Tenebrae (segunda Parte)

Capítulo 12. Siempre

Capítulo 12. Siempre

 

 

Las tropas se movieron la misma noche en que Metzonalli se despidió de Tet, al día siguiente la ciudad se encontraba aturdida por la velocidad en que todo un regimiento se transporto desde Namida y algunas ciudades más en otras Zonas a la zona de batalla, y más aún cuando se supo que el Coronel de Omega sería la cabeza del frente. No obstante, la sorpresa sólo duro un momento, cuando al siguiente ya parecían celebrar la participación del hombre. Como si fuera una victoria segura, y no la posibilidad de que miles de familias perdieran a sus seres queridos.

     La guerra es preferible medirla en relación a la posición, el poder y victorias, pues de intentar hacerlo en base al dolor y daño, a las perdidas y lágrimas, sería imposible determinar quién es el ganador. Porque no habría. 

     Nada cambio a partir de ese día en la Sección Omega, el ritmo de trabajo que tenían los Soldados y Guardias en todo Namida, y probablemente en toda Mizu, seguía exactamente igual. Mireya decía que la milicia jamás deja nada al azar, y eso era un recordatorio constante para Tet sobre la promesa del General. Promesa que cada día temía no fuera cumplida, por uno u otro motivo. Incluso Aura parecía tener el mismo temor que él, pues pese a que pasó de la incredulidad a un tipo de felicidad ―mucho menor a la que Tet esperaba, si debía ser sincero―, al final se notaba mucho más mortificada con cada noticia inexistente que Omega tenía de su Coronel.

     Se obligo a no pensar en el Teniente Márquez, pues aún se resistía a creer que fuese verdad, pero el mutismo en los medios sólo podía significar que la gravedad del asunto era tal, que se mantenía en secreto.

     Por otro lado, era imposible que sus pensamientos no rondaran contantemente a su padre y a Nox; era el pan de cada día para Tet, así como todas las noches y los momentos en que su mente se llenaba de esas dos personas tan diferentes y a la vez igualmente presentes en su vida. Conocía de sobra el motivo por el que Metzonalli no salía de su mente, el miedo y la incertidumbre de las circunstancias del General eran su pesadilla diaria. Empero, con Nox la situación era otra; desde aquel sueño en que ésta llevaba una extraña mascara ―hecha de algún material reflejante― y se hundía en un líquido escarlata encendida en llamas, un sentimiento de necesidad se había instalado en su pecho. Era estúpido querer verla, cuando hasta ahora sólo había sembrado en su vida miedo y amargura. Sin embargo, ahora, después de casi un mes del festival escolar, quería verla, saber que estaba bien, aunque no lograba entender el por qué.

 

 

     — Eres terrible para los pases, Tet.

     — Cállate, Joma ―lo atajo Luis―. Tu puntería es cada día peor…

     — Disculpe usted, señor árbitro.

     Los chicos se encontraban en casa de Tet como ya venía siendo habitual. Reían mientras jugaban un improvisado partido de futbol en el patio trasero que había terminado casi en ruinas: ellos y el patio eran unas manchas borrosas de barro y hojas que se desprendían por la briza. Sólo estaban Tet, Joma y Luis, ya que las tres chicas les avisaron un día antes que irían a comprar cosas, de las cuales ellos no preguntaron nada y únicamente optaron por pedirles que compraran más suministros para las improvisadas acampadas que tendrían que realizarse dentro de la casa, y de ser posible junto a la chimenea, pues el frio golpeaba sin piedad a la ciudad.

     Entraron a la casa después de que el reloj marcara más de las tres de la tarde, hechos un completo desastre, mucho más marcado que cuando recién empezaban, y es que desde que la noche siguiente a la partida del General, y ‹‹como si el mismo Cielo llorar por el panorama incierto que se cernía sobre Namida›› ―en palabras de Mireya―; la ciudad se mantuvo cubierta por una lluvia constante, no fuerte pero si incesante. Casi una semana duro la fina cortina de agua y pese a que ese día seguía igual de nublado la ausencia de precipitación les animo a internarse en el frio y húmedo clima de enero, aunque los tres chicos decidieron entrar cuando de los oscuros cúmulos de nubes empezaron precipitarse grandes gotas de agua.

     Tet no tenía nada contra la lluvia, para él el sonido de ésta siempre había resultado relajante. Además tenía cierta afinidad por el color gris por lo que las nubes que cubrían el sol le parecían hasta bonitas. Con todo le fue imposible en esa ocasión evitar el dejo de opresión en su pecho cuando junto a la lluvia y frio de esa tarde regresaron la preocupaciones que el completamente falso e injusto juego con Joma había logrado apartar de su mente.




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