeza estaba perdida entre la dolencia y en aceptar la idea de ser un Ángel Caído que, aun si no la confirmase, todo parecía concluir ahí y, por alguna razón, se me hizo pesado aceptar tal cosa.

Era algo que se podía esperar de la deserción, pero simplemente rondaba la idea de que se suponía que debía hacer. Había llegado aquí con el objetivo de descubrir una que otra cosa, y me iba moderadamente bien en eso; llegue con tal de encontrar un propósito para no matarme en el camino... y por lo poco que recordaba de aquella pelea, era en mi el sentimiento de haberlo encontrado pero... pese a eso, era el extravió mi pensar. No sentía nada, pero aun así me frustre en aquel momento.

—¿Tanto anhelaba sonreír? —se pregunto, aun en un trance doloroso.

Cual punzada estridente, junto a un intenso pitido, a mi mente llego ese momento; el momento en que sonreía con un claro animo de algo, algo que no logro recordar ahora. Camine con lentitud hasta llegar a una ventana que se hallaba en un extremo, posándome en ella para tomar un descanso. El panorama era igual que antes; árido, sin vida, sin color y frio, lo que contrastaba fuertemente con el castillo. Pese a que no lo note aquel momento en que llegue, el lugar era a tono rojizo, pero mas vivo que todo lo que le rodeaba. Habían flores que desconocía, pero aparentaban estar tan nutridas como para notar fácilmente lo vivaz que estaban.

Tomar aquel respiro, viendo con calma el horizonte, provoco que mas recuerdos se aproximaran a mi memoria presente pero, esta vez, con menos dolencia que antes.

Recordé como inicio aquella batalla, conmigo incitándola a suceder por la necesidad de sentir algo. Recordé su transcurso, conmigo impotente e indefenso; la frustración me consumía hasta mas no poder, el anhelo me tragaba cual bestia voraz y... recordé el clímax y final.

Hablaba con alguien que sonaba familiar, pero no conocía. Me hizo recordar fragmentos de mi vida que no les daba importancia, pues tan alto era mi desinterés con la vida, que ni la mía me importaba.

—Psicopatía... ¿Cómo es posible que eso me halla seguido hasta después de la muerte? ¿Tan arraigado estaba a mi alma? ¿O ya soy así por defecto?

Cante y llore, me lamente por no conseguir la muerte que tanto quería y aquí estoy, con el recuerdo nostálgico de que salgo adolorido de cada batalla que he tenido.

Ahora que por una selección no natural soy Pecador, puedo sentir cosas que antes no. Una extraña energía Celeste irradia de mi, siendo esa, en mi suposición, la energía Infernal, poseyendo así dos vínculos Celestes en este burdo cuerpo. Debía de sentirme mas poderoso, pero mi dolor es lo suficientemente grande para nublar tal sentir.

Divague en pensamientos, aun observando el horizonte desolado y aquellos demonios que caminaban en su quehacer por el castillo. Fue ahí, donde la ultima cosa a analizar llego a mi mente, ignorando así, el hecho de una ascensión y descenso. El poder desastroso del Caos se manifestó en aquel lugar, destruyendo toda la zona. Desconozco el por que funciono en ese momento, pero algo tendrá que ver con mis ganas de morir.

—¿Y si me suicido? —pregunto retóricamente al aire, con una mirada decaída y extraviada en lo lejano.

Los momentos de reflexión habían de cesar, pues mi cuerpo ya lo pedía. Sin mas, volví a caminar por el pasillo esperando llegar a algún lado. Leviatán me habia proporcionado un corto tour la primera vez, que fue interrumpido por la búsqueda de respuestas sobre mi lanza muerta, por lo que ahora vagaba sin rumbo fijo.

Embellecido era al rojo vivo, con un aroma que ambientaba tranquilidad inusual. Un jardín repleto de flores carmín que hacían ver su majestuosidad retorcida en su veneno. Podando con sumo cuidado, tal como si la importancia de su conservación superase su propia vida, se encontraba Leviatán, sin mostrar expresión alguna, manteniendo una neutralidad que gozosa parecía.

Cegado por ojos entrecerrados y adolorido hasta parecer tortura fue mi camino hacia donde fuese a parar. Por puro reflejo, me dirigí a algún lugar sintiendo un fuerte aroma. Tan intenso era, pero no parecía excitar mi olfato. Era suave, pero inundaba todo el lugar. Mientras mas me acercaba, mas fuerte se hacia mientras que pétalos de alguna flor desconocida se hacían notar de vez en tanto. Tambaleando por cada paso, baje escaleras con gran lentitud; tal era que queria saltar de ellas, aun si me rompiese algo. Luego del martirio y hartazgo, logre llegar al fondo de todo.

El brillo era poco, pero segador era. Levante la mirada por obligación, pues, según notaba, habia algo interesante para ver. No hay brisa que circulase, pero pétalos caían de un lado a otro, con flores en cada extremo de la habitación. Recubrían cada pared, dejando libre las ventanas rojas a su derecha. El dolor de ojos ceso de a poco, a causa de la poca luz —que ya de por si era lúgubre en el Infierno— que entraba, quizá.

A la poca distancia, entre tanto aroma y saturación de flora, habia alguien que identifique al instante, como si su porte ya fuese reconocible por cualquiera.

—¿Qué es este lugar? —pregunto a voz casi susurrante.

Aquel que podaba con cuidado se levanto con prisa, con tal de atender la pregunta del adolorido.

—¡Oh! Señor Dariel. Es un gusto tenerlo por aquí...



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En el texto hay: poderes adquiridos, celestial, infernal

Editado: 08.09.2025

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