CAPITULO 55: ADRIENNA
(***)
Estoy enojada, ni siquiera recuerdo la última vez en que la rabia consumió cada poro de mi cuerpo. Solo sé que cada terminación nerviosa en mi interior está electrificada, y como la sangre recorre mis venas de manera intensa.
La dirección donde me citó es una maldita plaza a la espalda de un centro comercial, muy conveniente para ser ella. Hay mucha gente al rededor, demasiada, pero mis sentidos están más alertas que nunca, por cualquier movimiento en falso.
Entonces la veo, me mira desde el otro lado de la calle, lleva un paraguas para las gotas de lluvia que acompañan la tarde nublada, tiene una sonrisita socarrona disimulada, y sus ojos me observan afilados e hirientes.
Aprieto las manos, con tanta fuerza que puedo sentir como mis uñas se entierran en mi piel, más eso no me causa ni una jodida pizca de dolor, ojalá pudiera sentir algo más que la profunda tristeza en mi pecho.
Con forme voy avanzando hacia ella, noto algo extraño por el rabillo de mi ojo, un hombre, alto y robusto, viste completamente de negro y no deja de observarme, como si ante cualquier movimiento en falso por parte mía, estaría dispuesto a atacar. Cuando mi rostro gira hacia mi lado izquierdo, veo a un segundo hombre, camina a varios metros a la par, me escudriña tan minuciosamente que entiendo que ambos están con mi madre.
Por fin llego hasta ella, retrocede hacia la entrada de un estacionamiento y baja su paraguas.
— Llegas un poco tarde. Pensé que ya no vendrías. — dice con algo de burla en su voz. Peina su cabello y escurre las gotas de lluvia con sus manos, trago saliva e intento sacar fuerzas de donde no tengo para poder enfrentarla, estoy rabiosa pero débil... demasiado. — ¿Qué? Ahora no piensas decir nada. La última vez estuviste algo ofuscada.
— Tú... — muerdo mis mejillas internas y ella ensancha su sonrisa.
— Cariño ya va, no puedes seguir molesta con tu madre. Además, el tipo ese ya está fuera de peligro. Tenía que darte una lección.
— ¿Una lección? — Espeto sin poder creer lo que dice.
— Así es. te advertí que te alejaras de ese tipo, te dije claramente lo que tenías que hacer, pero tú... me desobedeciste en todo.
— No pienso seguir ninguna otra de tus órdenes ¡No más! — exclamo levantando los brazos.
— Ntz... ntz... Ntz.. Creo que ya tuvimos esta conversación cariño. — Entonces los dos hombres que vi hace un momento se acercan más hacia nosotras. — La próxima vez, Peter no tendrá tanta suerte.
— ¡Cállate! — grito. — No te atrevas a amenazarme, ni siquiera volver a acercarte a Peter, él no tiene nada que ver en todo esto.
— Es una distracción Enna. Ese tipo... solo te ha confundido. — espeta y se acerca a mí. — Mira, te ha puesto en mi contra. Debí haberlo matado.
— ¡YA BASTA! — exploto. — ¡BASTA! Estoy harta madre, absolutamente harta de todo esto, de pelear una batalla en la que yo no tengo nada que ver. Estoy harta de ser tu peón, el maldito juguete que mueves a tu antojo. He terminado con Peter si es lo que te preocupa, así que él no tiene nada que ver aquí, ya no más mamá, ya no más.
Noto como sus facciones se endurecen, y sus pupilas se oscurecen, los iris rojos en sus ojos se encienden aún más.
— Yo digo cuando esto acabe. ¡Yo! Adrienna, entiéndelo. Mientras tanto seguirás haciendo lo que yo te pida.
Cierro los ojos y retrocedo un paso, cubro mi rostro para acallar mi llanto, pero esto duele demasiado.
— No puedo más madre, te lo he dado todo y aun así... aun así no es suficiente para ti. Quiero que esto acabe, es lo único que te pido. — suplico.
— Bien. De acuerdo. — limpio mis ojos y parpadeo confundida por lo que ha dicho.
— ¿Qué?
— Haré que acabe para ti, te dejare en paz.
— Lo... ¿lo dices en serio.? — balbuceo creyendo que estoy alucinando.
— Después de que alejes a Damien de Lucille. Claro está. — aprieto los dientes.
Que estúpida Enna, como puedes pensar que tu mamá te dejará en paz.
— Lo único... lo único que quiero cariño. — se acerca a mí y toma mi rostro, intento moverme hacia un lado, pero sus uñas se clavan en mis mejillas. — Es que paguen por todo el sufrimiento que nos han hecho pasar. Por habernos separado. Entonces solo así podré estar tranquila, podré regresar, dejar de esconderme en estos lugares. Eres mi hija Adrienna, eres todo lo que me queda.
Miro hacia mis pies, e inhalo aire como si este me faltara. Es inútil tratar de escapar de ella, ahora lo sé.
— Ahora ve a casa, o a ese lugar horrendo de universitarios. Lion y Rex te acompañarán.
— No necesito compañía. — espeto mirando a ambos.
— No te pregunté si la necesitabas. Ellos te mantendrán vigilada, así que déjate de niñerías. — aprieto los dientes y solo salgo de allí.
Ahora más que nunca, estoy atrapada.
(***)
La visita de Mary Anne me ha dejado aún más ansiosa de lo que he estado en estos últimos días. Definitivamente fue una sorpresa el verla tocar a mi puerta. Y por un momento, por un pequeño instante, olvidé todos nuestros problemas, me sentí como cuando éramos esas amigas inseparables, que siempre estaban la una para la otra, apoyándose en lo bueno y lo malo.
Aún a pesar de que nuestra amistad se haya roto, no puedo dejar de preocuparme por ella, de querer saber que está bien, de que Nathaniel la hace feliz y está viviendo su propia historia de amor. Quiero que Mary sea feliz, lo deseo desde lo más profundo de mi oscuro e inerte corazón, por ende, cuando me dijo que escapó de casa, una mala sensación se apoderó de mi pecho. Algo no andaba bien, y me jodia tanto no poder ayudarla o no haber estado cuando necesitaba a alguien.
Mi pie no deja de tamborilear contra el frío piso, mientras me quedo pegada mirando hacia la ventana, el taxi que solicité para ella se encuentra afuera, no logro divisar a la persona que se encuentra dentro del auto, pero me tranquiliza saber que tengo sus datos, MaryAnne se apresura a subir al Lexus color azul oscuro.
#41393 en Novela romántica
#19794 en Fantasía
#7843 en Personajes sobrenaturales
Editado: 04.07.2024