Yo no estaba esperando por nada y de pronto, sin prisa, sin quererlo siquiera, comencé a tener ese fuego en mi interior, algo que comenzaba a derretir ese hielo que habitaba dentro de mí. Que dio calor a mis mejillas, las cuales habían olvidado como sonrojarse; volví a sentir las cosquillas desde mis manos hasta la punta de mis pies.