Lotty
Nunca imaginé que besar a alguien pudiese lanzarte por un hueco directo al mismísimo infierno. Porque así se siente cada vez que beso a Justin Brandon. Como si sus labios fuesen un par de antorchas derritiendo cada fibra de mi cuerpo. Mis instintos son desbordados por el calor que consume nuestro alrededor. Todo se desvanece en cuestión de instantes, y la música para de resonar para mis oídos. Hacemos nuestra propia música. Bailamos al compás de nuestra propia melodía. La más candente de todas.
Sus dedos perdidos en mi cintura me envían corrientes eléctricas que se propagan desde mi nuca hasta la punta de mis pies. Mantengo los párpados tan juntos como puedo, mientras mis labios se entreabren para darle rienda suelta a los suspiros que brotan lejos de mi garganta. Hundo mis manos entre sus suaves hebras de cabello. Con mis nudillos repaso el cincelado borde de su mandíbula. Y capturo sus ojos bajo mi mirada.
Me sorprende lo mucho que una mirada puede causar en mi sistema. Nunca me lo habría cuestionado antes, pero sus ojos son la tentación convertida en un par de ojos profundos. Están empañados por una capa brillante: deseo. Todo él grita deseo. Nadie nunca me había mirado con tanta veneración.
—No me mires así... —musito con los labios hormigueándome.
Su comisura derecha se eleva apenas milímetros.
—¿Cómo te miro?
—¡Así! —Trato de imitar sus ojos de cazador, pero por mucho que me esfuerzo, debo parecer una lunática.
—Bueno, permíteme que le llame a un cirujano plástico para que me transforme la cara —suelta socarrón.
—No creo que un cirujano plástico pueda hacer mucho por ti.
—¿No? —Sube una ceja en modo inquisitivo. Su sonrisa tácita debajo de esas sensuales facciones.
Con mi dedo tembloroso contorno el borde de su pómulo. Tan delimitado como una escultura tallada por el más ilustre de los escultores. Humedezco mis labios mientras me percato que contiene la respiración. ¿Por qué?
—No puedes ser más... —Entonces, antes de que las palabras puedan abandonar mis labios, una tormenta de arrepentimiento de golpea de lleno en la cara.
Justin ajusta su mirada sobre mí.
—¿No puedo ser más...?
—Olvídalo.
—¿Olvídalo? —Niega, sabaneando la cabeza cual niño entusiasmado. Se ve tan tierno cuando hace pucheros—. No, venga, escúpelo.
—No hace falta.
—Quiero saberlo.
—Era una tontería...
—No, nerd. No juegues así conmigo —masculla. Su voz resonando con extrema firmeza en mis oídos. Me roba el aliento. Sobre todo, porque seguimos con nuestras manos sobre el cuerpo del otro. La tentación sigue allí. En medio de ambos. Pulsando. Latiendo. Estremeciéndonos.
Justin mantiene el ceño ligeramente fruncido, con los labios brillantes.
—Perfecto —termino de hablar. Respiro por la boca, y esbozo una sonrisa atontada—. No puedes ser más perfecto, Justin. Eso iba a decir.
Enseguida, me gano una risita ronca de su parte. Menea la cabeza.
—¿Perfecto? —Se ríe otra vez—. Soy muchas cosas, menos perfecto.
—¿Por qué piensas eso?
Justin llena sus pulmones tomando aire por la boca, y se encoge de hombros como si no tuviese una respuesta para ofrecerme. Sin embargo, sé que la tiene. Es evidente, por la forma en la que su gesto se transforma en un hielo, que tiene una razón.
Pero, aunque me duela admitirlo, todavía no somos lo suficientemente cercanos como para confiarme algo tan profundo. Ni siquiera sé por qué demonios cambió de humor cuando estábamos en el auto. A centímetros de besarnos. Luego de haberme soltado aquel poemario y haber pasado la tarde juntos como un par de idiotas enamorados. Seguía siendo un enigma.
Un poquito de cielo oculto bajo una tarde nublada.
—Justin... —Hago que me mire. Parece secuestrado en medio de sus pensamientos. Recuerdos, quizá. Sus ojos se retornan a los míos. Busco las palabras adecuadas en mi cabeza, porque lo último que quiero es estropearlo—. ¿Puedo preguntarte qué pasó esta tarde?
Y mi pregunta basta para hacer que termine de alejarse de mí. Me mantengo firme, sin apartar mis ojos sobre su semblante.
Lo veo tensar la mandíbula. Recarga los brazos contra la pared, escondiendo la cabeza entre los hombros. Mis dedos hormiguean por acercarme. De repente, toda la esfera llena de tensión que habíamos creado se desvanece como un hilillo de polvo bajo la noche.
—¿Te acuerdas aquella noche en la que me aparecí junto a tu ventana? —inquiere con la voz profunda.
Medito acerca de aquella noche, que retorna a mi cabeza, cegándome como un huracán. Recuerdo que estaba tendida en mi cama, a punto de ver una película... hasta que alguien golpeó mi puerta. Justin estaba allí. Con el rostro ensangrentado al igual que el resto de su camiseta.
—Sí. Lo recuerdo.
Observo el modo en el que los músculos de su espalda se ponen en posición de ataque, advirtiendo con emerger a través de su franelilla.
Toma una respiración tosca.
—No me robaron esa noche —suelta el aire de golpe. Se gira hacia mí. Cada una de sus facciones endurecida—. Fue mi... —Sus puños se aprietan conforme se esfuerza en escupir las palabras fuera de su boca. Sus ojos se rasgan en cientos de pedacitos. Parpadea con fuerza antes de continuar—: Fue el maldito novio de mi madre. Bueno, ex novio. Terminaron hace seis meses, supuestamente.
Mis manos aterrizan sobre mis labios mientras asimilo lo que Justin acaba de confesarme. Su sonrisa de vergüenza me destroza. Tiene una mezcla de impotencia, enojo y melancolía recorriéndole el rostro.