Los últimos niños se encontraban reuniéndose alrededor del fuego mientras el enorme barullo se calmaba.
—Desde antes de la existencia del hombre, acabada la creación de la tierra que pisan: En el primer sol; nacieron los gigantes, creados por un dios generoso, pero estos orgullosos fueron castigados y reducidos a cerros, los que permanecieron enseñaron la humildad y ahora protectores del conocimiento ayudaron a construir las ciudades y los caminos. En el segundo sol; los dioses crearon seres, pero estos se les salieron entre las manos y fueron creados los peces, quienes llenan de vida los ríos, lagos y mares. El tercer sol emergió; nacieron las aves, la máxima creación de este tiempo fueron los guajolotes de corazón puro incapaces de creer, los dioses les quitaron la conciencia y los dejaron ir libres por el mundo. El cuarto sol llego, en esta ocasión fueron los simios quienes lograron ser los más inteligentes hasta el momento, pero ausentes de creencias, fueron castigados. Después, llego la era del quinto sol, donde el dios mismo Quetzalcóatl creó a los humanos; tan diferentes, pequeños, grandes, delgados, gordos, listos y muy listos.
La fogata se movía con figuras de cada ser creado en cada sol, mientras los niños se escabulleron para ser los primeros al frente, observando con asombro las pequeñas figuras.
—Pero cada sol tenía un principio y un fin, el cuarto sol termino y la oscuridad lo absorbió todo. Después de que el gran Quetzalcóatl logrará traer los huesos del Mictlán, se necesitó el sacrificio de dos dioses para iluminar de luz con un nuevo sol, al igual que una luna que vigilará la noche. Con su sacrificio la luz permaneció ante la oscuridad.
El rostro de la anciana veía con recelo el fuego, mientras trataba de seguir con el relato. Fue cuando un hombre apoyo la mano en su hombro.
—Madre, creo que podemos saltarnos una parte—dijo cortes mente.
—Por supuesto hijo, tú eres el jefe. Tal vez es hora de que algún pequeñín quiera hacer una petición; ¿qué quieren escuchar?, ¿los cuentos de los guerreros águila dorados? ¿El escuadrón de guerreros jaguar?
Los grandes ojos cafés de la mujer invitaban con una calidez a levantar la mano y ser quien eligiera la historia, su extensa cabellera blanca lucía un brillo plateado causado por la luz de la luna, sosteniéndose con un bastón de madera como apoyo para cargar sus extensos años, observo con una gran sonrisa como la mano más entusiasta era la de su pequeña nieta Techiayotl.
—Adelante mi niña.
—Quiero la historia sobre las guerreras jaguar.
Los hombres de la aldea no se sorprendieron, mientras las mujeres se permitieron una sonrisa. Los niños más pequeños, aunque confundidos por la petición se mostraron optimistas con un gran sí.
—Está bien mi niña. —La anciana volteo la mirada para ver un pequeño costal de cenizas, tomo un puñado y lo arrojo a la fogata—. Después de la caída de la gran Tenochtitlan, los antiguos pueblos entraron en una enorme tristeza, el fin de los tiempos había llegado, esta vez no fue la tierra, no fue el movimiento, fue un ser, arrebato la comida, quito el agua y quemo todo a su alcance. No se podía pensar que fueran otra cosa más que dioses, pero a la vez mortales al pisar la ciudad, los Guerreros Jaguar y los Guerreros Águila se enfrentaron tres veces, venciendo dos, pero el enemigo era fuerte, podía crear fuego y dirigirlo, destruyendo templos, puentes y calles. Gigantes cayeron y cada gran guerrero murió intentando vencer al enemigo. De las cenizas emergió una fuerza de la naturaleza capaz de vencer gigantes, cuyo rugido se extendió a los cinco puntos de la tierra, uniéndonos en una alianza que permanece hasta ahora. Esta vez emergidas de la caída de nuestros guerreros y de la caída de nuestros enemigos, una dualidad destructiva, creó a las guerreras jaguar, cuya piel oscura como las cenizas de nuestros templos, cargando la piel fría de nuestros enemigos a la vez que nuestros aliados. La batalla se libró en la gran ciudad Maya de Tulum, venciendo por tercera vez a nuestros enemigos, se alzó la gran alianza, que espera preparada, para la batalla del fin de los tiempos donde emergeremos de la luz.
Los niños asombrados de lo que veían reconocieron la silueta de las guerras jaguar, una piel oscura similar a las escamas de una serpiente, en la mano derecha un gran macuahuitl mientras que en la izquierda un escudo resplandeciente con el símbolo de guerra de Quetzalcóatl.
—¿Por qué están de negro abuelita?
—Todas las plumas, todos los templos quedaron en llamas, todo quedo en tizne. Por eso su color.
Mientras las palabras se decían y los niños se sorprendían, la pequeña Átlatl notaba como la madera era consumida por el fuego, la brisa extendía poco a poco un color rojizo en las partes blancas al ritmo de su corazón, creciendo a un más cuando respiraba profundamente.
La fogata se podía ver a un kilómetro de distancia, una sombra encapuchada se acercaba, los tres metros de alto hacía que rivalizara con algunos árboles a su alrededor. El pueblo no se encontraba en una vía importante, gozaba del resguardo del bosque evitando la necesidad de tener centiles que protegieran sus fronteras, la última era de oscuridad solo permanecía en las mentes y en las pesadillas de los ancianos.
La figura caminaba sin hacer algún ruido, atravesando la vegetación de una forma espectral. Algunos xoloitzcuintles blancos comenzaron a levantar la cabeza de sus tepetates, notaban su presencia como si observarán a través de cada edificio, esperando con calma cualquier movimiento turbio.