Tenebrae La Catástrofe de Tonalli

Capítulo 30. Respuestas: llaves para la libertad, hilos para la marioneta

N/A: sólo diré que me gusta leer mucho.

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Capítulo 30. Respuestas: llaves para la libertad, hilos para la marioneta

 

 

 

 

 

Esa primera noche al igual que las siguientes no fueron para nada reparadoras como Aura le aseguro que sería si se iba a dormir temprano, pero después de la cuarta mañana de despertar adolorido y bañado en sudor, dio por hecho que la razón de su malestar eran las mismas pesadillas que había estado teniendo cada noche.

     Tal como le habían dicho el General no volvió a su casa en todo lo que iba de esa semana, ni llamó y cada vez que le preguntaba a Aura o Xelha estos sólo le decían que estaba demasiado ocupado para contestar el teléfono o llamar, pero lo que tampoco le pasó por alto a Tet fue; que ninguno de los dos había ido al Cuartel de Omega en esos días, incluso hubo unos en que ni siquiera usaban el uniforme, y hasta donde él entendía no era común que tuvieran días libre, menos los dos al mismo tiempo y menos aun siendo que alegaban ese «demasiado trabajo».

     Tampoco fue al parque como quería en un principio, por un lado estaba muy cansado, pues cada mañana despertaba exageradamente agotada para si quiera levantarse de la cama antes de que fuera medio día, y las horas restantes se las pasaba somnoliento y con dolor de cabeza, cosa que empezaba a preocupar a Aura. Había ocasiones en que apenas podía comer algo sin devolverlo en cuestión de minutos. Tet le pidió que no le dijera nada a los chicos cuando llamaban para preguntar si ese día podía ir con ellos a revisar su área asignada para el festival o a las «modificaciones» de vestuarios, o simplemente si podría salir con ellos a dar una vuelta ya que aún no se habían solucionado los problemas con sus clases del Circuito Cerrado y tenían mucho tiempo libre. 

   

 

La madrugada de aquel miércoles volvió a soñar con los mismo susurros ya para nada sutiles, a veces era como si alguien le gritara al oído que debía hacer algo, otras eran sollozos que le rogaban y unos más casi podía sentir que era zarandeado como si de un muñeco de papel se tratara. Sin embargo, esa madrugada algo fue diferente: en medio de sueños incoherentes y recuerdos de los días previos; soñaba con que estaba en el Templo con los chicos, sobre el escenario, caminando por el parque y finalmente imágenes borrosas de la mueblería donde Joma, Luis y Aura se alejaban y lo dejaban en la entrada.

     Estaba solo en aquella tienda pero las cosas no eran como él las recordaba, no había ninguno de aquellos muebles de madera finamente pulidos, sólo la misma habitación oscura con que siempre soñaba cuando la mujer empezaba a susurrar. Trató de caminar sin lograr moverse, y cuando vio sus piernas estas estaban quietas, confundido volteo a su alrededor pero no estaba ni a Aura, ni a Luis ni a Joma, ni a nadie más.

     El sonido de una puerta chirriante abriéndose lo sobresalto y la misma voz de los susurros dijo algo que aunque no escuchó él sabía que había sido un «Es hora». Buscó el origen de la voz pero no la encontró por ninguna parte, tampoco había puertas, ni nada, ya no había nada, ni siquiera las réplicas de la habitación de muebles viejos.

     «Es hora» le gritó la voz a sus espaldas, sin darle tiempo siquiera de volverse cuando unas manos lo atraparon por los codos, asustándolo sin dejarle emitir sonido alguno. Por más que quiso de soltarse su cuerpo no le respondía como su cerebro y lógica dictaba. Debía soltarse, más no lo haría.

     En eso dos brillantes ojos blancos se distinguieron en las oscuridad, y unas manos que los sostenías casi tan blancas como los ojos, al igual que en una larga cabellera se empezaba formar en medio de las tinieblas. Quiso gritar por la forma fantasmal que lo tenía sujeto pero pese a que su mente le insistía correr, si cuerpo no reaccionaba. Sin saber cómo o por qué de su boca salió una sola palabra sin sonido que le hizo detener todo pensamiento y quedar totalmente a merced de aquel ser fantasmal que formó una blanca sonrisa apenas visible en la oscuridad: «mamá».

     Una sonrisa amble y macabra.

     Las tinieblas empezaron a subir, tragándose su cuerpo y el de aquel ser que lo miraba con los ojos y el cabello blanco, pero antes de que estas lograran consumirlos a ambos un sonido familiar se escuchó por el lugar, la mueblería de la que no habían salido volvió a la forma en que la recordaba. Las personas estaban inmóviles y los muebles parecían vibrar, sin soltarse de algo que ya no podía ver pero que lo mantenía bien sujeto volvió la cabeza al origen del sonido, eran unos chirridos que antes había escuchado y fue cuando vio que el lugar tenía la misma puerta de vidrio y los cristales tan transparentes que parecía no haber nada entre él y dos manchas borrosas del otro lado.




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