Tengo Ganas de Amar

Capítulo 51: Mary

Capítulo 51: Mary

(***)

— Mary... — una dulce voz susurra en mis oídos, se escucha bien, me transmite cierta calma que llega a mi cerebro, es extraño porque hace mucho que no sentía esa sensación. — Mary... — y hay mucha calidez, tanta que apacigua el nerviosismo de mi cuerpo. — Mary despierta. — mi cuerpo se sacude y abro los ojos de inmediato.

Me encuentro con unos ojos grandes y tiernos como los de un venado, llevan el color rojo intenso dentro de sus iris, una mirada dulce y enternecedora, luego una bonita sonrisa se asoma en un gesto risueño.

— Querida, ¿no has estado descansando? O es que no te estás alimentando bien.

— Emma. — parpadeo y enderezo mi cuerpo, me siento terrible, me quedé dormida y doblada en su mesa de cocina.

Ella se acerca a la refrigeradora y saca de allí una bolsa de sangre que luego vierte en un bonito vaso con un sorbete de aluminio. Me lo extiende y le doy un agradecimiento con la cabeza.

— Ten, bebe y aliméntate bien, Nate ya no tarda en llegar.

— Lo siento, no suelo quedarme dormida... no de esa forma. — Ella ríe y se sienta frente a mí, con el brazo sobre la mesa y apoyando su rostro en la palma de la mano. Es gracioso que ambas hagamos el mismo gesto.

— Tranquila, imagino que es por todo lo que ha estado pasando, lo de Peter nos ha golpeado a todos, además la familia siempre ha sido muy cercana y bueno imagino que tú y Peter...

— Somos amigos, ya ha pasado un buen tiempo de lo sucedido entre nosotros así que estamos bien. — me apresuro a decir. Ella ríe y bebe un poco de la sangre en un vaso.

— No dije lo contrario.

— Digo tampoco somos tan amigos, pero conozco a Peter casi de toda la vida... me crie con ellos así que sí, también es parte de mi familia.

— Me alegra que aún le tengas tanto aprecio. Es importante no guardar rencor a las personas. — ladeo mi rostro mirando a Emma, ella suspira y de pronto me pregunto... si pensará lo mismo viniendo de ella.

— Puedo... ¿puedo hacerte una pregunta personal?

— Si claro. —Responde.

— Tu... ¿aún le guardas rencor a mi padre? — Bee levanta las cejas y luego mira hacia su vaso. — Digo, no sé en realidad lo que sucedió entre ustedes, pero por lo que escuché de papá... no fue solo un amor pasajero.

— Ni, aunque quisiera podría guardarle rencor a tu padre. Digamos que es más complicado que eso... tu padre siempre será... — se queda a mitad de la oración como si pensara en lo que va a decir, sonríe de lado y suspira. — Una persona que recordaré toda la vida, además, compartimos un hijo... ya sabes. — se encoge de hombros.

— ¿Lo amaste? — Emma me mira por unos segundos y sonríe.

— Por supuesto, no tienes idea de cuánto. — eso me enternece y espero no haber sido imprudente.

Quiero preguntarle un par de cosas más pero entonces escuchamos la puerta principal abrirse y la voz de Nate, anunciando que ha llegado. Me apresuro a ir a saludarlo, pero antes de correr a sus brazos me detengo, cuando noto a la mujer a su lado.

Es su abuela, la mujer se percata rápidamente de mi presencia y me regala una cara de pocos amigos. Aun no entiendo que le hice, o porque parece querer eliminarme como si fuese alguna clase de bicho feo que ensucia la mesa.

— Mi amor. — Nate deja las bolsas de compra en la entrada y viene hacia mí para levantarme entre sus brazos y besarme la boca. El gesto me toma por sorpresa, abro los ojos y parpadeo, pero rápidamente me recompongo y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello para besarlo con la misma efusividad.

Escuchamos una tos detrás nuestra, eso hace que Nate me regrese los pies al suelo, me pongo derecha y sonrío, aunque me siento acalorada, Nate suele causar eso en mí.

— Abuela, si recuerdas a Mary ¿verdad?

— Nona muy buenas tardes. — Saludo cordial, ella me sonríe, debo admitir que sus ojos me escudriñan mientras siento que su sonrisa no es totalmente real.

— ¿Nona? — la abuela de Nate parece sorprenderse, Nate me dijo que podía llamarla así, y entonces observo un gesto extraño en ella, no sé si se trata de una sonrisa, pero parece actúa de manera que llama a mi curiosidad. —Un gusto verte muchacha.

— El gusto es mío. — sonrío con amabilidad. Quisiera realmente caerle bien, nunca me he llevado mal con nadie, y menos con los ancianos, aunque algunos sean un poco cascarrabias.

— Uff que bueno que ya llegaron, me moría por cocinar mis ravioles y me faltaba más salsa roja, vegetariana para ustedes claro. — dice Enzo, apareciendo de la nada.

Paso una tarde agradable, la comida de Enzo siempre es deliciosa, y al menos me gusta la compañía que me hacen... me agrada sus conversaciones, sus risas y ocurrencias y eso me hace sentir... más cercana, me hace alejarme de todos mis pensamientos, y definitivamente es lo que más necesito por ahora... despejarme. Quizá el sentir un ambiente tan familiar es lo que me hace sentirme tan cómoda, ya que en casa se perdió hace mucho.




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