N/A: Hola, antes que nada quiero agradecer una vez más por darle una oportunidad a TENEBRAE, siempre he sostenido que mientras una persona esté interesada en esta historia (que forma parte de una mayor —las 9N.H.—), yo estaré encantada de seguir escribiendo todas y cada una de ellas.
De momento quiero comentar que la primer parte de TENEBRAE está llegando a su fin ya que consta de 32 capítulos. La segunda parte aun está en proceso, pero ya hay suficiente material para comenzar la publicación, no lo he hecho debido a que mientras revisaba su Facebook mi linda chihuahuita (Hikari-chan) tiro mi laptop y me quede sin donde transcribir a Word (de escribir yo escribo hasta en servilletas ^.^), y cuando mi hermana me presta la suya intento avanzar un poco con VERUM FALSUM. En fin, ya me fui de largo así que:
Gracias una vez más y estaré muy feliz de conocer su opinión o su hay dudas con respecto a TENEBRAE o su universo.
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Capítulo 28. Suerte
Apenas llegaron al Cuartel General de Omega, Aura tuvo que dejar a Tet ya que se le necesitaba para atender asuntos urgentes. Él se quedó en la sala de espera solo, o eso parecía. Ahí no daba la impresión haber mucho movimiento, cuando mucho unos cuantos soldados que entraban y se perdían por los pasillo, pero ya no salían. Lo único que incomodaba a Tet era que se le quedaran viendo. Debido a eso optó por fingir que leía una sección del periódico, donde se encontró con la imagen de su propio celular. Y como le desanimó el no entender nada de lo que allí exponían, prefirió dejar el periódico y se puso a observar a su alrededor. Sin encontrar nada interesante.
No pasaron ni veinte minutos, cuando ya se estaba muriendo del aburrimiento, y recargándose en el sillón se fijó que en el techo estaba el símbolo de Omega.
Ahora que lo notaba, la mayoría de las cosas de ese lugar eran de color azul, en cualquier tonalidad y siempre acompañado de plateado, ya fuese en el uniforme o en los muebles, así como en Alfa era de color rojo, se imaginó que todas las Secciones deberían de tener uno o dos colores que los identificaran regados por todos sus Cuarteles.
El chico estaba tan ensimismado que no se fijó cuando la mujer de la recepción se le acercó.
— Buenas noches —saludo ella—. ¿Se le ofrece algo de comer o beber?
— Buenas noches —le devolvió el saludo, tras salir de su trance—. No, gracias —le sonrió—. Así estoy bien... creo.
— Su padre ahora mismo está en una junta ―le decía ella con una sonrisa completamente falsa—, y casi siempre tardan mucho cuando son a puerta cerrada, pero la Capitana Tezatl no debería tardar en salir —terminó pensativa y suspirando, para después volver a sonreírle—. Cualquier cosa que necesite dígame.
— Gracias, así lo haré.
La mujer regreso a su puesto.
Un rato después, tras recibir una llamada vio como sacaba un montón de pesados folders y subía a uno de los elevadores. Desde donde estaba Tet pudo distinguir que al abrirse las puertas, dentro la esperaban dos soldados de los que había visto aquel día temprano. Los que no tenías el símbolo de Omega. Había otros dos apostados a cada lado del elevador y también pudo ver que algunos bajaban por las escaleras.
Los remordimientos lo atacaron mientras pensaba en el General y de qué estaría tratando su junta, o si acaso esos documentos que se llevó la mujer eran parte de su expediente que habría de ser modificado en la brevedad.
De algún modo esa idea lo deprimió y tomando aire subió a uno de los elevadores, un poco inseguro pero ningún soldado pareció darle más atención que una mirada. Entonces una vez que se cerraron las puertas y lo único frente a él fue su reflejo. Sintiendo como si todo dentro de él se hubiese desvanecido pues para estos momentos, tal vez ya no existieran como Lex Tetsuya y tampoco habría vivido en Tonalli. Mientras él estaba ahí su pasado debía de ser uno que él desconocía, se decía al tiempo que presionó un botón —imitando al Cabo Sánchez la última vez que estuvo ahí—.
En esta ocasión lejos de sentirse intimidado o si quiera maravillado con la imponencia del edifico, Tet se percibía a sí mismo como si estuviese lleno de plomo. Tan cansado y pesado que no podía explicarse como hacía para avanzar por los pasillo. Que no recordaba tan largos y estrechos.