Capítulo 08: Mary
Mordisqueo mi labio inferior sintiendo demasiadas hormigas recorriendo mi estómago. La sensación no ha desaparecido, toda la semana desde que supe que papá vendría me he encontrado así. Ahora llevo un cartel y unas flores blancas, mientras muchas personas salen por las puertas de vidrio que nos separan de la zona de desembarque. Estiro la cabeza para ver mejor, no soy tan alta como quisiera, pero tampoco tan diminuta, mido aproximadamente 1.65 pero en esta zona del aeropuerto todo aquel que entra y sale lucen como gente importante, modelos, actores, pilotos, hasta los mismos robots de vuelo son grandes y yo me siento pequeña.
De pronto diviso un cabello rubio cenizo, muy claro, con tonalidades grises, lleva lentes en el rostro y está hablando por teléfono. Sonrío en grande y aprovecho mi estatura promedio para meterme entre las personas y correr hacia mamá.
— Nina. — Corro a su alcance y la estrecho entre mis brazos. Su fragancia cara y de procedencia francesa me golpea en el rostro e invade mi pecho.
— Mary, mi bella hija. — se separa de mi para tomar mi rostro. — Cada vez luces más y más linda.
— te traje estas flores. — se las entrego y ella me lo agradece con una leve sonrisa. Más la emoción que abunda en mi pecho, no se debe tanto al hecho de ver a mi madre, puesto la veo todos los meses. Es entonces cuando por el rabillo del ojo, logro avizorar un porte masculino, alto y poderoso.
Me separo de mamá solo para asegurarme de que no estoy equivocada de que en verdad se trata de él.
— ¡Papá! — chillo con emoción y me transporto hasta él en menos de lo que alguien tarda en pestañear. Su sonrisa se ensancha y me levanta del suelo para abrazarme.
— Mi pequeña, te he extrañado tanto.
— Yo también. — y tengo la necesidad de controlar mis lágrimas. A veces me molesta ser tan sensible, no poder controlar mis emociones como debería.
— No te pongas triste cariño. — Olvidaba que papá podía percibir las emociones de todos. — Ya estoy aquí.
— No es tristeza, es felicidad... Es añoranza. Ha pasado mucho tiempo y yo...
— Bueno, a ustedes siempre les gusta dejarme de lado. — Nina se cruza de brazos.
— Sabes que no es cierto. — Papá nos abraza a ambas y me deja un beso en la frente. — ¿A dónde quieren ir?
Agrando los ojos y por la sonrisa pícara de Daniel, sé que ya sabe lo que voy a decir.
— ¡Helados! — chillo y mamá revolea los ojos.
Es grandioso que aunque hayan pasado los años, siempre conservemos las pequeñas cosas y los bonitos recuerdos. Aún tengo presente el día en qué viajé por primera vez a Italia, papá lucía muy nervioso, había pasado mucho tiempo desde que no veía a su familia, varios años a decir verdad. Y era la primera vez que yo conocería a quienes vendrían a ser mis abuelos, mis tíos, mis primas.
<<< — Estas nerviosa. — Pregunta Daniel cauteloso.
Llevo casi seis meses viviendo con ellos, mis nuevos padres. Y han sido seis meses extraños, pero también maravillosos, pensaba que lo que veía en las películas o lo que nos contaban las señoritas del orfanato eran solo cuentos, que jamás sabría lo que significaba tener una familia. No obstante ahora lo sabía, tenía un papá y una mamá totalmente amorosos conmigo.
Hoy he viajado por segunda vez en un avión, no me causó tanto temor como la primera vez, sin embargo, papá lucía distinto, sus manos sudaban y no había dejado de peinarse el cabello.
— Un poquito. — susurro. — ¿Y tú? ¿Estás nervioso? — pregunto curiosa. Él suspira y me regala una de esas sonrisas con hoyuelos.
— No pequeña, no estoy nervioso. Pero ¿Qué tal si vamos por un helado?
Mis ojos se hacen dos soles brillantes y relamo mis labios con la lengua, asintiendo a la vez.
Papá conduce hasta un lugar grande, un centro comercial. Y me toma de la mano para ingresar, hay mucha variedad de postres, pero el helado era mi favorito, sin duda, aunque en realidad no sabía que sabor elegir.
— Un café frio para mí, y para la niña... ¿Qué sabor de helado deseas Mary?
— Aún no sé.
— Permítame ofrecerle estas muestras, de aquí podrá degustar y saber cuál prefiere. — Luego pruebo aproximadamente siete sabores de helados diferentes, y aunque el de chocolate me había encantado era demasiado dulce.
— Ya se, ya sé cuál quiero. — aplaudo. — Vainilla... Con chispas de chocolate. — sonrío pero mi sonrisa desaparece cuando veo el rostro de papá, tienes los ojos entrecerrados y parece serio.
— ¿Segura que quieres ese sabor?
— Emm... Bu... Bueno si no te gusta yo.
— No, está bien. Tráigale un bola grande de helado para ella.
Por momentos parecía ausente, pensé que quizás se debía a que mamá no pudo acompañarnos, aunque algo en mi pecho me decía que no, que se trataba de otra cosa.
Después de pasar a través de las áreas verdes, el chofer nos condujo hacia un gran sendero amplio e inclinado. Me quedo asombrada de cada cosa que veo, tanta vegetación, autos que van a súper velocidad, y los letreros táctiles como proyecciones en el cielo. Daniel sigue callado, después de haber estado en esa cafetería su voz se fue apagando, hasta hacerse un gran silencio.
El auto ingresa por un gran portón de rejas blancas, y seguimos un camino verde hasta llegar a un amplio jardín. Abro la boca, esa mansión es algo que nunca en mi vida había imaginado o visto, es el triple de nuestra casa en Irán y cruzo mis piernas asustadiza de poner un pie dentro.
Bajamos del auto y una mujer nos recibe con una adorable sonrisa.
— Ella es Isabel, y ella es Mary. — la mujer se coloca de cuclillas y presiona mi mejilla.
— Pero que bonita niña.
Escucho las risas de dos niñas que pronto salieron del interior de la casa. La bella niña de cabello naranja se queda estática y ladea el rostro, luego aparece otra con el cabello tan negro como la noche, tiene el cabello corto y unos ganchitos en la cabeza.
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Editado: 04.07.2024