CAPÍTULO 46: NATE
(***)
Tres semanas antes del accidente.
Mientras iba en el auto de mamá de camino a casa, ninguno cruzó alguna palabra, la mente de mi madre siempre fue difícil de leer, se encargó perfectamente de saber cómo ocultar lo que pensaba ante mí. Y las veces que logre escucharla fueron momentos de distracción en donde parecía divagar en recuerdos profundos. Siempre la escuché pensar en un hombre, sabía que no se trataba de Enzo, era acerca de un amor de muchos años atrás. Pero jamás imaginé que se trataría de Daniel Hunter.
Cuando llegamos a casa, simplemente bajo del auto. No le dirijo la palabra a mi madre, y entro en dirección hacia mi antigua habitación. Me cruzo con Lorenzo y le hago un asentimiento con la cabeza, luego me encierro en mi cuarto.
Mis piernas tiemblan porque me siento nervioso, hace mucho que no perdía los papeles de esta forma, bueno, digamos que debido ha algunos acontecimientos en casa no he vuelto a ser el mismo, no desde que supe el gran secreto de mamá.
Trato de hacer a un lado mis pensamientos sobre mi madre, y me dispongo a llamar a Mary, pero ella no contesta. Mierda, también llegué tarde para ella, quizá... si hubiese ido a la fiesta, si mi enojo con la familia lo hubiese dejado a un lado y hubiera acompañado a Mary, nadie la hubiera lastimado, estaría sana y salva y no estaría alejada de mi justo ahora.
La idea no deja de rondar en mi cabeza. Y es que nunca me creí una persona resentida, al contrario, me enseñaron desde pequeño que un buen hombre sabía perdonar, era lo que mamá repetía. Y de pronto pienso, que quizá la culpa no fue totalmente de Daniel Hunter que no quiso reconocerme como su hijo, quizá mi madre hizo algo... algo que pudo resultar imperdonable para él, más no lo sé, y quizá nunca lo sepa.
Siento un amargo en la boca y en el pecho, de solo pensarlo. Mi mundo estaba bien... estaba bien hasta que supe la verdad, una verdad poco oportuna en el momento que se dijo, que quizá debió llegar mucho tiempo antes, mucho antes de hacerme sentir un desplazado, un niño a quien siempre le hizo falta el cariño paterno, saber que tenía un héroe... un héroe al cual llamar papá.
Mi móvil suena por fin y corro a responder.
—Nate.
—Mary, ¿cómo estás? ¿te encuentras bien? — inquiero mientras camino en círculos en mi habitación, puedo escuchar ruido a sus alrededores, son como vibras lejanas y ella parece hablar muy bajo.
—Si, estoy bien... no te preocupes. —balbucea.
—Mary si quieres que pase por ti, no dudes que...
—No.—responde y la escucho suspirar. —Tengo... hay cosas que debo resolver aquí.
—Se trata de tu padre.
—Algo así, te lo explicaré luego, pero...—hace una pausa, oigo como sus dedos tamborilean sobre su regazo. —Me quedaré unos días con papá ¿sí?
—Linda ¿qué sucede? Te conozco y sé que algo está pasando. —ella vuelve a suspirar y cierra los ojos, luego apoya su cabeza sobre una pared.
—No puedo engañarte... hay un asunto muy delicado, que necesito averiguar, por favor dame tiempo y prometo contártelo todo ¿sí? —me acuesto de espalda sobre la cama y desearía poder escuchar sus pensamientos a través del móvil. Se que le prometí a Mary que no me metería en su cabeza, pero estoy lamentando no haber estado más atento a ella.
—Bien, pasaré a recogerte en unos días ¿te parece?
—sí, gracias. — murmura. —Y Nate... ¿me harías un favor?
—Lo que quieras amor. —contesto con seguridad.
—¿Podrías resolver las cosas con tu madre? habla con ella, por favor. —trago saliva y permanezco unos segundos en silencio.
Quizá no debí asegurarle el favor antes de saberlo. Coloco mi antebrazo sobre mis ojos y con incomodidad termino aceptando.
—Prometo hablar con ella.
—Gracias amor. Ahora debo colgar, estaré escribiéndote.
—Bien, hablamos luego. Te quiero
—Te quiero.
Cuelgo y permanezco tumbado en la cama mirando hacia el techo. Acabo de hacerle una promesa a Mary y yo nunca rompo una promesa, sin embargo, aún no estoy seguro si puedo enfrentar a mamá. Estoy enojado, estos meses que han pasado pensé que servirían para que pudiera disuadir mis sentimientos para que pudiera dejar esta amargura a un lado.
Pero pienso otra vez en lo que dijo Daniel Hunter de mí, en como trató a mi madre, en como todo el mundo lo sabía y terminaron ocultándomelo, quizá eso es lo que más me enoja, sentir que viví todo este tiempo en una mentira. Ahora resulta que soy un Hunter, y no cualquiera, soy el jodido hijo del gobernador, del padre de mi novia.
—Mierda— golpeteo la cama con la palma de mi mano, de pronto escucho el leve sonido de unos nudillos en la puerta, por el olor sé que se trata de Enzo. —Pasa. — respondo.
Enzo se asoma con una sonrisa de lado y cierra la puerta tras suyo. —Hola Nate, no me diste tiempo de recibirte como mereces.
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Editado: 04.07.2024