Tentación Irresistible

20|La noche.

Lotty

Lotty

Estuvimos la noche entera recorriendo los pequeños pasajes ocultos entre el montón de casitas de ladrillo que conformaban el lugar. Comimos en un pequeño bar a la orilla del mar, y luego de hablar cientos de estupideces por alrededor de dos horas nos decantamos por ir a pasear a la orilla del mar. El lugar era mágico. Espectacular en cada sentido posible. No podía creer cómo no había oído hablar de aquella maravilla antes. Todos deberían ir en alguna ocasión de la vida.

Idílico para amantes con ansías de la aventura más apasionada de sus vidas.

Caminamos tomados de la mano. Me he quitado las sandalias y ahora mis pies están en íntimo contacto con la tierra húmeda. Nunca había sentido tanta libertad como ahora. Mi cabeza se encuentra recostada en su hombro. Justin se ha arrancado la camiseta y arremangado los bordillos de sus vaqueros. También va descalzo y su cabello luce salvaje ahora.

Nuestros dedos se encuentran entrelazados, y no puedo dejar de sorprenderme cómo hemos avanzado desde que nos conocimos. Si alguien me hubiese dicho hace diez años atrás que terminaría enamorándome de un chico como Justin Brandon, probablemente me hubiese reído como loca.

Nunca fue mi tipo.

Sí era guapo, no estaba ciega. Pero nunca me hubiese detenido a pintarme mariposas en la cabeza por alguien que, antes juraba, nunca voltearía a ver a una chica como yo.

Solo que las historias de los chicos malos habían estado muy mal contadas. Me leí tantos libros que forjaron especulaciones en mí que no eran reales. Había una persona detrás de aquella armadura atractiva. Había alguien que no se había atrevido a destapar su corazón a alguien más,

Nos detenemos junto a una especie de toldo para descansar. Ni siquiera sé en dónde vamos a pasar la noche, pero justo ahora es la menor de mis preocupaciones.

—¿Puedo saber en qué estás pensando? —inquiere Justin dejándose caer en la arena.

Inconscientemente, muerdo mi labio.

—No mucho. Solo recordaba. —Me dejo caer frente a él.

Sus ojos me escudriñan con profundidad. Una sonrisita asomándose en sus labios.

—¿Qué recordabas?

—Recuerdos.

—¿Recuerdos de qué?

—De... —Hago una pausa, y bajo la mirada hasta la tierra—, nosotros. Cuando no nos conocíamos bien, quiero decir.

Justin sonríe.

—Todavía me faltan partes por conocer —murmura, enarcando una ceja con picardía. No puedo evitar que su comentario caliente mi piel. Es un poder que no consigo dominar todavía.

—¿No te parece una locura? —Aparto los ojos de la tierra.

—¿El qué?

—Tú. Yo. Nosotros. Hace unos años ni siquiera me caías bien.

—Pues... no puedo culparte. Mi reputación era una mierda.

—Lo era.

—Pero las personas pueden cambiar, ¿no? —Sus ojos grises como la niebla buscan los míos. Observo su posición, con las piernas flexionadas contra el pecho y su barbilla acunada sobre sus rodillas.

Una sonrisa se abre espacio en mis labios.

—Siempre. Las personas siempre pueden cambiar.

—Bueno... —Se rasca la cara, y sus ojos se pierden momentáneamente en dirección al mar. Observo las olitas que se quiebran contra la arena—, no todas.

Aprieta los labios y puedo notar a sus facciones tornándose duras.

—¿Lo dices por David? —pregunto en voz baja. Casi como un susurro. No quiero nadar en aguas turbias ahora que estamos en nuestro mejor momento. Pero no puedo evitar querer arrancar sus capas. Explorarlas una por una hasta llegar al fondo.

Lo más profundo que se pueda.

Justin frunce los labios.

—Lo digo por David. Por John. Por... —Noto cómo se esfuerza en sacar el nombre fuera de su garganta. Como si el simple hecho de pronunciarla le rasgase la garganta como una hojilla—, James. Mi padre. Prometió cambiar muchas veces. Me prometí a mí mismo que vería su cambio. Solo que... no fue así. —Hace una pausa—. No fue así.

No puedo evitar arrastrarme junto a él y descansar mi cabeza en su hombro. Puedo sentir las vibraciones emitidas por su cuerpo. Me quedo en silencio, porque no quiero estropear el momento. Solo quiero escucharle. Ayudarle a sanar.

Dibujar sobre sus cicatrices.

—Era demasiado joven para entender lo que estaba pasando. Pero sí sabía que mi padre no hacía lo correcto. Se supone que los padres son como héroes para los hijos. Combaten el mal. Te protegen. Te cuidan. Te demuestran cuánto estarían dispuestos a dar solo por verte feliz. Yo nunca vi a James haciendo nada de eso. Me gustaría decir que tengo algún buen recuerdo de mi padre, pero todo lo que recuerdo es una... mierda. —Justin toma aire con fuerza, y por un instante, pienso que se ha ahogado. Su pecho se vuelve tísico—. Prometió que cambiaría. Lo hizo millones de veces más de las que puedo recordar. Pero sus acciones contradecían cada una de sus palabras. Hasta que decidió que no era algo que deseaba. Él no quería un cambio. Nunca lo hizo. Por eso se fue esa tarde. Por eso no regresó, o volvió a llamarme en mi cumpleaños o en navidad o el puto día de San Patricio. Desapareció como los muertos hacen, solo que nunca tuvo funeral. Y yo... nunca pude tener tranquilidad.

—Pero puedes tenerla, Justin. —Tomo su barbilla, y lo obligo a mirarme—. No tienes que seguir arrastrando esa ancla.

Una sonrisa triste cruza su cara.

—No es tan sencillo cuando tu madre está atada a ella.

Su respuesta es probablemente más dolorosa de lo que creí. Entendía su sentimiento, porque mi petición contradecía mis sentimientos. Yo también había estado llevando un ancla aferrada a mis costillas desde el segundo en el que vi a Labrine, mi hermana, morir.




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