Temporada de corazones rotos (fanfic de Luna Nueva)

No me importa nada

Hice lo que el sentido común me dictaba y tiré el monociclo a la mierda.

Escuché un quejido y un golpe seco, sin embargo, no me detuve a ver las consecuencias de mi impulso.

Edward dio un paso, segundos antes del medio día exacto y yo seguía sin saber cómo bajarme de la moto, de modo que, no tenía más opción que ir corriendo hasta alcanzarlo.

—¡No!

A pocos pasos de llegar a la entrada de la torre del reloj, di un salto de ardilla voladora y extendí los brazos como la criatura.

En lugar de aterrizar de hocico en el suelo, unos brazos de granito me atraparon.

Con sus manos en mi cintura, me encerró en un férreo abrazo, enterrando su nariz en mi cabello.

—¿Es el paraíso...? —Murmuró rozando mi oreja. — «Muerte, que has sorbido la miel de sus labios, no tienes poder sobre su belleza» —Recitó citando a no sé qué cursi clásico —¿O el infierno? —Se cuestionó aspirando con fuerza.

Rodé los ojos y puse mis manos sobre su pecho, para hacerlo retroceder.

—Es el noveno círculo del infierno. ¡Muévete!

Con lentitud, se apartó, para acunar mi cara entre sus manos gélidas. Su toque frío, envió una corriente por mi espina, nublándome el pensamiento y despertando sensaciones que creía olvidadas...

Ante la vista de su demoledora perfección, todo perdió relevancia.

Los últimos meses y el dolor de su abandono, desaparecieron para dar paso a el amor que le profesaba.

No importaba si no me quería.

No podía dejar de adorarlo y estar dispuesta a todo con tal de que fuera feliz, incluso si implicaba que no me quería a su lado.

...

Ese hubiese sido un interesante desarrollo... —o una involución más bien—

Sin embargo, no iba a sucumbir a su belleza inhumana y esa expresión de melancolía, suavizada por el brillo en sus ojos oscuros.

Una era gila hasta las doce no más y ya estábamos pasados el medio día.

Ahora mismo, mi concentración estaba puesta en las quejas en italiano, del sujeto con cara de pocos amigos, que apuntaba a nuestra dirección.

A sus pies, podía atisbar la motomami del policía, confirmando mis sospechas.

El uniformado que hace unos minutos había asaltado, venía corriendo en dirección a la torre, junto a su compañero.

—¡Muévete, muévete! —Ordené, chocando los puños sobre el pecho desnudo de Edward.

Él, seguía estático, sonriendo divertido, como si el hecho de que estuvieran a nada de arrestarme le hiciera gracia.

Consideré montar una escena de enamorados, con tal de camuflarme, no obstante, eso sería muy perjudicial para mi dignidad. Y mi corazón. Y mi salud emocional.

Pero... mejor sacrificar todo eso, con tal de que no me llevara la Interpol ¿no?

"Sácatela con esa" Recriminó una voz en mi cabeza. "Cualquier excusa es buena para echarle la mano encima al vampiro este."

Correr en dirección a la multitud y mezclarme con ella, era una mejor idea, sin embargo, Edward me atrajo hasta su cuerpo y en un rápido movimiento, nos introdujo hasta el interior de la torre.

Adosadas a las paredes de ladrillo, había antorchas que proveían de luz la estancia medieval, ante la escasa luz natural que se filtraba desde las altas y pequeñas ventanas.

—Gracias por lo de recién. —Mascullé, dándole un breve vistazo. Recortado entre las sombras, la vista de su rostro iluminado por el fulgor de las antorchas era demasiado.

Decidida a encaminarme por uno de los pasadizos, giré sobre mis talones y di media vuelta.

—¡Julieta!

Edward, tomó con delicadeza mi muñeca.

Di varias respiraciones cortas antes de encararlo.

—¿Qué? Ya me viste. Estoy viva. No tienes que andar de Romeo, pidiendo suicidio asistido con los tipos estos... —Froté mi sien con la mano libre, para hacer memoria. Lo único que podía recordar era su cara de estirados y su ropa anticuada. —...solo porque te sentías culpable.

—¿Crees que vine a Volterra porque me sentía responsable por tu muerte?

De vacaciones no andas...

—Julieta. —Soltó mi mano y avanzó con ligereza, acortando la distancia, para tocar mi cara. Un ligero roce fue suficiente para colorear mis mejillas. — No quiero vivir en un mundo sin ti. —Murmuró mirándome con sus penetrantes ojos oscuros. — Yo... te amo demasiado para vivir solo con tu recuerdo...

Ya. Ahórrate el chamullo... —Interrumpí, desviando la vista hasta sus labios, potenciando el efecto embriagador de sus palabras.

De inmediato sacudí la cabeza y miré a los oscuros pasadizos que se extendían a unos pasos de distancia. ¿Todos los caminos llevarían a Roma?

— Crees que sigo mintiendo.

Sus palabras afirmaban un hecho que era más que evidente, sin embargo, me causó sorpresa e ira a partes iguales.

No sabía cómo discernir sus mentiras de sus medio-verdades.

Era un perfecto mentiroso y yo una perfecta pelotuda.

Retrocedí de espaldas, tropezando con un desnivel en los ladrillos que cubrían el suelo.

—¡Mierda!

Antes de que me fuera de culo, Edward, me sujetó firme por la cintura.

Como una reacción natural, me aferré a sus brazos pétreos, sin dejar de mirar su rostro angelical. Era difícil mantener la concentración así, con su aliento cosquilleándome la cara y sus labios a centímetros de los míos.

Edward se inclinó peligrosamente, provocando que mi corazón latiera desbocado y la sangre subiera hasta mis mejillas.

Deseaba con todo mi ser, atrapar su boca, en un beso voraz, pero también quería estampar mi palma abierta en su perfecto rostro.

Puse las manos en su pecho para poner distancia y no sucumbir al impulso.

—Cullen... Aro desea volver a verte. —Anunció una voz queda desde la oscuridad.

Entrecerré los ojos, atisbando desde uno de los pasadizos, a una figura encapuchada, cubierta por una capa negra.




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