Tengo Ganas de Amar

Capítulo 26: Damien

Aquí les dejo un capítulo de regalo :) 

 

Capítulo 26: Damien

Lucille se queda en silencio y decido romper con su nerviosismo besándola. Me encanta la manera en que reacciona ante mí, en que su cuerpo se acomoda perfectamente al mio, en que sus pequeñas manos sujetan mis hombros. Lucille es perfecta.

He tenido demasiado autocontrol como para no lanzarme hacia ella en el momento en que fui a recogerla, tengo esta maldita necesidad de besarla todo el tiempo, mas no quiero espantarla quiero intenta llevar todo con calma, aunque tanta calma empieza a volverme loco, ya me he acabo dos cajetillas de cigarros en lo que va del viaje pues tanta ansiedad me está torturando.

Podría besarla en lo que resta del viaje, podría tocarla cuanto más quiera y es que su cuerpo es hermoso, cada centímetro de su piel perlada me hacen desearla más y querer tenerla solo para mí. Lucille se separa y nada hacia la pequeña cascada, ríe escapando de mí y se me es difícil alejarme de ella por lo que voy detrás suyo.

Su cabello se ve negro como la noche, no es muy largo le llega a la altura del pecho y esos ojos, a quien debo agradecerle por tremendos genes y aquellos preciosos ojos verdes. Tiene una nariz respingona y pecas sobre el puente de su nariz que la hace ver adorable. Creo que me he quedado un poco idiota mirándola ya que la veo sonreír y salpica un poco de agua. La vuelvo a sujetar de la cintura, sin embargo, esta vez es ella la que se apega, cierta parte de mi cuerpo reacciona a su cercanía y a la fricción que hace su abdomen contra mí.

Basta Lucecita, estás torturándome.

Cierro los ojos para cuando ella me envuelve con sus dulces labios, tengo la necesidad de tratarla con delicadeza por momentos hasta siento miedo de ser como soy con ella, como si cada cosa que hago la estuviera dañando.

Aunque quizás ese pensamiento no es tan erróneo.

— ¿A quién te pareces más? ¿A tu madre o a tu padre? — inquiero.

— La mayoría suele decir que a mi madre, aunque mi cabello y ojos los saqué de papá.

— ¿Y eres muy cercana a ellos? — ella se da la vuelta y nada boca arriba extendiendo los brazos.

— Demasiado, mi familia para mí, lo son todo. — y le creo, noto en ella aquello que a mí me falta. Amor hacia mis progenitores, ella lo daría todo por quienes ama, y yo también, la diferencia es que solo hay una persona a quien amo con esa intensidad. —Tengo una familia numerosa, y creo que estamos pasando por un buen momento.

— Me alegro Lucille.

Después de un buen rato nadando. La veo tiritar de frio por lo que decidimos regresar. Empieza a oscurecer y estar a mitad de este bosque tropical de noche es un poco aterrador.

La cubro con un par de mantas que tengo en la maletera y seco su cabello con la toalla lo cual hace que Lucille se queje y que yo me burle de ella por el peinado que le hice.

— Basta yo puedo hacerlo sola. — refunfuña y yo aprieto su nariz. — Eres un molestoso Damien.

— Solo un poco. — En modo de venganza pasa la toalla mojada por mi cara haciendo molestos ruidos. — Hey. — la sujeto de las manos y la beso.

— ¿Me vas a detener con un beso cada vez que te moleste? — juguetea con sus pestañas.

— Lo pensaré.

Manejo hacia la casa, el cabello de Lucille aún está mojado y apoya un lado de su rostro contra la ventana. Está cansada, creo que no la he dejado ni un segundo de respiro en todo el día, y creo que hace mucho que no me divierto y la paso así de bien.

¿Hace cuánto que no reías de esa manera Damien?

Demasiado tiempo, definitivamente.

Aparco el auto, y ella tiembla cuando el viento la golpea, tenía una remera limpia aunque mis calzoncillos aún están mojados. Las nubes grises y oscuras anuncian que va a llover por lo que nos apresuramos a entrar.

— Aquí está calientito. — soba sus brazos y se aferra a la manta. Caminamos por el pasillo que nos lleva a nuestras habitaciones.

— Estas cansada.

— Solo un poco. — esboza una pequeña sonrisa.

Llegamos hasta su habitación y quiero besarla para luego presionar su pequeño cuerpo contra la pared. No obstante, me repito que debo controlarme, no debo asustar a Lucille con todo lo que mi mente pervertida piensa sobre ella.

Abre la puerta de su habitación y yo me quedo parado a un lado del marco, se da la vuelta para contemplarme y mordisquea su labio inferior.

— Supongo que me daré un baño y me echaré a dormir. — juguetea con su labio inferior torturando mi cordura.

— Bien, entonces hasta mañana bonita. — Beso su mejilla porque si pruebo su boca difícilmente podré parar.

Con todo el sacrificio del mundo hago que mis pies se muevan por si solos para retroceder. Cierro los ojos y camino dos pasos hacia mi cuarto.

— Damien. — Me detengo antes de alejarme más, giro sobre mi pies y la veo allí parada. Siendo lo más sexy que mis ojos han presenciado.

El vestido se apega a su piel y maldita sea que tiene los pezones erguidos por el frío. Me siento un jodido depravado pero no puedo dejar de adorarla con la vista, no puedo dejar de desearla. Cuando hago contacto visual con ella observo sus ojos dilatados y la manera en que su lengua pasa tortuosamente por sus labios.

Casi sin poder evitarlo, la busco y ella hace lo mismo, Lucille toma mi cabello y me besa, de una manera avasalladora y cautivante, absorbe todo y yo me grabo su esencia en la mente y en el cuerpo, camino haciéndola retroceder hasta que entramos a su habitación y cierra la puerta detrás.

La beso toda, su boca, sus mejillas, su cuello y debería parar pero no puedo. Escucho suaves sonidos procedentes de su boca y la levanto para que pueda envolver sus piernas en mis caderas, ambos gemimos cuando la siento tan cerca.

La frente de Lucille se apoya sobre la mía, y sé que debo ir despacio. Lucille es de las mujeres con las que cada segundo se convierte en algo distinto, con ella no tengo que ir rápido, al contrario, prefiero tomarlo con calma y disfrutarlo más. Acaricia mi rostro y mi besa quitándome el aliento, envolviendo su lengua suavemente alrededor de la mía, su espalda se arquea y mis manos pecan de indiscretas cuando bajan por su columna vertebral y se colocan sobre su trasero. La presiono y ella suelta un suave gemido que me incita a seguir tocándola.




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