Tengo Ganas de Amar

Capítulo 41: Damien

Primero disculpen la demora, ni siquiera me ha dado tiempo de editarlo completo, espero lo disfruten se viene el drama.

Capítulo 41: Damien

Hago un movimiento suave, e inserto la llave, me quedo allí por unos segundos, sin girarlá, sin atreverme a abrir la puerta hasta que es tarde. El sonido molesto que hace la puerta principal solo me pone más inquieto.

—Pasa. —le indico. Y Lucille entra cuidadosamente. Sus pies suenan con casd paso que da y es que hay un poco de loza levantada por la mala construcción de este hogar.

Observo a lucecita, curiosa y tímida, mirando todo a su alrededor. Yo solo permanezco allí, contemplándola como un idiota que no puede creer que existan mujeres tan hermosas como lo es Lucille.

—Sé que no es lo que esperabas. No es ni la mitad de lo que esperabas, pero...

—Está bien. — se da la vuelta sonriéndome—Todo está bien Damien. — acaricia mis nudillos y se aleja para ver los cuadros en la repisa, me tenso un poco. Las paredes de la sala de estar son de un color ocre, aunque se ven más oscuras por las cortinas y la poca iluminación.

Mi casa es como aquellas tradicionales, techo de madera, tejado por fuera de un solo piso y con distintas divisiones como ratonera, al fondo se encuentra ni habitación y la de mi hermana, mi padre suele echarse en aquel sillón reclinable, con las piernas sobre un puff y una cerveza helada que la coloca siempre encima de su redonda barriga. Mi madre sumisa ante cualquier orden por parte suya, se la pasa en la cocina, mirando la tv a través del pequeño arco que divide la sala de la cocina.

Solo tenemos un baño, un baño compartido, el cual muchas veces discuto con mi hermana por quien debe ir primero. Supongo que mi habitación no es ni la mitad de lo que es el cuarto de Lucille, quizá por eso me siento tan avergonzado mientras la llevo hacia allá.

No creo que sea un lugar agradable para ella, ni huele a flores, ni tampoco tenemos un jardín inmenso, a penas los pequeños maceteros de mi madre ya se han marchitado y algunas plantas están muertas, esperando porque la lluvia caiga y pueda darles algo de vida.

Contengo el aire cuando nos detenemos frente a mi cuarto, quisiera saber lo que piensa y a la vez me da terror, creo que tengo pavor de no ser suficiente para ella... Sé que no lo soy.

—Este... Este es mi cuarto. —abro la puerta la cual hace un chillido horrendo cuando lo hago.

Lucille se adentra curiosa, supongo que sus bonitos ojos están tratando de adaptarse, a la cama de plaza y media que ve, a la computadora, al escritorio, a la pequeña tv y porque no, a la canasta de baloncesto que tengo sobre mi televisor. Como dije hace un momento, mi habitación no es ni la mitad de lo que Lucille tiene.

Ella sonríe y se sienta, sus manos tocan el cubrecama, y la observo quitarse los zapatos.

—¿Te importaría si...

—No hay problema. —niego con la cabeza.

Y permanezco apoyado de la puerta. Estoy tenso, Lucille es la segunda chica que traigo a casa, pero se siente como si fuese la primera, nunca he tenido que sentirme cohibido con alguien, ni mucho menos he aparentando ser algo que no.

—¿Qué pasa?

—Nada. —frunzo el ceño y ella sonríe.

—Entonces porque estás allí parado como si fueses un policía. —Entrecierra los ojos. — Ven aquí. — palmea mi cama. Trago saliva y me acerco a ella, sentado a su lado, pero sin tocarla, sin embargo, es ella la que se acerca a mí. —¿Qué pasa Damien?

—Nada.

—No digas que nada, es demasiado obvio que te sucede algo. —Se cruza de brazos.

—Esta no es la casa lujosa que esperabas ¿verdad? —ella ladea el rostro.

—Porque dices eso.

— Porque lo noto en la forma en que miras todo. Con curiosidad, como si nunca hubieses visto algo similar. Naciste en cuna de oro Lucecita, para ti todo esto debe ser...

—Especial. —me corta.

Luci se pone de pie y posterior a eso se coloca sobre mi regazo con las piernas puestas a ambos lados de mi cuerpo. Se sobre sienta quedando su rostro tan cerca al mío.

—Es especial Damien. —repite. —Para mí, estar aquí contigo, significa que no me estas dejando de lado... Que no me estas alejando, al contrario, estás abriendo un poquito más de ti y eso para mí significa mucho.

— A pesar de que no tenga un jardín gigante, ni chóferes privados ni...

—Por favor. —revolea los ojos. —Cuando dices esas cosas me haces sentir una engreída. Todos esos lujos les pertenecen a mis padres, no son míos. Yo me ganaré a pulso todo, trabajando, creciendo, y para mí no es importante tener una mansión una casa más pequeña, con tal que ese lugar se sienta como un hogar.

Joder.

Estoy cagado... Estoy muy cagado.

La beso, porque creo que he perdido por completo la cabeza por esta chica. Esta hermosa mujer maravillosa, sencilla, humilde... Y podría seguir con los mejores calificativos para ella, pero prefiero besarla, y así acallar el terrible miedo que sentí hace unas horas. El terror que sentí porque pudieran hacerle daño.

Beso a Lucille sujetando su cabello y apretado sus caderas hacia mí, mientras ella se mueve de a poco y lento. Quizá no se da cuenta que cuando hace eso me vuelve loco, y hace que mis sentidos colapsen.

—Damien. — se separa para respirar con los labios con rosados y levemente hinchados.

Mierda, mierda ¡control Damien, debes controlarte!

A la mierda el control.

Sujeto a Lucille de los muslos y la echo sobre la cama colocándome sobre ella, su deliciosa boca busca la mía. Y me encanta tenerla así, con los ojos cerrados, mordisqueándose los labios y con las manos pidiéndome que la tome, que la haga mía.

Siento un no sé qué en el cuerpo, es más como un hormigueo que comienza desde la punta de mis pies y sube hasta mi cabeza. El dulce sonido que hacen sus labios, la manera en que su lengua humedece la zona baja de su boca. Me permito unos segundos, en los que mis dedos sujetan su rostro y acarician sus pómulos, ella es arte... Es perfecta.




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