Justin
Cuando me levanté el sol estaba por salir. Podía observar su silueta asomándose en medio del horizonte. Tenues rayos de luz incidían sobre el lago. Un olor a llovizna matutina se filtraba por medio de las persianas, plegadas a medio centímetro.
Emitiendo un bostezo, me incorporo. Miro hacia la litera en la que dormita una chica rubia con el cabello desparramado sobre toda la almohada. Y, a pesar de mi somnolencia, una sonrisa estira mis labios. Ella luce tan inocente durmiendo. Sus ojos cerrados con tanta calma que, por un instante, me siento así; en calma.
Ella consigue hacerme sentir seguro, más de lo que en realidad me siento.
Observo la litera de arriba, dos chicas dormitan plácidamente en ella. Asumo que le he cogido la cama a alguna de ellas. No parecen cómodas, y me tiento de despertarlas para disculparme, pero termino buscando mi camiseta, tirada en el suelo y poniéndomela de vuelta. También agarro mi cazadora, y me la coloco en un hombro mientras me detengo en el espejo.
Miro a mi cuello. En realidad, mis ojos se detienen sobre esa mancha violácea que recubre mi piel. El hecho de mirarlo trae de regreso una flora de sensaciones vívidas, las misma que Lotty me causó anoche, con sus labios sobre mi piel.
Sonrío embobado, y le echo una última ojeada a la rubia. Ella tiene el antebrazo sobre los ojos para taparse del sol, y su cama está hecha un desastre. Me causa gracia, pero no me río, porque lo último que deseo es despertarla, tanto a ella como a sus compañeras de habitación. Ando hasta la puerta, la abro y me lanzo al pasillo para coger rumbo de regreso a mi habitación. En el camino, me dedico a aspirar el aroma a piedra mojada mientras diminutos chubascos empapan mi chaqueta. Y aunque sigue siendo demasiado temprano, ya hay unas cuantas personas haciendo atletismo por ahí.
No demoro en arribar a mi habitación. La primera escena con la que me encuentro es una sala patas arriba. Bolsas de chucherías regadas por todos lados, una mancha oscura en el suelo que me hace elucubrar que alguien derramó algo en el suelo, y luego a Chandler, con un trapeador entre los dedos y los audífonos enterrados en los oídos.
Ni siquiera se percata de que he llegado. Sigue trapeando esporádicas manchas mientras menea las caderas. Lleva puesto solo un short de chándal y el pecho desnudo. Me quedo parado en la puerta, observándolo con las cejas arqueadas y una sonrisa burlona en mis labios.
Súbitamente, Chandler me localiza por el rabillo del ojo, y pega un brinco enorme, dejando caer el trapeador al suelo. Acto seguido, se arranca los auriculares de encima.
—¡Justin, mierda, me asustaste! —gruñe.
Me río, y rodeo el charco junto a la entrada.
—Te veías entretenido —murmuro con burla, mientras me saco la chaqueta y la dejo colgada en el perchero—. Veamos que escuchabas.
Me acerco haciendo que Chandler retroceda, y en un ágil movimiento, le quito los audífonos de las manos. Él protesta ante mi arrebato, y yo me los inserto en los oídos para comprobar sus gustos musicales.
—¿Esta es... Mariah Carrey?
Chandler abre la boca, pero luego la cierra, asintiendo.
—Ya déjame ser.
—¿Estabas bailando without you? —me burlo.
—Sí. Me gusta esa canción.
—Para llorar —digo con ironía—. No para bailar.
Chandler pone una mueca en su cara, y retoma su labor de trapear el suelo.
—¿En dónde estuviste anoche? —pregunta, encasquetándose un solo auricular, para poder escucharme con su oído libre. Veo cómo se contiene de menear las caderas al ritmo de la canción que resuena en el fondo.
Me deslizo hasta la cocina, y abro la nevera en busca de un vaso con agua.
—¿Por qué quieres saberlo, mamá? —Saco una botella, y me la llevo a los labios.
—No quiero saberlo.
—Vale.
Chandler sigue trapeando en silencio mientras termino de beberme la botella entera. Y, aunque su silencio momentáneo me hace pensar que nuestra conversación ha terminado, no transcurre mucho antes de volverlo a escuchar.
—¿Entonces? —prosigue.
—Entonces, ¿qué?
—¿En dónde dormiste o qué? —indaga, dándome una mirada curiosa.
Cuando acabo el contenido de la botella, la desecho en el traste de los plásticos. Hans se ha encargado de clasificar los residuos. Es amante de la naturaleza y defensor del clima. Odia los autos, y se inscribió como voluntario en la campaña de las ecobicis.
—Acompañé a Lotty a su habitación —le digo, encogiéndome de hombros.
Él abre mucho los ojos, y hace el amago de decir algo.
—Es decir que tú dormiste con...
Podría decirle que sí dormimos juntos para que deje de fastidiar. Además, sería una gran oportunidad de espichar su burbuja imaginaria, pero tampoco quiero inventar chismes. Él podría preguntárselo a ella, y en efecto, ella lo negaría.
Porque así no sucedieron las cosas...
—Sí, pero no dormimos del modo en el que piensas —le aclaro, paseándome por la cocina en busca de alguna caja de cereal. El estómago me ruge, pero mis ganas de hacerme algo más elaborados no han querido despertar todavía.
Chandler frunce el ceño.
—Entonces, ¿por qué tienes eso allí? —inquiere, examinándome. Bueno, en realidad, examinando la equimosis que se alza en mi cuello. Sobre sale de la camiseta, y mi primer instinto es llevarme la mano hasta allí. Sigue algo adolorida, pero se siente bien al recordar el cómo apareció allí.
Muestro una sonrisa inocente.