Capítulo 7.
Entre sueños, escuchaba el agradable sonido del viento susurrando entre las hojas de los árboles y removiendo en una leve briza las que se encontraban cubriendo la tierra. No sabía dónde estaba y podría haberse quedado por siempre así, acompañado únicamente por el viento sobre su rostro y meciendo su cabello, cuando escuchó unas pisadas. Y al instante, sin saber cómo lo supo, el ambiente se llenó de sensaciones; de tristeza, dolor, vacío. El aroma a humo se hizo presente y el sonido de algo cayéndose, derrumbándose, le hizo estremecer. Dio un par de pasos queriendo alejarse de todo aquello y fue ahí que noto el pasto bajo sus pies, pasto medio seco y tierra blanda. La sensación era tan familiar que se sintió abrumado.
En medio de su confusión una ventisca violenta empezó a silbar y por momentos se volvía más y más fuerte, al grado de que la piel de sus pies era lastimada al arrastrarle sobre la tierra. Las heridas de su cuerpo punzaban como si estuvieran recién hechas. Se cubrió la cara con los brazos intentando dar un paso al frente pero no logro nada, el viendo lo empujaba más y más.
El zumbido de aquella venticas en sus oídos se fue transformando en voces ahogadas, la mayoría inentendibles, salvo algunas frases como; ‹‹¿Quién anda ahí?››, ‹‹...no la conozco...››, ‹‹... estás haciendo?››, ‹‹...ntete!..››. Y finalmente, gemidos ahogados que se fueron extinguiendo pero que se volvían a repetir una y otra vez.
>> No confíes en ellos<<
— ...pierta —le decía una lejana voz—. Vamos, despierta.
Abrió los ojos de golpe, encontrando frente a frente con las tinieblas que eran su mundo. Se sintió aliviado de saberse despertó y que todo había sido un sueño, basta que un nuevo estremecimiento lo azoto; la voz de aquella mujer de nombre Nox sonó una vez más en su cabeza No confíes en ellos. Se enderezó velozmente como un reflejo, tratando de alejarse de alguien que no estaba ahí, pero una fuerte mano lo detuvo, haciendo que volviera a quedar recostado en el sillón. De algún modo, saber que aquellas no eran ni por asomo las suaves y delicadas manos de Nox le tranquilizó, aunque su respiración tardo en normalizarse.
— Al parecer no entendiste las órdenes que se te dan. Creo haber sido muy claro cuando te he dicho que no tolero indisciplinas —el hombre tenía un toque de enfado y a la vez preocupación en la voz, aunque Tet sólo le dio importancia a lo primero ya que era lo que más resaltaba—. Ni siquiera tocaste la comida —dicho esto se sentó en la única parte que el menor dejaba libre del sillón.
— Es que... —trató de hablar pero aún se sentía sofocado—...yo...
— Bien —dio un suspiro y se levantó, el sonido del carrito de comida moviéndose y quedo frente a Tet y finalmente agregó—, termina de comer y luego te duermes.
Aún recostado en el sillón Tet alzo una ceja, no dando crédito a lo que oía, le estaba ordenan ―porque no era más que una vil orden―, que comiera y se durmiera, ¿Quién se creía este tipo? Agradeció no tener que quedarse con ellos para siempre, sin importar a donde fuera a dar después de que dejara de serles útil. Además, no que fuera importante, pero ni siquiera se había dado cuenta de que acaba de tener una pesadilla, era imposible que regresar a dormir por gusto y menos por un petición. En casa, su madre sin importar la hora o el día, se quedaba con él hablando hasta que el sueño lo vencía. Pero ella ya no está, se dijo.
Carraspeo y el hombre debió escucharlo e interpretarlo como que Ter quería replicar, pues de manera seca preguntó;
— ¿Algo que objetar?
— No, señor.
La manera en que hablaba ese hombre no daba cabida a llevarle la contraria, pero no por nada era un jefe de Sección, eso era algo que Tet tenía claro. Trago saliva y se enderezó ahora con menos premura, avergonzado de sus infantiles pensamientos, aunque el otro hombre no tuviera idea de que pasaba por su cabeza.
— La Capitana Tezatl —hizo énfasis en la última palabra—, sugirió que te quedaras bajo mi supervisión por ahora —Tet sintió como un escalofrió recorría su cuerpo—. Te informo que tengo mucho trabajo en la base como para darme el lujo de ir y venir desde casa. Así que tendrás que conformarte con ese sillón, ¿entendido?
— Si... sí, Señor—lo atacó un traicionero nerviosismo, pero al militar no pudo importarle menos y Tet, con el rostro hirviéndole, agradeció mentalmente la indiferencia del hombre.