Temporada de corazones rotos (fanfic de Luna Nueva)

La renacida -Remasterizado

Desperté convertida en un hermoso ser sobrenatural, de sentidos súper desarrollados y de piel pálida y fría, dura como el acero. 

La criatura que me había atacado concretó su venganza, convirtiéndome en lo que él, más temía. 

Finalmente, había renacido como una vampira...   

 

...en otra dimensión, era una vampira. 

 

Acá con suerte me convertía en fantasma o comida para peces. 

—¡Vuelve, vuelve! 

—Se nos fue...  

Por el rabillo de mis ojos humedecidos y somnolientos, vi como cinco enormes siluetas levantaban la cabeza hacia el cielo. 

—Jacob, detente, le vas a quebrar las costillas... 

La presión en mi pecho se detuvo, volviendo a invadirme la sensación de ahogo y el sabor a pescadería.  Hundiendo las manos en la suave arena, escupí fuego, salpicando de agua, a alguien frente a mí.  

Con ojos vidriosos entreví como el sujeto torcía el gesto, mientras me ayudaba a inclinarme para sacar el agua de mis pulmones. 

—¡Julieta! ¡Regresaste! —Resonó la voz de Seth, por sobre el pitido de mis oídos, llenos de agua y sal... y... animalitos marinos tal vez. 

—¿Cómo quedó el video? —Susurró una voz ronca de fumador compulsivo, que no reconocí como la mía, hasta que carraspeé. 

Los chicos sacudieron la cabeza y rieron aliviados de no tener que cargar con un muerto. 

Medio incorporada, seguí tosiendo para eliminar los restos de sal que me desgarraban la garganta. Pese a ello, el dolor no menguaba y el esfuerzo no hacía más que disminuir mis escasas fuerzas. 

Sin mucha delicadeza, volví a recostarme con las manos acunadas bajo mi mejilla, agarrando señal. De inmediato, mi breve descanso fue interrumpido por de Jacob, quien con su imponente figura cubría la vista del cielo nublado.   Enfurruñada, acepté su mano para incorporarme.   Entre trompicones, caminé hasta el auto, rodeada de la manada. Sus cuerpos cálidos me acompañaron a cada paso, a falta de una manta que conservara mi disminuido calor corporal. 

*** 

Me arropé con los cubreasientos del V16, subiendo al máximo la calefacción, mientras Jacob conducía a toda velocidad hasta mi casa. 

—¡Mira! ¡Soy famosa! El video se hizo viral...  

Su silenciosa réplica, interrumpida por mis estornudos intermitentes, no me desalentó. 

El breve video, se había viralizado en distintas redes sociales, con diferentes títulos, pero con la misma reacción en común: asombro.  

Y en algunos casos preocupación de que siguiera viva. 

—Hay que cobrar entrada al acantilado. 

Jacob frunció el ceño, dando un vistazo en mi dirección. 

—Síp. Ponemos una barrera y cobramos entrada por saltar del acantilado. ¡Todos preguntan cómo llegar! Será un súper atractivo turístico... Y podemos sacarle mucho provecho.... —Concluí asintiendo. 

—Eso es ilegal. No puedes cobrar por entrar a la playa. Ni a la reserva... 

—¡Con mayor razón! Un pack completo por un tour turístico por la reserva y salto al acantilado. Si se muere en la caída ¡le devolvemos su dinero! 

Mi broma no pareció hacerle gracia en lo absoluto. 

Dio un gruñido y volvió la vista al frente, tensando los labios en una línea. 

—Es el medio negocio... —Musité con un puchero. —Te falta mentalidad de tiburón. —Solté una carcajada ante la ironía. — ¿Entiendes? Tiburón. Océano.... 

Jacob, continúo inmutable. 

Rodé los ojos y abracé mis rodillas, hasta acercarlas a mi pecho, apoyando el mentón en ellas. 

—Si en un principio me hubieras dicho que no sabías nadar... —Masculló con tono cansino.  

—¡Qué sí sé nadar! — Repliqué ofendida. — Lo que pasa es que me dio un calambre en la pierna... Y el agua estaba muy fría... — Un escalofrío sacudió mi espina, de solo recordarlo. — Y luego apareció la sirenita ésta, modo venganza... La Virginia...  

¿O era Verónica?  

Como se llame.  

La pelirroja había salido desde las profundidades del mar a jalarme las patas y a darme duro contra el roquerío. Aún tenía la nuca y la parte posterior de la cabeza adoloridas.  

Me estremecí y acuné mis manos contra mi boca, para calentarlas mediante mi aliento. 

—Ven aquí. —Denotó Jacob, pasando su brazo sobre mis hombros y apegándome a su costado. 

Puse las manos alrededor de su cintura y di un suspiro, agotada. 

Quería arrastrarme hasta la ducha y echarme a remojar para quitarme el olor a mariscos. 

Ok, no. 

Tampoco es como que oliera a algo que no fuera a perro mojado, revolcado y atropellado. 

Además, no estaba entre mis planes, tomar un baño, cenar algo liviano, y llorar hasta dormirme... 

Este último encuentro cercano a la muerte me había dado un nuevo propósito. 

Como si en lugar de ver las puertas del infierno, la luz del túnel se hubiese hecho presente, en los momentos que creí serían los últimos de mi existencia en el plano terrenal, tuve una epifanía. 

Una tan cliché y predecible como todo aquel que ha pasado un susto de muerte o siente que su vida pasa sin ningún propósito, ni relevancia que el ser un personaje de fondo, en la historia de alguien más. 




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