Mire los papeles sobre la mesa cansada, hice la última firma cuando la puerta se abrió y Alessio entró. Tenía que hablar con él, pero no sabía cómo empezar. Recogí el desorden, eran las once y media de la noche, firme los últimos papeles y mande a arreglar otros.
Camine seguida de Alessio que seguro estaba igual de ocupado que yo o mucho más. Cuando llegamos a mi habitación lo miré.
—¿Tienes algo que hacer? —Pregunte
—No ¿Pasa algo?
Sus hombres estaban ubicados a lo largo del corredor. Cuando me casara dejaría esta habitación y ocuparía la de mis padres, que estaba en otro corredor.
—Necesito algo, ¿me puedes ayudar? —Asintió
Entró conmigo, deje los papeles sobre el pequeño escritorio de madera blanca que estaba cerca del ventanal y me gire a verlo, froto mis manos sobre la falda corta que llevaba.
—Lo que pediste estará…
—No quiero hablar de eso, yo quería decirte que… —Tomé aire —Zayden es un duque, es mi primo por parte de mi madre. Hace dos años me pidió matrimonio y yo me negué. Zayden era —Me arrimo al escritorio y me cruzo de brazos. —Diferente a ti en todos los sentidos, físicamente también. Es el príncipe azul de un cuento de princesas. Me hizo sentir como una princesa. Siempre con la frase perfecta, siempre atento y sensible; presto a que estuviera cómoda. Llamaba siempre cuando decía que lo haría, nunca me dejaba plantada o llegaba tarde. Me sentí tan cómoda. Tanto que cuando me lo propuso con esa sonrisa, yo no sabía qué decir. Él era el tipo perfecto, y todo el mundo me lo recordaba. Pero no sentía nada por él.
Tomo aire y lo miro, tiene las manos en los bolsillos, el cabello despeinado, la mirada fija en uno de los sillones de ese pequeño salón que colindaba a mi habitación y era la entrada a él. Se sentó y se pasó las manos por el cabello.
—¿Te gusta? —Suelto el aire que estaba reteniendo y asiento
Él aparta la mirada, luce lastimado, herido.
—Pero no como tú crees —Me mira
—¿Cómo te podría gustar?
—Él me gusta, sí, pero por las razones equivocadas. Cuando estuve con él yo me olvidé de la mafia y todo eso. Sentí que podía seguir el plan impuesto desde mi nacimiento sin rechistar, porque él lo hacía ver fácil y me convertí en alguien que no era. Empecé a usar vestidos y faldas, porque según él no eran adecuados los pantalones para una princesa. Para él una mujer debe ser dulce, delicada, tierna. Yo me convertí en eso por un tiempo fue bueno, yo estaba tan triste y sola, que tenerlo fue como algo bueno. Cuando se fue, no me gustó la persona en que me había convertido, no era yo, pero sabía que si le hubiera gustado mi verdadera yo, no le hubiera gustado. Él me gusta porque me hace ser lo que debí ser.
Me siento y se queda callado, quiero que diga algo, pero no lo hace.
—¿Te gusta alguien? —Me mira —No me sentiré mal si es así, pasaron cinco años
—No, tengo cariño a algunas, pero no me gustan, me son irrelevantes. Aunque quiero a Mónica. —La opresión en mi pecho aparece —Pero solo es mi mejor amiga, la conocí cuando apenas comenzaba con esto, y bueno nos hicimos amigos y hubo más, pero preferimos mantener una relación de amigos. —Se rasca la cabeza —Le hablé de ti, no sabe quién eres, sabe que existes. Ella me dijo que era hora de volver antes de que sea demasiado tarde. Me gustaría que la conocieras y me gustaría conocer a ese tipo. Quiero que me aclares algo ¿Por qué le dijiste que no?
—No lo amaba, lo quiero, lo aprecio mucho, estuvo conmigo en momentos críticos, pero no podía fingir toda mi vida ser alguien que no era. Odie ese día porque cuando lo dijo solo pensé en ti y no quería hacerlo, tú estabas casado y estás viviendo un desastre. Me di cuenta de que eres único que he podido ser realmente ha sido contigo, nunca me has juzgado por mi manera de actuar o ser. Nunca me juzgaste por mi forma de vestir, o por si bailaba provocativamente, por lo que leía; por como me peinaba o sentaba. Dios —Me tapo la cara con las manos —Creí que podía ser perfecta y me sentí tan mal, mal porque era mi culpa de darle esa imagen de niña buena y yo no lo era. Lo lastimé mucho yo…
—¿Por qué quería que cambiaras? —Lo miro por en medio de mis dedos —Si me gustas tal y como eres. Rota, loca, parlanchina, psicópata, dramática, princesa o no, te quiero Rouses. No me importa lo que uses con tal y lo que uses sea de tu agrado y no estés incómoda, no me importa cómo llevas tu cabello, claro que me gusta largo, pero no por eso te obligará a llevarlo así. Con lo de bailar —Se frota la barbilla —Me gusta como bailas, y me gusta verte bailar, me prende, más cuando bailas para molestarme. No eres una monja y no eres perfecta.
Me quita las manos de la cara, y se acerca a mí dándome un beso en la frente, paso mis brazos por su cuello, escondiendo mi cabeza en su pecho. Término sentada en su regazo, y no decimos nada por un buen tiempo.
—¿Te gustó aunque te sacó de quicio? —Lo escucho reírse y lo miro
—Si
—Eres mi primera opción —Me mira —Él es mi opción segura Alessio. Si tuviera que elegir te elegiría a ti, pero si no estuvieras en esa lista lo elegiría a él. Porque sé que a pesar de tener que ser perfecta, no me pedirá un hijo y respetará mi espacio. No me quiero casar con ninguno de ellos, pero llegado el momento lo tendré que hacer, no tengo nada que ofrecer, más que problemas, y la promesa de que si me pides huir, ten por seguro que iré contigo y la petición de que en el momento que las cosas se compliquen me dejes ir. Porque cinco años no me han bastado para olvidarte y soy una tonta porque somos un desastre.
—No dejaré que te cases con ninguno de ellos. Rouses en serio, estoy aquí por ti, quiero estar contigo formalmente. Quiero ir despacio y tener todo eso de las citas, conocernos de nuevo, pero necesito que me digas las cosas y que no te las guardes. No me voy a ir.
Besa mi mejilla mientras que yo paso mis manos por su rostro, mirándolo.
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Editado: 27.05.2024