— ¡Ahhh! —El grito de pánico que escapó de mis labios, era el de una fumadora, con un reemplazo de tráquea robótica. —¡Aaalice! —Me apresuré a agregar, en un intento de que el susto que me había dado, pasara desapercibido.
—¡Estás viva!
Entrecerré los ojos con extrañeza ante su observación.
Los brazos delgados de la vampira me estrecharon en un breve abrazo, para apartarme casi enseguida con brusquedad.
Masculló algo que no alcancé a escuchar, antes de posar las manos sobre mis hombros, interponiendo distancia entre ambas, pero sin perder el contacto físico.
—Pero... cómo...
Alice me miraba con detención, mientras sus finos y delicados dedos, intentaban desenredar mi pelo de náufrago.
—Bueno... ¿Respirando supongo? —Murmuré encogiéndome de hombros.
—¡Yo te vi morir!
Apreté los labios en una línea, percatándome de que se estaba cuestionando un hecho que consideraba irrefutable. Una verdad que sus visiones le habían confirmado.
—¿¡Voy a morir!? —Mi voz de robot oxidado, se elevó unas octavas. — ¡Cómo!
Mi sórdida curiosidad estaba expectante, mientras que el sentido común, me advertía que era más feliz en la ignorancia.
—¡Julieta! —Alice, sacudió la cabeza en un ademán de negación. — ¡Te vi morir! ¡En una playa! Victoria te empujó contra un roquerío y caíste inconsciente...
—¡Victoria! —Interrumpí chasqueando los dedos. — ¡Así se llama la pelirroja!
De improvisto, se incorporó con destreza y elegancia, agazapándose en posición defensiva.
—¿Qué es ese olor?
Su voz musical, encubría su evidente estado de alerta.
Sus ojos dorados, no dejaban de inspeccionar cada rincón de la casa con suspicacia.
“Me acabo de remojar recién” Iba a replicar.
Sin embargo, sus movimientos rápidos y gráciles me dejaron sin habla.
En menos de un segundo se había interpuesto entre la silueta alta y apenas iluminada que aguardaba en el umbral de la puerta y yo.
—Solo quería verificar que siguieras a salvo. —Resonó una voz áspera desde la entrada.
Avancé en su dirección y le hice señas para que se acercara.
—¡Pasa hombre! ¡No seas tímido!
Jacob siguió estático en su sitio, con sus manos temblorosas cerradas en puños.
—Alice, él es Jacob...
—Licántropo. —Siseó la chica sin dejar de mirarlo con recelo.
—Jacob... ella es Alice...
—Chupasangre. —Intervino él, resoplando por la nariz.
—¡Que bien! Ya se conocen. —Comenté, encaminándome a la cocina. — Bueno, los dejo para que se conozcan mejor.
—¿Por qué regresaste? —Escuché que increpaba Jacob, a mi espalda.
—No es de tu incumbencia, perro.
Sobre la encimera, había una nota firmada con la esmerada letra de Willy.
La desdoblé con premura.
A cada palabra, iba frunciendo el ceño, gradualmente, hasta que mis cejas casi se juntaron.
—Willy se fue. —Anuncié, con la breve carta entre las manos. —Pero dejó lasaña... —Agregué destapando una sartén con entusiasmo. — ¿Alguien quiere?
Al no obtener una respuesta inmediata, volví a sala.
Los murmullos se silenciaron de forma abrupta.
Jacob y Alice se miraban con odio mutuo, ambos en posición ofensiva preparados para atacar la yugular del oponente.
—Controla a tu perro, Julieta. —Un tono demandante se filtraba en la voz cantarina de Alice.
Un gruñido resonó desde la garganta de Jacob. De dos grandes zancadas cruzó la salita, quedando frente a la vampira que lo miraba con desconfianza.
—¿Cuál perro? Si solo tengo una gata...
Alice retrocedió unos pasos y descubrió amenazadora sus blancos colmillos.
—Ahhh... te refieres a Jacob... —Mordiéndome el interior de las mejillas, reprimí una sonrisa.
—¡Fuera de aquí maldita chupasangre! —Inquirió furibundo el aludido.
Sacudiéndose en violentas sacudidas, Jacob se dobló sobre su estómago, preparado para dar lugar al lobo.
—Oye, oye. Calmao. —Enfaticé con un ademán. — Aquí estamos todos en son de paz. Y la chiquilla viene recién llegando. ¿Dónde están tus modales?
—Es una chupasangre...
—Habló el más normal... —Dije rodando los ojos. — ¡Ya! Ándate para la cocina y calienta la lasaña, mejor será. Ya vamos a hablar nosotros.
—No te dejaré sola con esta sanguijuela.
—Ay Jacob, como jod... —Alcé el índice y saqué el teléfono móvil de mis bolsillos. — Callao que están llamando.
Caminé hasta la cocina, mirando a hurtadillas, pendiente de que ambas criaturas sobrenaturales en la salita no se agarraran de las greñas y destruyeran la casa.