Tenebrae La Catástrofe de Tonalli

Capítulo 17. Lo bueno y lo malo

 

 

 

 

Aura guio a Tet hasta la salida, y el menor se ahorró el comentario de saber llegar a dicha salida, pues considero que ella no tomaría demasiado bien sus cualidades aventureras. La capitana cargaba un saco en el hombro muy parecido al que llevaba puesto e iba murmurando algo acerca de que teniendo ropa tan bonita en Namida, Tet otra vez parecía un pequeño pordiosero. Él reía ante las ocurrencias de la mujer que semanas atrás jamás pensó llegar a apreciar tanto, y misma que, ahora en modalidad de detallada observación; desde ya creí que era muy bonita... no que él tuviera un concepto de belleza establecido, por lo menos no en lo que al aspecto visual respecta, pero sí pudo empezar a crear uno a partir de lo que sus madre le explicó alguna vez:

"La belleza está en la percepción de cada uno, más que verla, hay que sentirla; todo lo que no te haga daño a ti o a los demás, lo que te haga feliz, independiente de lo que digan otros, es bello y valioso"

Eso había dicho cuando le preguntó acerca de si él era feo, creyendo en su inocente que era ese el motivo por el que no lo querían los adultos del prescolar, tenía unos cinco años, y no entendió nada entonces. Pero luego de ese día él, que no podía «ver» la belleza, aprendió a sentirla. Y justo ahora sentía que Aura, la molesta Capitana de Omega, era eso; bella y valiosa.

Además hacía muchas caras graciosas.

Antes de abrir la puerta para salir de aquel lugar con fuerte aroma a medicamentos y desinfectantes, la mujer se volvió y le sonrió, pero era una sonrisa temblorosa, titubeante, una sonrisa nerviosa.

— ¿Qué pasa? —preguntó alzando una ceja, intrigado por la actitud de la Capitana.

— Es que... escuchaste Tenshi, y si él dice algo se cumple.

— Y eso nos importa por...

— Porque me ordeno cubrirte los ojos.

— ¿Cómo dices? —su cara era de completa sorpresa, de esas que van acompañadas de una risita tonta—. ¿Por qué?

— Yo... bueno, Tenshi... el Coronel creer que ya has escuchado y... bueno, visto suficiente.

— ¿Cuándo dijo eso?

— Pasó a dejarme esto mientras te cambiabas —le mostró el enorme saco negro, y Tet distinguió el signo de Omega en el (Ω), y otro en el lado izquierdo que podía no explicar.

— Ahora entiendo porque dijo eso —recordó al hombre diciendo las mismas palabras de la mujer con menos nerviosismo y mucho más aterrador mientras daba unos pasos hacia tras.

— Tet, tenemos menos de diez minutos para abordar la nave que está justo aquí, adelante, y si no llegamos, nos va a encontrar el mismísimo demonio y yo te voy a culpar a ti. Así que ni pienses en hacer que te persiga por todo el hospital.

— Pero no quiero... —decía aún con su tono burlón, alejándose poco a poco, pero no termino de hablar, ya que Aura lo atrapó en un solo movimiento—. Aura... ―la llamo desconcertado pues ella no trataba de ponerle la enorme prenda encima, a decir verdad, sólo lo mantenía abrazado con fuerza―. ¿Qué pasa...

— Creerme, no necesitas ver nada de lo que hay afuera y sé... que ni el Coronel, ni Xelha desean es que veas algo así —lo último lo dijo en un susurro—. Hay adultos que apenas si lo soportan, no sería justo.

— ...está bien —respondió resignado—. Me voy a sentir como un tonto.

— Sí, pero un tonto adorable.

— Ja-ja.

Sin perder tiempo, Aura cubrió por completo a Tet. El abrigo llegaba hasta el suelo, cosa que acentuaba los escasos centímetros que le faltaban al chico, era consiente de ese hecho aunque para él fuera más un dato curioso a algo que realmente le acomplejara.

Sin embargo eso no era lo que más resalto para él, sino el fuertemente aroma a colonia que el saco desprendía y que no había notado hasta ese momento, y eso era un gran logro para quien intentara ocultar la fragancia. En su cerebro se activó algo diciéndole que conocía el perfume, aunque hasta ahora no lo percibió al grado de sentir que perdería su sentido olfativo.

Tet aún se tallaba la nariz por el picor que estaba a nada de causarle dolor de cabeza, cuando salieron a donde el ambiente extrañamente estaba frio y tenso.

La baja temperatura no fue lo que extraño al chico, lo fue que aún con el abrigo perfumado que mareaba y mantenía cálido, aquello no fue suficiente para evitar lo que realmente golpeo a Tet, hasta el grado de que se detuvo a causa de una repentina nausea. Fuera del hospital mucho más fuerte que cuando la multitud de médicos y pacientes entraron a mares, o cuando salió horas antes, el aroma a sangre reinaba en el aire.




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