Una noche sin querer, encendí una fogata que no pude controlar y lo que comenzó como un pequeño fuego descontrolado, termino por quemarlo todo. Incendie mi montaña, la vi formar el fuego más desastroso, uno que logro alzarse por los arboles más grandes, el mismo que quemó las flores que con tanto cuidado planté. Podía oír a la tierra gritando por qué había hecho aquello, y no supe que decir, más que susurrar una y otra vez, que lo sentía.