Capítulo 44: Damien
Recuerdo el día en que mi profesor Jonathan trajo una mantis de dos cabezas a la clase de biología. Fue extremadamente sorprendente, como si ninguno de los mortales que yacíamos en esa clase hubiésemos visto jamás un bicho como eso.
Si, un bicho raro.
Todos alrededor observándolo, con asombro y curiosidad, por mi lado era más un poco de asco pues no me gustan los insectos.
Bien, en este preciso instante, soy esa mantis, soy ese bicho raro. A excepción claro que no tengo dos cabezas.
Realmente no esperaba el mejor recibimiento por parte de los no vivos. Estaba casi seguro que pasaría desapercibido, o que quizá mi olor haría que muchos estuviesen lamiéndose los labios, por lo apetecible que les podría parecer.
Sin embargo, nada de eso sucedió.
Lo que vi en sus ojos además de confusión, fue miedo ¿qué tan normal es que un vampiro le tenga miedo a un mortal? Creo que difícilmente le sucedería a cualquiera, ¿por qué yo sería la excepción?
— Eh Lucecita, no creo que...
—Ya empezó la ceremonia, debo ir con mis padres. — menciona ella mientras tira de mi brazo hacia una estancia con más gente reunida, todos alrededor mío siguen observándome. —No te molesta que te deje solo unos minutos ¿verdad?
— Ummm yo... —ella me sonríe con calidez y es imposible decirle que no.
—Gracias, será rápido.
Entonces escuchamos el nombre de Lucille y ella avanza hacia adelante en donde veo a sus hermanos y sus padres.
Los Hunter.
Observo a su madre, una mujer muy bella, con un parecido bestial entre ambas, sus ojos dan conmigo y rápidamente se hace a un lado para ver a quien supongo ha de ser su esposo. El hombre imponente frente a mí se trata de Lucian Hunter, lo reconocería donde fuera, es como un aura intensa y poderosa que emanara de él. Su mirada se encuentra con la mía, parpadea un par de veces y escucho el estruendo de una copa rompiéndose, justo la que él lleva en su mano.
Todos guardan silencio y voltean a verme Lucille pestañea y acaricia mi mano. — Luego te lo explico ¿sí? —No le respondo nada, permanezco allí detenido.
Siento un feo escalofrío recorrerme, no esperaba un buen recibimiento, pero tampoco esperaba que todos me vieran como si un fantasma se hubiese presentado. O que los ojos del padre de mi chica, ardieran como trinchera e intentasen lanzarme cuchillos.
Los minutos siguientes son tensos, o quizá sólo para mí. No dejan de verme de esa manera, empiezo a sentir que la corbata me asfixia, y ni siquiera sé porque traje una. Para mi buena suerte, la ceremonia dura apenas unos minutos y pronto Lucille está otra vez a mi lado.
— Lo siento. No pensé que reaccionarían así.
—Al parecer causé una gran impresión. — ladeo el rostro sonriéndole. Ella hace una mueca, puedo notar que se siente avergonzada y quisiera decirle que no debe.
—Debo hablar con mamá y papá, me das un momento. — Preferiría que no me dejara solo, pero lo entiendo. —Solo será un instante.
—No te preocupes, ve. —Ella me besa en la mejilla y se aleja.
Mientras, aprovecho en ingerir algunos bocaditos, a fin de cuentas, deberían sentirse mal por tratar de esa forma a los invitados, no es nada agradable que te observen como si te temieran. Puedo sentir, en particular, la intensa mirada de dos vampiros, uno es aquel rubio, parado en una esquina, apoyado de la pared con los brazos cruzados. Y otro, es el de los ojos rojos, en el bar, con una copa en la mano, sin quitarme los ojos de encima.
— ¡Bu! — me sobresalto y giro, con la mano en el pecho, la bella chica detrás de mí me consterna. —¿Quieres? Soy Enna por si lo habías olvidado.
—No lo hice. Y gracias. —Recibo una copa de vino.
—Lamento todo el espectáculo, mi familia es un poco... Peculiar. —Sonrío y niego. —¿Qué te causa tanta gracia?
—Qué estoy rodeado de sobrenaturales, sin embargo, yo parezco el bicho raro en este lugar. — hago énfasis mirando a mis alrededores.
—Entiéndelos, estas con la niñita de papá. No vas a tenerla nada fácil. — revolea los ojos y entrecierro mi mirada.
—Ya veo. ¿Y tú? — ella bebe de su copa y sonríe sin gracia.
—¿Yo qué?
—Acaso tú no eres otra de las niñitas de papá. — es gracioso que sea hermana de Lucille ambas son como el agua y el aceite.
—Hace mucho que dejé de serlo, créeme aquí nadie notaría si estoy o no. — su mirada se pierde en alguna parte.
Eso no sonó bien, supongo que algo ha de esconderse detrás de esos ojos oscuros y tristones. Recuerdo que todos tenemos un pasado, una vida de la cual no conocemos.
—Y no te sientas tan incómodo, de ser posible sociabiliza. No son tan desagradables como parecen. — saluda con la mano a un tipo que creo haber visto en la universidad. Un hombre alto de cabello negro como la noche y ojos claros.
No sé cómo piensa que debería sociabilizar con ellos, no conozco a nadie y la verdad no me complace hablar con ninguno, sigo sintiendo las tensas miradas sobre mí.
—Lo tendré en cuenta, gracias.
— Ya volví, ¿me perdí de algo? — Lucille se acerca con gracia y me abraza. La acerco a mi pecho y huelo el aroma que desprende de su cabello, parece lavanda o canela, no sé cuál sea el shampoo que ella usa, pero es fascinante. Le invito de mi vino y ella me lo agradece con una sonrisa espléndida que haría derretir a cualquiera.
—Será mejor que los deje solos. — enuncia Enna y se va en silencio.
#41393 en Novela romántica
#19794 en Fantasía
#7843 en Personajes sobrenaturales
Editado: 04.07.2024