Tensión Textual

1. El día que Jordan Cooper perdió la partida

–¡Me revienta la paciencia que siempre sea así! ¡Tan hijo de…! ¡AAHH! ¡LO ODIO, LO ODIO, LO ODIO!

–Ya, corazoncito, no pierdas la paciencia, piensa en claro.

–¡El trabajo era individual y era mío!–le explico a Ganesh, mi mejor amiga de la universidad mientras sacudo el móvil tras ver la devolución de mi trabajo entregado y descubrir que apenas está aprobado con un “Suficiente” y en el motivo “recordar la consigna: si dice individual, es individual”. ¡Pero claro, no sé cómo lo hizo, pero me lo robó y lo presentó como que era de los dos! ¡Me robó mi trabajo, yo le dije que no volvería a hacer nada más con él! ¡Es un idiota!

–¿Y qué vas a hacer?–me pregunta Ganesh.

Inspiro profundamente y sé que no dejaré las cosas así como están.

Cruzo el campus con pasos decididos, mi corazón late fuerte y rápido, alimentado por la furia que recorre mis venas. El sol brilla sobre los edificios de la universidad, pero mi ánimo está oscurecido por la traición. Jordan ha cruzado la línea, y no puedo permitir que se salga con la suya.

Desde que estábamos en el cursado de primer año que se acercó a mi para que hagamos “juntos” los trabajos. Claro que tenía algo mucho más severo preparado el muy idiota y era que notó quién era la más nerd de la clase para acercarse a ella y ganarse sus calificaciones.

Yo claro que quedé muerta por su encanto que pronto se convirtió en decepción al carme cuenta de que jamás me miraría de la manera que yo lo miraba a él y de que me manipulaba para conseguir que siempre le haga los trabajos y los exámenes. Pero claro, al intentar apartarme de él ¡él no se alejaría con tanta facilidad de mí! Ayudarlo a rendir sus exposiciones, a estudiar, a entregar las tareas mientras él se la pasaba de fiesta, claro que aquella Holly Anderson boba que antes dejaba pasar situaciones así ahora se terminó. Le quise poner un límite, pero él definitivamente ya lo pasó.

Entro a la cafetería con un único propósito: enfrentar a Jordan. Mis manos están apretadas en puños y mi mirada busca entre las mesas a ese tramposo. Siempre está acá con sus amigos vendiendo yerba o programando una próxima fiesta. No me equivoco esta vez: ahí está, relajado y riendo con sus amigos. Mi enojo se intensifica, pero intento mantener la compostura.

Me acerco con firmeza, cada paso resonando con la rabia que se acumula en mi interior.

–Jordan–llamo con voz firme llamando la atención de sus amigos primero.

Se gira hacia mí con una sonrisa seductora, como si no hubiera hecho nada malo. Sus ojos brillan con diversión y sé que esto no será fácil.

–Holly.

Lo enfrento directamente:

–¿Qué te pasa, Jordan? ¿Realmente crees que puedes salirte con la tuya?–Mi tono es cortante, pero él responde con un chiste, como si todo fuera un juego. Su humor intenta socavar mi enojo, pero no cederé.

–Holly, nena, solo estaba tratando de mejorar un poco tu aburrido trabajo–responde con una risa arrogante. Sus palabras me atraviesan como dagas, pero me niego a dejar que su actitud me debilite–. De hecho, le agregué unas palabritas, unos ejemplos, conserva tu esencia.

–Este trabajo es mío y tú lo sabes. No toleraré que te lleves el crédito por mi esfuerzo–le digo severamente, mis palabras son cortantes como cuchillas que parecen resbalarle. Él se encoge de hombros, como si todo fuera un juego. Pero esto no es un juego para mí.

Jordan, con su encanto y sus chistes malos, intenta desarmarme.

–Vamos, Holly, solo estaba tratando de ponerle un poco de vida a esto. No te pongas tan seria, además siempre hacemos los trabajos juntos, no hay motivo para cambiar ahora las reglas del juego.

Pero mi determinación no flaquea.

–No me menosprecies, Jordan. Este es mi trabajo, mi esfuerzo y no permitiré que te aproveches de ello–me cuesta, pero me mantengo con firmeza, aunque sus intentos de desviar la situación con sus bromas persistentes me sacan de quicio.

–Qué egoísta, ¿no creen, muchachos?–. Se vuelve a sus amigotes quienes lo apañan con risitas–. La sabionda se saca todas las buenas notas y una vez que uno puede compartir el éxito, se enoja. Digo–se vuelve a mí–, “sabionda” va con todo respeto, no te vayas a enojar también por eso.

La sangre me sube como una olla a presión mientras hierve sobre el fuego.

Mi amiga me alcanza, pero no me sirve de mucho que intente mantenerme cuerda porque ya mantuve la calma durante tres años con este sexy idiota manipulador y psicópata, se le terminó.

–Habla con la profesora, dile que me robaste el trabajo–lo desafío.

Y como resulta suelta una risotada.

–Si no lo haces, te juro que… que voy a…

Jordan se encoge de hombros con desdén y su sonrisa seductora se ensancha.

–¿Sabes? Deberías agradecerme. Después de todo, podría haber sacado tu nombre del trabajo por completo. Te estoy haciendo un favor al incluirte, ¿no crees?

Sus palabras caen como un cubo de agua fría sobre mi enojo ardiente. ¿Cómo se atreve a sugerir que debería agradecerle por algo que nunca debió hacer en primer lugar? Mantengo la mirada fija en él, negándome a darle el placer de verme derrumbarme.

–¡Esto es ridículo! No tienes derecho a quitarme el mérito de mi trabajo. No es un favor, es un robo–respondo con firmeza, luchando por mantener mi compostura mientras su actitud desafiante amenaza con socavar mi determinación.

–Holly, amiga…

–No, Ganesh. No–le contesto, seria–. No voy a dejarme vencer nunca más por él, cambiará todo a partir de ahora.

Él se ríe, como si todo esto fuera simplemente un juego para su propio entretenimiento.

–Siempre tan dramática–me dice sentándose y vuelve a darme la espalda–. Tal vez deberías relajarte un poco. No hay necesidad de tanto alboroto, ven fúmate algo, yo te invito–dice, como si intentara restar importancia al hecho de que ha usurpado mi trabajo.

–¡Oye! Esa hierba es mía–le dice su amigo Tyson y se ríen todos.




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