Capítulo 32: Nate
En mis ojos se refleja el sol reluciente que es cubierto por el bosque frondoso y nos cubre casi en su totalidad, los arboles tienen algunas ramas extendidas a lo largo de la carretera causando la sensación de pasar por un túnel, cuando en realidad solo son arboles formando esta especie de camino en la carretera.
Parece un sueño, uno real de eso me seguro mientras contemplo a la hermosa mujer que me acompaña, tan pequeña, tan frágil, tan preciosa. Mary pone mi mundo patas arriba, desde que la conocí supe que había algo especial en ella y creo que poco a poco voy entendiendo.
No quiero decírselo todavía, pero presiento que ella es mi alma gemela, no me doy otra explicación a la conexión que tenemos, a la manera en que tanto ella como yo nos comprendemos, como si antes de saber lo que hará yo pudiera leer sus movimientos y pensamientos.
Mary voltea su rostro, me encuentra observándola o mejor dicho, adorándola, porque ella es una mujer digna de contemplar y admirar, al igual que mi madre, que Lucille.
—Hey. — aprieta mi nariz con los dedos, sonrío y la estrecho entre mis brazos. —¿Qué tanto miras?
—Creo que se escapó un hada del bosque. — Beso un lado de su sien y ella sonríe risueña.
— Nunca he visto una, dicen que son hermosas. — parpadea y asiento con un movimiento de cabeza.
— Suelen vivir en islas o en lugares donde no haya mucha población. Apuesto a que no son más bonitas que tú. — las comisuras de sus labios se eleban y se acurruca a mi lado.
— Basta Nate. ¿Ya has pensado en qué haremos al llegar? — inquiere curiosa.
— Hay un parque de diversiones y algunas otras cosas que hacen los humanos y que nosotros no. — entrelazo mi mano con la suya, notando lo pequeña que luce bajo la mia, sus dedos son alargados aunque no alcanzan los míos y tiene las uñas largas, pintadas de un bonito rosa que se asemeja a su color natural.
— Así que seremos humanos. —suspira. — Nunca me había planteado la idea.
— Pues a mi siempre me dio curiosidad. Será divertido.
— Ya lo creo. — sonríe y vuelve a darme la espalda. La noto observar a través de la ventana, hasta concentrada parece esta chica inteligente y bondadosa por la cual he perdido la cabeza.— ¿No sientes un poco de remordimiento por mentirle a Lucille? — pregunta tocando una fibra sensible en mi interior.
Suspiro y apoyo mi quijada en su hombro. — Un poco, sí. Pero en realidad quería hacer esto a mi manera y Lucille está tratando de llevar lo que sea que tenga con Damien.
— No creo que sea un mal chico, sin embargo, puedo presentir que traerá complicaciones.
— Es tan fácil de suponer. — Me encojo de hombros. — Además estoy seguro que no se ha creído el cuento de que estoy enfermo, supongo que en algún momento tendré que contarle a Lucille lo de nosotros.
Ella se estremece y me mira de reojo. ¡Mierda! Metí la pata.
—Digo... Sobre nosotros, en el viaje... Ya sabes. — rasco mi cabeza.
Mary asiente en silencio y no dice más. Me cuesta demasiado no oír sus pensamientos, estoy acostumbrado a hacer bromas pesadas y saber todo lo que los demás piensan o imaginan. Pero con Mary he hecho uso de todo mi esfuerzo para controlar el impulso de meterme en su mente, y creo que voy bien, ya no me hago bolas imaginando si le caigo bien, si está enojada, o que es lo que cree de mi. Supongo que es algo a lo que también deberé acostumbrarme una vez que me convierta en humano.
Tardamos un par de horas hasta llegar al pueblo de los deseos. Es un lugar mágico y movible, literalmente hablando. Es como el circo, solo que en vez de que te acerques a ver el show, eres tú mismo quien crea esta mágica velada. Los hechiceros y brujas que trabajan aquí, te conceden un deseo, uno que obviamente dura solo cuarenta y ocho horas y que además debe cumplir con varias normas, entre ellas que no quieras apoderarte del mundo, ni desearle la muerte a nadie o algo por estilo.
Mary es la primera en bajar del tren, la noto emocionada lo cual me contagia, no creo haber podido desear un mejor regalo de cumpleaños que pasarlo junto a ella. Creo que hasta cierto punto, todo se trata de Mary.
— Mira. — señala a un niño gigante al cual podemos divisar su gran cabeza desde lo lejos. — Nate, podrías desear que te achiquen la cabezota. — tira de uno de mis rulos y frunzo el ceño.
—Muy graciosa Mary Anne. — ella me saca la lengua y sostiene su maleta.
Me acerco hacia la caseta de recepción en donde he reservado un pequeño bungalow para los dos, tiene dos camas, una cocina, un mueble amplio y acogedor, además de haber pedido una biblioteca con muchos libros. El lugar es pequeño pero estoy seguro que va a encantarle.
— Hola, tengo reservado un bungalow para Jhonson. — la señorita, a quien puedo detectar que es un druida, me sonríe y asiente con la cabeza.
— Deberá abordar el teliferio, lo dejará en la sección de bungalows, el suyo es el número 10, luego podrá acercarse a la casa de los deseos, en donde uno de nuestros hechiceros hará de sus sueños realidad. — enarco ambas cejas volteo a ver Mary.
— Tienen todo un speech preestablecido. — dice risueña.
— Harán de nuestros sueños realidad—imito la voz de la mujer causando que Mary se ría, podría dedicarme a esto toda mi vida hacer reir a Mary.
Epaa, tranquilo hermano, estás pensando a futuro.
Me corrijo y vuelvo a poner los pies sobre la tierra, no debo pensar ni imaginar cosas que aún no sé si podrían pasar. Aunque deseara que fuera así.
Una vez instalados Mary se lanza sobre uno de los colchones, está feliz, lo noto en la manera que sonríe y que parece sentirse a gusto en todo el lugar, ni siquiera le ha prestado atención a los detalles o quizas si lo ha hecho pero justo en este momento agradezco poder contemplarla cuanto yo quiera, me resulta más interesante que los detalles en los alrededores.
—¡Nate! — estira su rostro para mirarme y extiende la mano. — Ven aquí.
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Editado: 04.07.2024