Capítulo dedicado a Verónica González Arellano
¡Gracias por la estrellita!
Espero estés disfrutando la lectura.
Este capítulo es para ti :3
El vacío en mi pecho era cada vez, más insoportable.
El dolor de su abandono, me hacía aullar su nombre en medio de las pesadillas que me recordaban que ya no lo volvería a ver.
Su ausencia me tenía al borde de la locura, buscando por todos los medios alguna evidencia de que su existencia no era producto de mi imaginación.
Necesitaba una prueba física de que él era real…
“Y por eso entré a robar a su casa”.
Tenía la respuesta perfecta en caso de que la policía me encontrara allanando la casa de los Cullen.
Conmovedora.
Nadie se resistiría al discurso de un corazón roto.
Una hace locuras cuando está enamorada.
Como robarse las cosas de valor de la casa del ex.
La pobreza me había obligado a desviarme del camino que dirigía al local de doña Chepa, para ir hasta la casa de los Cullen, en busca de objetos que pudiera vender en el mercado negro de la web profunda.
Orillándome a un costado del camino, me detuve para verificar, la ruta. Celular en mano, sin quitarme el casco rosa de orejitas de gato, busqué en la aplicación móvil, las rutas que tenía etiquetadas como preferidas.
En primer lugar, asomaba el camino serpenteante oculto entre el verde bosque, que llevaba hasta la mansión.
La ventaja de salir con un vampiro octogenario es que había omitido las aplicaciones que guardaban los datos asociados a él.
Podía borrar sus fotos, su contacto y todo lo que me recordara que había sido parte de mi vida.
Sin embargo, seguía conservando la ruta que conducía a su casa.
***
—¿Hola? —Grité en las afueras de la estancia, con la convicción de que nadie contestaría.
En lugar de atormentarme imaginando el mobiliario cubierto de sábanas blancas o el vacío de aquel lugar que alguna vez, había sido un hogar, visualicé mentalmente las habitaciones y lo que podía servirme de motín.
Trotando, subí los escalones hasta la puerta principal y giré la manilla. Estaba con seguro, mas, yo ya estaba preparada para ello.
Volví hasta la motocicleta y tomé el casco de orejitas de gato con ambas manos, para golpearlo contra el ventanal adyacente a la puerta.
Con un sonoro estruendo, los vidrios rotos se desprendieron en todas direcciones.
Aguardé unos segundos estática, con los ojos fuertemente cerrados, a que sonara alguna especie de alarma.
El silencio que sucedió, me animó a seguir con mi cometido.
Introduje la mano por el agujero que acababa de hacer, quité el seguro y penetré por la puerta principal la casa de Edward Cullen.
***
—¡Oh, Edward! Me robaste el corazón… y ¡te robé los cuadros! Oh, Edward… me besas y me vuelvo esclava…
Canturreaba mientras caminaba por los pasillos desolados de la casa de los Cullen, con unos cuantos lujosos cuadros a mi haber, que había quitado del despacho de Carlisle.
En los bolsillos de mi abrigo, resonaban los brillantes utensilios que había sacado de la cocina. Por su brillo particular y el lugar donde los tenían guardados, asumí que eran de plata. Hubiera traído la maleta completa, de no ser porque no cabía en la moto y no quería levantar sospechas.
Otro día volvería por más.
—¡Oh Ed…! ¡Ah!
Uno de los cuadros resbaló de mis manos a causa de la impresión. Acomodé los restantes entre mis manos y abrí los ojos con asombro.
Mientras alzaba la rodilla y estiraba la mano para alcanzar el pomo de la puerta principal, esta se abrió de golpe, dejando a la vista a un visitante inesperado.
—Hola Julieta. —Saludó con tono profundo.
Los ojos rojos del vampiro me observaban con curiosidad, al tiempo que una sonrisa ladina se extendía por su pálido rostro.
***
—Ho… ¡Hola! —Mi voz temblorosa evidencio el miedo del que era presa.
El sujeto era el compañero del rubio que casi me había matado hace unos meses. ¿Venía para vengar a su amigo?
Tragué duro y maldije mi suerte.
Hubiera preferido que me descubriera la policía.
…
Nah.
No es cierto.
El vampiro inclinó su cara hasta casi rozar mi nariz. Aspiró con fuerza y cerró los ojos.
—Magnifique. —Denotó en un marcado acento.
Aproveché su breve distracción para retroceder unos pasos y salir por una estrecha abertura entre la puerta y su cuerpo.
Procurando ser silenciosa y rápida me encaminé hasta la motocicleta, sin dejar de apretar los cuadros contra mi pecho.
—¿A dónde vas con tanta prisa?
Una ligera brisa me despeinó el pelo.
Un parpadeo después, vi al vampiro reclinado contra la motocicleta.
—A… —Me mordí el interior de las mejillas y detuve mis pasos.
Estaba a la misma distancia de la casa y de la motocicleta. ¿Corría a refugiarme a la mansión o huía en moto? Ninguna opción era factible con un vampiro al acecho.
— ¿Qué haces aquí? —Inquirí como una forma de ganar tiempo.
Se supone que debía estar en Alaska, junto a otro grupo de vampiros vegetarianos, los cuales le habían ofrecido asilo, al disolverse su clan.
—Victoria me pidió que viniera a verificar si seguías bajo la protección de los Cullen.
—¿Quién?
—Vaya… No mentía cuando dijo que eras idiota.
—¡Oye!
—O tal vez te haces la desentendida, para evitar que te mate.
Retrocedí de espaldas, con los músculos tensos, preparada para escapar.