Lotty
Un estruendoso sonido me hace despertar.
Mantengo los parpados cerrados, y estiro a mis entumecidas extremidades para comenzar a moverme. El sonido sigue flotando a mí alrededor. Sube de tono, y se vuelve ronco y amedrentador. Me dedico a abrir los ojos, y parpadeo varias veces mientras me acostumbro a los tenues rayos de luz que se filtran por la ventana.
Entonces, veo a la dueña de los sonidos. Suenan como gemidos roncos.
Naomi está sentada en medio del suelo, con las piernas cruzadas y los brazos abiertos. Tiene los ojos cerrados mientras su pecho sube con una parsimonia angustiante. Súbitamente, la puerta de la habitación se abre. Taissa entra con una toalla enrollada en los hombros, y le dedica una mirada entornada a Naomi, que sigue con los ojos cerrados.
—¿Por qué sigues haciendo eso? —inquiere Taissa.
Naomi arruga la nariz, pero no abre los ojos.
—Se llama meditación.
—Pues, no me gusta tu meditación a las cinco de la mañana.
—Es la mejor hora del día —se queja Naomi. Esta vez, abre un solo ojo.
Taissa rebuzna, y camina hasta su maleta.
No ha desempacado todavía, y presumo que se debe a la carencia de espacio. El diminuto ropero se lo ha quedado entero la chica que medita en el suelo.
Me saco la manta de encima, y veo que el abrigo de Justin ha quedado aplastado bajo mi trasero. Taissa me lanza una mirada mientras se pone sus largas botas negras.
—¿Te ha despertado?
Miro a Naomi, que ha regresado a su rutina.
—Hum... algo así. Pero no importa.
—El baño está solo. Por si quieres ir ahora, antes de que se llene de un montón de arpías.
—Vale. Iré en un momento.
Me levanto, y ordeno la cama. Siempre me causa tranquilidad empezar el día con orden. Me da la sensación que el resto del día será igual. Tranquilo y armonioso. Alargo los brazos y capturo las esquinas del edredón para hacer un reborde elegante. Apilo las almohadas, y también acomodo el abrigo de Justin sobre una de las almohadas.
Oficialmente, es el primer día académico. Un lunes por la mañana, y aunque mi alarma debería sonar en veinte minutos, los graznidos de Naomi han robado su tarea. Saco una toalla de la maleta, y también algunas cremas y loción con aromas. Lana me ha regalado un pack de lociones en navidad, y desde entonces, me he vuelto una obsesionada por que mi piel huela a aceites florales.
—Deberíamos comprar un ropero —comento, al batallar para cerrar mi maleta.
Taissa dobla los labios.
—O echar la ropa de Naomi por la ventana.
Naomi abre los ojos.
—¡No se metan con mi ropa!
—Pero te has quedado todo el espacio.
Naomi dispara una mirada hacia el ropero. Sus perchas cuelgan por gama de colores.
—Nunca hay suficiente espacio para la moda, Taissa.
Sonrío al ver la mueca de Taissa.
—Como digas.
Sostengo mis pertenencias entre los brazos, y salgo de la habitación.
Todavía es muy temprano para que las demás chicas estén despiertas. Además, la mayoría se quedó en el edificio de los chicos por la fiesta sorpresa de bienvenida. Troto por el pasillo con rápidos pasos, porque corrientes heladas de aire se filtran por los respiraderos.
El baño tampoco es tan grande. Tiene una larga barra con los lavamanos, y también un espejo algo salpicados con gotas de pasta de dientes. Alrededor de seis duchas, y algunos pocos cubículos con inodoros. Primero hago pis, y luego me meto en la ducha para iniciar el día.
Después de bañarme, me lleno el cuerpo con crema humectante y loción con olor jazmines. También me visto con una franelilla, un cardigán verde y un jean de terminación en campana. Me aplico un poco de maquillaje, y no puedo evitar sonreír al recordar cuando era más pequeña y veía a Lana mientras se maquillaba. Ella amaba el maquillaje, aunque no le hacía una gota de falta. Su piel era hermosa. Relamo mis labios, y miro mis ojos azules en medio del espejo.
Las hermanas Gilbert. Tres hermanas con un mismo apellido, pero con apariencias y personalidades enteramente diferentes. Labrine era mi hermana mayor. Pero no contó con la dicha de vivir hasta los veinte. O, tal vez no quiso dicha sentencia, porque una noche acabó con su vida sin preguntarse qué pasaría con las personas a su alrededor. Qué pasaría con Lana o conmigo. Necesitábamos una hermana mayor. Alguien que pudiese aconsejarnos, consolarnos y reñirnos cuando hiciera falta.
Siempre me he preguntado qué fue lo último que cruzó por su cabeza antes de decidir marcharse del mundo sin siquiera despedirse. ¿Cuál fue ese último pensamiento? ¿Las personas que se suicidan tienen miedo antes de hacerlo? ¿Piensan en lo que hay después de cruzar esa línea?
¿O simplemente se dejan ir sin más?
Una silueta cruza las puertas del baño de repente.
Sepulto cualquier indicio de mi melancolía, y miro a la chica por medio del espejo. Ella tiene un largo cabello negro y piel muy blanca. Se mete en un cubículo, y desaparece lejos de mi vista.
Tomo la oportunidad para salir corriendo fuera del baño. Regreso a la habitación, y me doy cuenta que Taissa se ha ido ya. Naomi ha dejado de meditar, y ahora saca toda su ropa del armario. Hay más ropa en el suelo y un poco más tirada en su cama. Arrugo las cejas, y meto un par de libros en mi mochila.
—¿Qué haces, Naomi?
—Eh... trato de decidir qué ponerme.
Su respuesta me hace sonreír.
—No vamos a un desfile de modas, Naomi. Es solo la universidad.