La
chimenea estaba calentando toda la habitación, las paredes eran de adobe, los acabados son de piedra de tezontle, perfecta para tanto climas fríos como cálidos. Mientras colocaba una hoya de barro con algunas hojas de cedrón, observo a la visita con cuidado.
—¿Recuerdas la primera vez que te conocí?
—Era una noche lluviosa, me recibiste con una taza de té y algunas gorditas.
—Sí, por cierto, déjame presentarte como se debe a mi nieta. Sal de ahí pequeña. —Aquetzali, con la mano movía a su nieta que se mantenía en todo momento atrás de su abuelita—. Tiene once años, por cierto, quítate ese casco.
El guerrero movió sus manos alrededor de su casco, levanto la pesada estructura y la colocó sobre la mesa, mientras movía la cabeza para refrescarse un poco; su rostro estaba lleno de cicatrices mostrando una belleza con rasgos muy destacados, sus ojos marrones claro reflejaba a la perfección la luz del fuego en la habitación. Sus grandes ojos expresivos, no podían evitar mostrar interés por la pequeña niña que se encontraba atrás de su abuelita.
—Ven mi niña, no te haré daño. —El guerrero extendió su brazo observando con cuidado el hermoso rostro de Techiayotl, su ojo derecho era de un marrón oscuro casi de obsidiana, mientras tanto el ojo izquierdo era de un color verde jade, pensó mientras la veía.
—Ve Techiayotl, que vea tu lindo rostro hermosa. —La mujer de cabello blanco observaba como el guerrero extendía su mano en dirección a su nieta—. Muy bien. Si no quieres saludar está bien, solamente siéntate a la mesa por favor.
El caballero dejo de extender su mano. Se reservo a observar cómo se movía a una silla lo más lejos posible de ella.
—Ella es Hueltiuh, mi pequeña Techiayotl. Una amiga de la capital, fue en su momento mi alumna al igual que tú. ¿Cómo está la capital por cierto?
—Es un caos ahora que ya no está usted.
—Era un caos cuando estaba en ella, y será un caos mucho tiempo después. No soy tan importante como para cambiarla con mi presencia o mi ausencia.
—No, usted debería de estar en el círculo, usted debería ser una general.
—Hay mi niña Hueltiuh, creo que las personas que están en el circulo están bien. Aquí me necesitan más, aquí no hay un ejército que defienda a todas estas personas, ni siquiera pudieron observarte antes de que llegaras al centro de la explanada.
—Estas personas tienen a un amo de la muerte, nadie en su sano juicio atacaría a este pueblo y si lo hace seria su fin.
—Al igual que en la capital, un ejército de Guerreros Jaguar están más que dispuestos a vencer a quien sea para mantener la ciudad a salvo, y otro ejército de Guerreros Águila para pensarlo dos veces.
—Sí, pero necesito de sus consejos, necesito que este junto a mi profesora.
—Ya veo.
—¿Qué?
—La ciudad no me necesita, esta como siempre, pero la que me necesita eres tú. ¿Por qué?
Hueltiuh estaba observando al fuego en donde estaba Aquetzali cocinando, el olor a frijoles con epazote hacia una deliciosa nube de aromas, ambos factores le recordaban como se acababa platos enteros cuando su madre se los preparaba.
—No lo sé, solamente requiero de su ayuda. El gran Tlatoani me envió por una misión. Algo critico en la ciudad.
—¿Qué sucedió? —preguntó Techiayotl con nervios.
Hueltiuh observo con mucha duda a la niña.
—Techiayotl, no grites, esta es una plática de adultos, solamente escucha. —Aquetzali observó a su nieta con mucho cuidado, sentenciando cualquier tipo de desobediencia con su mirada—. Recuerdo que me llego un mensaje que decía, que El gran Tlatoani no era más que mi antiguo alumno Tecatl. Algunos otros me dijeron que era seguro que uno de mis tres antiguos alumnos iba ser nombrado con ese título. ¿Qué pasa con él?
—Me han acusado de traición, por poco y me quitan mi puesto como general. Tecatl trato de ayudarme, me dio la misión de regresar con todos los Axolotls fueron robados de sus templos de flores en Xochimilco, he tratado se seguir las rutas comerciales e incluso investigue la más mínima señal de donde se encontraban.
—¿Sabes quién los robo? —dijo imponente Aquetzali, mientras caminaba a la mesa, se sentó para escuchar con más atención.
—No, todos los guardias que estaban resguardando los templos fueron asesinados.
—Ya veo. ¿Hasta dónde has llegado con la investigación?
—Creó que se fueron al norte, han evitado las grandes ciudades mientras se introducen en la selva.
—Si se fueron al norte, ¿qué estás haciendo aquí?
—El gran Tlatoani me envió para que vigilar a los pueblos del sur. Mientras se busca a los culpables.
—Eres una líder militar de máximo prestigio, ¿por qué estuvieron a punto de quitarte el cargo? —Los ojos de Aquetzali se abrieron de una manera tan rápida y sorprendida que le causo un susto a Hueltiuh—. ¿Qué hizo Tecatl sobre eso?
—Me mantuvo en mi puesto, me envió a esta misión para mantenerme alejada. Muchos querían sacarme del tribunal y él fue el único que me defendió.