Nota: Por respeto a quien se lea el capítulo anterior (tan cliché) dejo este aquí de una vez.
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Capítulo 19. Respeto
Frunció el ceño y se quejó en medio de su inconciencia que estaba siendo interrumpida por unos pasos, que, si bien la persona intentaba no querer hacer ruido, no dejaban de lado esa fuerza y grácil frivolidad que caracterizaban al General Metzonalli. Este al darse cuenta de que el chico estaba despierto se detuvo un segundo lo miro para después seguir con su tarea de revisar unos papeles, ahora sin nada cautela.
— Disculpa que te haya despertado —habló tras unos escasos segundo, sin ninguna pisca de remordimiento en la voz—. Necesito unos documentos.
— Buenos días. Por mí no hay problema —respondió sorprendido y adormilado, todavía esperaba que le reprendiera por lo de anoche.
Espero paciente y expectante a que la riña iniciara por parte del hombre enfundado en el mismo uniforme militar de siempre y ahora con el cabello alborotado en comparación a la última vez que los vio. Espero buen rato siguiendo cada pequeño movimiento —que eran pocos— que el General de Mizu realizaba, pero no dio señal de que este estuviera interesado en él.
Con la ansiedad a flor de piel, prefirió terminar con eso de una vez, después de todo era un hombre que debía afrontar sus problemas.
— Sobre lo de anoche...
— Hablaremos luego —lo corto de golpe sin levantar la vista de lo que hacía.
— Sí, señor.
Al demonio, ese hombre daba miedo.
El General siguió callado durante un buen rato, en el que Tet se preparaba para ponerse de pie, pues estaba tan cómodo entre las cálidas mantas que le estaba costando siquiera considerarlo.
Se distrajo de balance mental entre los pros y contras de levantarse en ese momento y no después cuando Metzonalli tomó con brusquedad algo del escritorio que estaba junto a él, acción que Tet miro con curiosidad, sin poder disimularlo. Después de todo; expresiones, objetos, movimientos, absolutamente todo era nuevo para él, y eso podía hacerlo ver o bien más como un niño o más como un completo idiota.
— Tezatl, pide que manden el desayuno de Tetsuya a esta habitación... Eso no es tu problema —dicho eso, colgó y siguió revolviendo papeles.
— Ah... disculpe —como acababa de despertar le costaba carburar lo que el General acababa de hacer o mejor dicho pedi—. Yo no tengo hambre.
No fue necesario que agarrara nada más, ya que su argumento fue intervenido por un sonido que, aunque no provenía de sus labios, si de él. Su estómago gruño fuertemente, haciendo que se le callera el teatrito que orgullosamente estaba por montar. Y vaya que sí lo hizo. Más que un gruñido fue un coro completo. «Si no me traga la tierra, por lo menos que me parta un rayo» pensó muerto de vergüenza, sintiendo un gran calor en su rostro.
— No tardara en llegar el desayuno —el General hizo como si nada, cosa que Tet agradeció desde lo más hondo de su corazón—, descansa un poco más, pasaran por ti cuando vayamos a llegar a Namida. Y para eso aún falta —término mientras salía con todo y papeles.
Tet se quedó dónde estaba, contemplando la puerta. Cierto que aún estaba algo adormilado, había pasado un noche de lo más extraña, escalofriante y a la vez confortable. Y no se había movido ni un centímetro hasta que recordó el incidente de hace unos momentos.
— Traidor.
Tras el reclamó dirigido a su propio estomago se volvió a acostar ahora boca abajo, quedando sepultado completamente bajo las mantas.
Una hora o dos más tarde, lo despertó un llamado a la puerta. Primero lo ignoro demasiado a gusto donde estaba como para tener la cortesía de atender, pero después se vio obligado a levantarse con pereza por los continuos golpes que le exigían una respuesta.
Entre tropezones y caídas logro levantarse para ir a abrir, y es que no era una tarea fácil, la ropa le quedaba tan grande que sería un milagro si no llegaba al piso antes que a la dichosa puerta. Al final logro abrir.
— Buenos días —le saludo una mujer vestida con un traje muy parecido al del Aura pero que se veía menos pesado—. La Capitana Tezatl pidió que se le trajera el desayuno a esta habitación.