Tenebrae La Catástrofe de Tonalli

Capítulo 32. Promesa incumplida

N/A: Aquí termina la primer parte de TENEBRAE. Sé que ha sido duro de pasar porque —al Cesar o lo que es del Cesar— este fue mi primer historia y entiendo perfectamente que le falta carisma y fluidez. Aun así es mi favorita y estoy deseando poder llegar y compartir el final de todo TENEBRAE.

Nuevamente quiero comentar que la segunda parte se encuentra en proceso, tengo material para ir subiendo pero no quiero estar sin actualizar mucho tiempo, en especial ahora que escribo VERUM FALSUM en simultáneo.

¿Termino primero una y luego la otra? O está bien actualizar cada ciertos días (no me gustan cuando tardan mucho en actualizar y no quiero hacerlo). Pero como dije y no me canso de sostenerlo: mientras una sola persona quiera continuar yo estaré encantada de escribir todas y cada una de las historias.

Quedo al pendiente por cualquier duda u observación.

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Capítulo 32. Promesa incumplida

 

 

 

 

 

Las calles se volvían más y más conocidas, por lo que no faltaba mucho para que llegaran a la casa del General, Tet lo sabía y por eso mismo la ansiedad iba en aumento, así como los ligueros tirones que daba a los puños de la chaqueta que Aura le obligo a usar esa tarde. La distancia era cada vez menos, y eso acrecentaba la necesidad de despejar la duda.

     Lo más disimuladamente que pudo tomó aire, apenas separando los labios, los nervios lo traicionaban pero logró calmarse lo suficiente, aún con todos los sentimientos enredándose entre sí; no dejándolo pensar con claridad y no permitiendo que siquiera pudiera definir cómo se sentía en ese momento.

     Había llegado a la conclusión que con una negativa podría hacer como que jamás había escuchado a Nox; solamente eso necesitaba. Quería que le dijera lo que necesitaba escuchar. De algún modo, el menor sentía que su mundo estaba por derrumbarse por segunda vez, por ello aun si una voz lejana gritaba traición, el fuerte latido de esperanza lograba silenciarlo.

 

     — Quiero saber…

 

     Se demoró mucho más antes en soltar más palabras, pues los labios no parecían querer separarse. Y después de un largo rato de silencio salieron atropelladas al sentir como el hombre detenía el auto dentro del terreno de la residencia que aquella misma tarde había dejado con la única preocupación de haber querido usar su suerte favorito.

 

     — ¿Qué cosa? —preguntó el hombre con indiferencia, al tiempo que se quitaba le cinturón de seguridad.

     — ¿Usted sabía… —el nudo en su garganta se formó detectando resignación en la voz del hombre, pero se negó a aceptarlo, aceptar que ya sabía la respuesta. Continuó—. ¿Usted sabía de… de quién era esa fotografía? —terminó deseando que no lo hubiese sabido.

     — Sí.

 

     La contestación fue más dura de lo que Tet podría haber imaginado, tanto que la sintió como un duro golpe. Apretó los labios sin quitar la mirada del frente, negando sutilmente con la cabeza: «No es cierto» se decía a sí mismo.

     Si quedaba alguna mínima posibilidad de error, el General reafirmó su respuesta.

 

     — Sabía que era la fotografía de tu madre, desde antes de disparar.

 

     Ni llanto, ni reclamos y gritos, ni uno de los insultos más pintorescos que había aprendido en su estancia en esa gran ciudad, nada de eso. Sólo una última desesperada pregunta surgió entonada en una voz aguda y ahogada:

 

     — ¿Por qué?

     Dividido entre la lealtad al pasado y la esperanza en el futuro, deseaba más que nada una mínima explicación para entender a Metzonalli, y confirmar que Nox seguía divirtiéndose con él, intentado confundirlo y alejarlo de las personas en quienes confiaba.




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