Lotty
Siempre creí que las películas era el único lugar donde podían despertarte a media noche de tu primer día de clases. Pero, resulta que me he equivocado. Porque esa misma noche de mi llegada al campus, alguien aporreó nuestra puerta y temí que se tratase de algún altercado o secuestro estudiantil. Puedo imaginarme a mi pequeño e infartable corazón gritándome justo al pie de mi oreja.
Taissa gruñe cuando los aporreos contra la puerta continúan, y eventualmente, son acompañados de una melodía tenebrosa. También hay gruñidos y murmullos afuera que se filtran por la puerta. Aparto el edredón fuera de mi cuerpo, y los aporreos se vuelven atronadores. Meto mis pies dentro de mis pantuflas de renos, y me envuelvo en una de las tres cobijas gruesas que uso para dormir.
Veo que Taissa se ha incorporado, pero sigue con los ojos entrecerrados. Mientras tanto, Naomi sigue profunda en su sueño. Me acerco a la puerta dando temblorosos pasos, y a un chasquido de abrirla, la puerta es abierta de sopetón. Una persona con su rostro cubierto por una mascara de la casa de papel, me mira a mí primero y luego lanza una mirada a mis compañeras. Veo que lleva una pistola entre los dedos envainados en un par de guantes negros, y le devuelvo el gesto horrorizada.
¿Qué mierda rara ocurre en este lugar?
—¡Salgan ahora! —grita. Su voz sale robotizada, y nos señala a las tres con su pistola antes de seguir gritando a través del pasillo—: ¡Todo el mundo fuera de sus camas, ahora! —Vuelve a mirarme, y ruge—: ¡Ahora!
Mi cuerpo entero tiembla, pero no hago otra cosa que obedecer porque mi vida depende de ello. Sigo sin entender qué demonios está ocurriendo aquí, pero es turbio. Taissa se lanza de la litera, y envuelve su delgado torso con su abrigo negro. Descuelgo el mío del perchero, y me giro hacia Naomi, la cual sigue durmiendo pese al alboroto que reina en el pasillo colindante.
—¿Por qué demonios sigue dormida? —susurro, envolviéndome en mi abrigo. Es grueso, y está revestido internamente por una gruesa capa de pelo artificial.
Taissa se frota la cara, y se acerca hasta la cama en la que Naomi ronca.
—¡Despierta! —le gruñe. Se encarga de arrancarle la almohada debajo de la cabeza, y la tira al suelo.
Santo remedio para que la reina del zodiaco abra los ojos. Luce confundida al ver la puerta abierta de par en par, y a nosotras dos vestidas con pijama y abrigos. Parpadea un par de veces, y un estallido hace vibrar las ventanas. Parece que proviene del piso de arriba, y mi corazón da un salto para caer ovillado dentro de mi pecho.
—¿Por qué están vestidas? —Naomi inquiere con sus pensamientos todavía en la luna.
Taissa le lanza su abrigo.
—No sabemos. Hay una cuerda de idiotas disfrazados sacando a todo el mundo fuera de las habitaciones.
Naomi se rasca la sien, y atrapa el abrigo bajo sus dedos.
—¿Personas disfrazadas? —repite ella.
—Idiotas disfrazados —aclara Taissa, poniendo sus ojos en blanco. Camina hasta la puerta, y se planta junto a mí—. Así que mueve tu culo para que podamos bajar, ver qué mierda ocurre y volver a subir para poder dormir de una maldita vez.
Naomi asiente, y se levanta con el amodorramiento arraigado a su sistema. Se echa el abrigo a los hombros, y nos apresuramos en escabullirnos al pasillo. Sigue habiendo un montón de chicas en pijamas. Todas tienen cara de recién haberse acostado a dormir, y a juzgar por sus ceños fruncidos y algunas lágrimas mediocres, todas se encuentran en la misma situación: ¿qué cojones sucede aquí?
Los parpados me hacen peso mientras hacemos una fila para abordar las escaleras. Naomi ha sacado su móvil, y va grabando cada detalle de lo que sucede. Taissa permanece con su cara gritando un ‹‹Me acabo de despertar en contra de mi maldita voluntad, así que, si aprecias tu jodida vida, ni se te ocurra hablarme ahora››.
Finalmente, pocos minutos luego de la peor gestión de la vida, logramos llegar abajo del edificio. La recepción está cerrada, y un grupo de personas con caretas de actores famosos se encuentran movilizando el allanamiento a las habitaciones. Llevan uniformes, y también varas luminosas que nos conducen a través del campus.
El frío es inclemente cuando salimos fuera del edificio. Me abrazo a mí misma, y me esfuerzo en no perder de vista a mis compañeras de habitación. Naomi susurra cosas a su cámara, y Taissa rueda sus ojos cada tres minutos y medio.
—¡Ey, tú! —Una persona que usa una careta de Harry Styles se acerca a Naomi, y señala su móvil—. No puedes usar eso ahora.
—Pero, ¿no puedo grabar un Tik Tok por si desaparezco? —pregunta Naomi, apuntando al falso Styles con su cámara trasera.
Él niega.
—¡Guárdalo!
—Pero... —Naomi se rehúsa, y Taissa, hastiada, decide arrancarle el móvil de las manos a la susodicha. Naomi esboza un morrito, y accede a guardar el aparato dentro del cálido bolsillo de su abrigo.
—¡Ey, Harry! —Taissa le hace una seña—. ¿Hasta cuándo va a durar toda esta mierda? Tengo clases temprano, y odio dormir menos de ocho horas.
—Pues esta noche vas a tener que trasnocharte, porque no acabará pronto. —Es la turbia respuesta del Harry sonriente, antes de verlo andar a brinquitos por la calzada del campus.
Taissa lanza un prolongado bufido, y aprieta los labios.
—Ya sé qué demonios está sucediendo —masculla con la voz impostada.
—¿Qué? —inquiero, sin entender la situación tan bien como ella.