—¡No! —Grité, presa del pánico, al ser consciente de las penosas circunstancias.
Me tapé los ojos con ambas manos, para no mirar, como decapitaban a Edward y pensé en como detener aquello.
—¡No! —Repetí, mirando a Aro, con ojos brillantes, rebosantes en lágrimas...
Ese hubiese sido un buen método de persuasión.
Sin embargo, tenía los ojos secos y me dolía la cabeza de la deshidratación.
No tenía lágrimas que derramar. Mi cuerpo era cincuenta por ciento, cansancio, treinta por ciento, ira y veinte por ciento, hambre. Lo que no ayudaba en nada a inventar un plan para detener nuestro inminente final Shakesperiano.
—No puedes... —Clamé con voz rota, suplicando por piedad.
¿De dónde sacaría benevolencia, aquella criatura carente de alma?
— Él... él es... ¡¡¡tu hijo!!!
De clásico inglés, de la literatura universal, pasábamos rápidamente a clásico de telenovela.
No era una persona muy culta que digamos, y no se me ocurría ningún giro argumental, lo suficientemente convincente, para detener la tragedia griega en curso, de modo que improvisé, lo primero que se me vino a la cabeza.
Entiéndase que mi cerebro, no estaba funcionando a toda su capacidad.
Y me justificaré con lo que sea necesario, con tal de no admitir que soy una idiota.
Por un breve y vergonzoso instante, toda la atención se posó en mí y en la estupidez que había dicho.
Un imperceptible momento, que él supo aprovechar.
En menos de lo que demoré en ponerme colorada, Edward derribó a uno de sus captores, mandándolo a volar —literalmente, creo.
No me fiaba por completo de mi sentido de la vista. Todo pasaba con demasiada rapidez, sin embargo, el manchón oscuro que se estrelló contra uno de los pilares de la entrada, confirmó mi hipótesis, cuando la estructura se rompió en mil pedazos.
Tal parece que Edward había adoptado mi gusto musical y ahora seguía los consejos de System of a Down.
"Revolution the only solution"
O tal vez estaba luchando por su vida, en lugar de levantar una revolución contra el sistema de castas vampíricas.
Alice a unos metros de distancia de mí, se removía incómoda y vociferaba algo.
Ráfagas oscuras, se materializaron de detrás de los sitiales altos. Como borrones apenas perceptibles, prestaron apoyo, luchando contra un único objetivo.
Nuevamente, mi concentración estaba fragmentada, en la lucha que se desarrollaba y las palabras que me advertían del peligro.... ¿Tras de mí?
—Ella... será uno de nosotros... —Musitó Alice, clavando las uñas en las manos del sujeto que se inclinaba para besarle el cuello.
Cochino.
¡Alice es papa casada!
Aro, se levantó y corrió hasta la chica de las premoniciones, con su capa ondeando tras de sí.
Ambos miraron en mi dirección, mientras ella ofrecía su mano.
Cerré los ojos con fuerza, al notar un calor abrazante en la nuca.
—¿Qué mirai tanto? —Inquirí, volteando para encarar a la rubia, con un dolor punzante de cabeza, similar al de una resaca. — ¿Te gusto o te debo plata?
El desdén en sus ojos carmesíes, fue remplazado por el desconcierto.
No llegué a darle su merecido zape.
Mis pasos apresurados, fueron detenidos por Edward. Sus manos férreas se envolvieron en mi cintura, levantándome unos centímetros del suelo.
—¡Magnífico! —Gritó Aro, sobresaltándome con su repentino entusiasmo. — ¡Ver lo que tú ves... antes de que suceda, es simplemente sublime! Es un don realmente maravilloso...
Alice dio un suspiro y esbozó una sonrisa modesta.
—Ahora que lo sabes... ¿Sigues con tu veredicto inicial?
Aro dio un breve vistazo en mi dirección, antes de dirigirse al rubio con cara de pocos amigos y al vampiro que parecía dormido, con los ojos abiertos.
—¡Julieta será una vampira en el futuro cercano! —Anunció.
Giré sobre mis talones y apunté a mí misma con confusión.
¿Qué yo, qué? ¿Y con el permiso de quién?
Edward sacudió la cabeza en negación y volvió a abrazarme con posesividad.
—Es una amenaza de todas formas. —Sentenció el rubio. — Debe ser eliminada. Al igual que Edward. Incumplió la más elemental de las reglas... —Con aires de suficiencia, acomodó la capa sobre sus rodillas y se cruzó de piernas.
"Me caes mal" Pensé, fulminándolo con la mirada. "No te deseo mal, pero ojalá te aprietes un coco."
De improvisto, Edward, se inclinó, para esconder su rostro entre mi pelo. Su aliento frío cosquilleo mi nuca, mientras hacía un ademán similar al de un estornudo.
—Ciertamente. —Masculló Aro, con una mano en su barbilla, caminando en círculos. — Pero, conservaremos a Alice. Quieres ser parte de la guardia Vulturi... ¿No Alice?
Su pregunta, no daba lugar a respuestas negativas.
Alice, apretó los labios en una línea, en una muda réplica.
—Aro... —Susurró una voz queda, desde el fondo de la habitación.
Agudicé el oído, mirando con sorpresa, como el Vulturi de expresión monótona, se levantaba de su asiento.
—Déjalos ir. —Su tono autoritario, contrastaba con lo lento de sus movimientos.
Era como ver una momia a punto de volverse polvo.
—¿Por qué haría tal cosa Marco? Son traidores.
Tragué duro, al pensar que nos esperaba el noveno círculo del infierno, torturados por toda la eternidad.
—Déjalos ir de una buena vez. Heidi está por llegar. —Dio un suspiro aletargado y a velocidad inhumana, se paró a mi lado. — Además, me agrada la chica. —Agregó, mientras enredaba sus finos dedos en un mechón de mi pelo, con un amago de sonrisa en su rostro de cera.
—Eso es imposible. —Dijo Aro, sin perder su buen humor. — Edward y Alice pueden sobrevivir, serían buenos dones, para la guardia. Sin embargo, la chica...
—Es extraña. Me agrada.
—Su mente no son más que recuerdos infantiles y fragmentos sin coherencia.