Tenebrae La Catástrofe de Tonalli

Capítulo 25. Los saben más de lo que dicen

Capítulo 25. Los saben más de lo que dicen

 

 

 

 

La tarde en el Parque Central de Namida continúo con tranquilidad, no vieron al sobrino del Coronel Méndez, y en realidad tampoco pareció que alguien se acercara por esa zona. Los chicos siguieron tonteando y hablando normalmente después de aquel momento tan emotivo. Y Tet de algún modo lo agradecía pues era la primera vez que se mostraban tan amables y solemnes para con él, así que agradeció que volvieran a los temas relajados y hasta graciosos, mismos que, pese a que no entendía la mitad de lo que decía, los dos chicos y las tres chicas intentaban hacer que se involucrara en las conversaciones aun si estas costaban al principio. En más de una ocasiones esperaba que ellos preguntaran por su ciudad de origen o algo que involucrara a Nox. No obstante, tal parecía que estaban en el entendido de que él era, efectivamente, de la Zona Beta, aunque no estaba seguro de si creían que llego de Cando o de Tonalli. Como sea que fuera no iba a preguntarles y entrar de nuevo en aguas peligrosas, como decía Luis.

Al final de día Aura no se había acercado a ellos para nada, quizá intentado darles más especio para que se conocieran. Y cuando ya se retiraban, los cinco chicos con la tranquilidad de poder irse andado a sus casa, cosa que sin saber por qué despertó un liguera sentimiento de envidia en Tet, fueron uno de los últimos comentarios de Joma lo que le dejo pensando más que en si debía comprarse una consola de videojuego o las últimas novelas gráficas que se publicaban esa semana;

— Pon tu que sea un fastidio tener que aguantar a tanto anciano cascarrabias... exceptuando al General Metzonalli ―con premura aclaro Joma, no viendo a Tet sino a las chicas tras él―... ni al Almirante Xylina ―agrego rodando los ojos pues Luis también pareció ofendido con su comentario―. ¡Como sea! Piensa que podría ser interesante ―le susurró a Tet, de manera audible sólo para los chicos. Ya que Aura iba al frente―. Siendo militares hablaran cosas de militares, ya sabes, lo que no dicen a los medios.

— Aja, Joma. No se lo dicen a los medios pero se lo dirán a un niño ―atajó Mireya señalando le incongruente de su aseveración.

— Obvio no ―volvió a rodar los ojos e inclinándose hasta quedar a la altura de Tet y Mili, quienes iban delante de él y eran mucho más bajitos en comparación suya. Continuó apoyándose en Tet―, tú sólo no te hagas notar. Veras que cuando se olviden de ti algo se les escapara ―decía con verdadera emocione en la voz.

— ¡Joma! ―chillo Odori calladamente, preocupada por si su tía los escuchaba―. ¿Qué les estas aconsejando a Tet? ¿Estás loco?

— ¡Ay, por favor! ―alzó la voz, para después volver a encogerse pues Aura se volvió a ellos con una ceja alzada―, ¿no les parece extraño? ―decía bajando la voz y el cuerpo lo más que podía―. Si es una reunión tan apresurada con los Coroneles, es porque están aquí en Namida ―espero una respuesta a su magnífica conjetura, pero nadie pareció comprender su punto―. Digo que si ellos están aquí, todos ellos, ¿Cómo es posible que no se dieran cuenta qué fue lo que pasó en Dagobert?

— Joma, tú mismo dijiste que salió en el periódico...

— Y tú viste la fotos, Mili ―la cortó―. Eso no fue una explosión de nitro.

Escuchar lo dicho por Jomá hizo a Tet considerar que jamás había estado más agradecido de regresar a su encierro como en esta ocasión. Tenía los pelos de punta. Aun no entendía por qué el General no había dicho que fue Nox quien lo ataco es día, pero no quería ser él quien pusiera en evidencia al hombre, y ganarse más que un simple regaño. Así que agradeció cuando llegaron al auto de Aura y se despidieron.

Antes de entrar, mientras Joma lo ayudaba a acomodarse, y mientras Aura y las chicas acomodaban las muletas en el asiento trasero, el moreno le dijo una última cosa «Tu sólo déjalos que hablan, cuando se den cuenta que estás ahí ya no dirán nada». Tet no respondió a ese comentario y cuando hizo contacto visual con Luis, quien estaba junto a ellos, éste únicamente se encogió de hombros y agregó «Los Coroneles siempre saben más de lo que dicen».

Con un último gesto de despedida Aura puso el auto en marcha y se dirigieron a la casa del General. En estos días una improvisada base militar.

Le daba vueltas al asunto mientras rodaba sobre la amplia y cómoda cama, que justo esa anoche le parecía bastante similar a dormir en una roca volcánica. Estaba sumamente incómodo y se moría de calor y eso que estaban a unos 25°C. Junto a Aura habían llegado un poco después de que se pusiera el sol y no había nadie en casa. Únicamente un par de Guardias de Omega. De quienes sospechaba; no se habían movido de la entrada.




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