Tengo Ganas de Amar

Capítulo 33: Lucille

Capítulo 33: Lucille

Es el primer día de mi segundo ciclo en la universidad, debería estar emocionada y... Lo estoy, aunque en realidad me siento ansiosa y nerviosa, y no es precisamente porque conoceré personas nuevas o por los cursos que voy a llevar. En verdad se trata de Damien.

¡Maldito seas Damien!

He pasado el peine más de diez veces por mi cabeza intentando alisar mi cabello, aunque lo único que estoy logrando es esponjarlo.

¿Pero a qué se debe este repentino nerviosismo?

Pues sí, a que el troglodita de Damien me soltó la bomba de que lo aceptaron en la universidad, de que de alguna u otra manera ahora estará rondando alrededor mío y que tendré los nervios de punta.

¡Aish! Quiero gritar de solo imaginarlo, y de estar al pendiente de él, me estresa tanto.

Termino de arreglar mi cabello lo mejor que puedo y me coloco unos tenis blancos y unos jeans ajustados, nada ostentoso ni fuera de lo común, aunque a mi parecer debería llevar un chaleco de guerra, no estoy lista para esto.

—¡Lucille! — golpean a mi puerta y me apresuro a subirme la cremallera.

—Ya voy, ya voy.

—Y yo ya me voy.

—¿Qué? —grito y recojo mis cosas lo más rápido que puedo.

—Que te apures no tengo todo el tiempo.

—Maldición Enna. — gruño y abro la puerta.

Mi hermana está fantástica, enfundada en un bonito vestido primaveral hasta los muslos y una casaca jean corta, por lo visto alguien si se esmeró por lucir bien el primer día.

—Wow.

—Ay. —ella rebolea los ojos y me lanza las llaves del auto. —Papá dijo que debemos compartir el auto. —suspira. —Así que apresúrate.

— Ya va, por lo visto alguien no está de buen humor. — me cruzo de brazos y ella sonríe de mala gana. Noto cierta timidez en ella, aunque es difícil saberlo a ciencia cierta, de todas las personas que conozco, Enna es quien sabe ocultar mejor lo que siente. Es difícil interpretarla.

Después de coger unas cuantas tostadas y de meter todo lo que puedo a mi boca, ambas corremos hacia la bonita camioneta negra que papá nos regaló a ambas. Un regalo para confraternizar. Me pican las manos de querer saber que hablaron Damien y ella, el día que lo sacó de la casa, apenas y hemos podido conversar al respecto.

— Hasta aquí huelo tu nerviosismo Lucille. — presiono mis manos sobre el volante. —Si sigues así la próxima vez manejaré yo.

— Caray. —le gruño y por lo visto es un hobby propio de ella, molestarme hasta el cansancio.

— Entonces tú y el tal Damien, ¿ya están juntos?

—No vayas por ahí Adrienna. —aprieto más el volante y una sonrisa lobuna aparece en su rostro de muñequita.

—Pues es guapo me agradaría tenerlo de cuñado, con ese porte oscuro y malévolo...

—¡Basta! — freno en un semáforo rojo y ambas nos vamos hacia adelante siendo sujetadas por el cinturón de seguridad. Enna suelta una carcajada y se mordisquea los labios.

— Es taaan fácil sacarte de quicio. — apoya su cabeza en una de sus manos. — Vamos Lucille, ponte bien los pantalones y acepta que te mueres por ese chico.

Contengo el aire en mi boca, inflando mis cachetes y soplo por una leve abertura de mis labios. Pongo en marcha el auto y sacudo mi cabeza.

— Estoy procesándolo, vale, no pienso dejar que Damien juegue de ese modo conmigo. Un día sí, un día no, un día me habla, al otro me ignora, un día está a mi lado, al otro desaparece. — enuncio todo de la manera más rápida posible sin tomarme el tiempo de respirar. —Solo estoy... Tomando mis precauciones.

—Y no te culpo. — se acomoda en el asiento. — Puede ser muy atractivo, pero hay algo en él...

—¿Qué cosa? — la miro de reojo.

—No lo sé, sexto sentido de vampiro que no me deja creer lo suficiente.

No pronuncio ninguna palabra después de escucharla, y nos dejó fundir por el sonido de una canción lenta. Sé que Enna tiene razón, y es que ¿por qué tanto misterio con Damien? Aun no me creo el cuento del ataque a los hogareños, no ha aparecido nada en las redes, ni mucho menos en tv, hace tantos años que no hay disturbios que se me es difícil procesar que aún haya gente en esta ciudad que no conviva de la manera correcta. Sin embargo, no soy tan tonta como para ignorar de que Damien estuvo herido, alguien o algo lo atacó, no sé si se trató de otro humano, pero lo que haya sido significa que hay algo más acechándonos.

Pronto llegamos a la universidad y a dios gracias logro encontrar estacionamiento. Veo el auto de Nate a varios carros más allá y entonces noto su melena asomarse desde lejos, a su lado se encuentra Mary y me resulta curioso verlos tan... Cercanos.

—Peter vendrá por nosotras, pero quedé con Nate a que iríamos a almorzar juntos. — Enna frunce el ceño mirando en dirección de mi vampiro amigo.

— Bien, se lo haré saber.

—¿Cómo va la búsqueda de departamento? ¿Peter ha ayudado en algo? — ella se rasca el cuello y hace una mueca de desgano.

— Todos los apartamentos que me ha mostrado me hacen sentir en una cárcel. — sonrío y ella se apresura a tomar sus cosas. — Te veo luego.

—Pero Mary Anne está... — las palabras quedan en el aire cuando ella desaparece como un rayo, entrecierro los ojos porque es imposible ocultar el hecho de que algo ha sucedido entre ellas, no sé si sea culpa de Mary o de Enna, pero no tengo idea de que pudo haber sido tan fuerte como para romper una amistad como la de ellas.

— ¿Qué tantas bolas te haces en la cabeza musaraña? — Nate me inca dos nudillos en la coronilla y le doy un golpe a su mano.

— Auch. — le riño. — Eres un tarado, hola Mary.

— ¿Qué tal Lucille? Te vi con Enna.

— Mmm si, ella, estaba apurada. — rasco detrás de mi oreja y ella asiente.

—Pues digamos que también lo estoy, estoy tarde a mi primera clase, los veo luego chicos. — me da un rápido besito en el cachete y repite lo mismo con Nate, hasta que la vemos alejarse.

Giro sobre mis pies para encarar al cabeza de tornillo. —¡Tú! — lo señalo con mi dedo acusador y el retrocede.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.