Tentación Irresistible

23|La Cena.

Lotty

Lotty

 

Recibo una llamada de mi madre mientras aguardo en el rellano de mi edificio a que el Uber pase a buscarme. Hace demasiado frío esta noche. La chica sexy de las noticias ha informado que se acerca una nevada, pero no están seguros si sucederá esta noche o por la mañana. Así que me he puesto un enorme abrigo de pelo artificial para sentirme más calentita esta noche.

Iré a visitar a Justin.

Desbloqueo la pantalla del móvil y lo llevo a mi oreja mientras las piernas me tiemblan.

—Lotty, ¿en dónde palomas estabas metida? —Es lo primero que oigo al pegarme el aparato a la oreja. Ni siquiera tengo la necesidad de acercarlo tanto. Su voz suena alta sin altavoz.

—Estuve ocupada con la universidad —miento. Pero ella no tiene por qué saber que es una mentira. ¿Cierto? Tomo un puñado de aire, y desvío el tema—. Me contó Taissa que llamaste.

—Sí. Y me dijo que te había raptado una secta de iluminatis.

Vaya, sí que no mintió entonces.

Suelto una risita tranquila.

—No, esa noche me quedé a dormir con una amiga.

—¿Y cómo se llama esa amiga?

Me muerdo la uña mientras juego con mis pies en el piso. Mierda...

—¿Juanita?

—¿Es mexicana?

—Hum... me parece que sí. Comimos tacos esa noche, así que puede que sea mexicana. Ya le preguntaré.

No puedo ver a mi madre a la cara ahora mismo, pero apostaría todos mis cd's de películas de Disney a que no me ha creído en lo absoluto. Y bueno, por lo visto, se me dan fatal las mentiras.

Mi madre suelta un suspiro.

—Pero, ¿te está yendo bien en clases?

—Sí. Todo bien.

—¿Te está gustando? —inquiere, y puedo sentir su sonrisa detrás de su voz melódica.

Mi madre siempre soñó con esto; vivir en un campus universitario atiborrado de personas entusiastas y obtener un título de una prestigiosa universidad. Intentó vivir ese sueño a través de Labrine, pero no pudo. Por eso su embarazo inédito fue un golpe duro para nuestra familia.

Luego, y siguiendo los mismos pasos de Labrine, mi hermana Lana también quedó embarazada. Nunca supimos quién era el padre. Sabíamos que Lana jugaba con muchos chicos, pero su gran amor fue Mikhail Janssen. Sí, el hermano de Mickey Janssen. Sin embargo, él nunca la vio de esa manera. Al igual que Mickey a mí. Solo éramos la amiga que estaba destinada a escuchar sus desplantes amorosos.

Mi madre estuvo muy decepcionada al principio. Pero a medida que Lana fue creciendo, su fe en ella se fue deshilachando hasta que se rompió por completo.

Me gustaría decir que hago esto por mí misma, y que estoy en Tufts por mis propias ambiciones, pero creo que, en el fondo de mí, parte de lo que me impulsa a estar en este lugar escribiendo anodinos renglones sobre historia económica todos los días es mi madre.

Quiero regalarle la dicha de verme graduada en la universidad de sus sueños.

Pero son sus sueños. No los míos. Y esto estaba matándome.

Parpadeo con fuerza y fuerzo una sonrisa aunque no puede verme.

—Sí. Es muy lindo aquí.

—Me lo imagino, querida. ¡Es una universidad grandiosa! —Hace una pequeña pausa en la que escucho la voz de un niño en el fondo. Se me encoge el corazón. Es Ozzy. El hijo de Lana—. ¡Ya deja de lanzar la pelota en la cocina, Oz! —El niño se ríe, y escucho que mi madre gruñe—. En fin, te llamaba para saber si vendrás para navidad. Tienes que ayudarnos a armar el árbol de navidad. Ya compré tus luces favoritas.

Oh, mierda. Navidad es la próxima semana. Lo había olvidado por completo.

Me pregunto con quién pasará Justin navidad. ¿Irá a ver a su madre?

Saco al dueño de los ojos grises de mi cabeza y me concentro en la conversación.

—Sí, ma. Obvio que iré para navidad. Espero que este año las luces no se quemen como el año pasado.

—Oh no. Esas las había comprado tu padre en una venta de garaje. Estas las compré en el supermercado. Estaban en descuento, pero se ven duraderas.

Me río. Mi madre siempre anda echándole la culpa a mi padre cuando algo se le va de las manos. El año pasado torturó a mi padre toda la noche de la navidad porque nuestro árbol estaba más oscuro que su cartera.

Un auto se detiene frente a mí de repente, y noto que se trata de mi Uber.

Me vuelvo un poco torpe mientras hallo una manera de librarme de esta conversación. No quiero que mi madre sepa que me iré a ver con Justin, porque entonces comenzará a balacearme a preguntas que no quiero responder justo ahora.

Así que suelto un jadeo de dolor.

—Oh, ma. Me duele la panza. Tengo que colgar.

—Pero, ¿estás bien?

—Sí. Tomé leche entera esta mañana. Supongo que ha de ser eso. ¿Nos vemos para navidad?

—¡Vale, Lotty! ¡Cuídate! ¡Te amo!

—¡Yo a ti, ma! ¡Saludos a papá y Oz!

Oigo a Oz gritar algo y cuelgo el móvil.

Bueno, me ha creído porque he sufrido mi vida entera de la tripa. Así que nunca hace más preguntas cuando lo tomo como excusa.

Guardo el móvil en mi bolso, y me subo al Uber.

El chico me saluda, pisa el acelerador y nos saca del campus hacia la autopista que conduce a la ciudad. No tengo idea alguna de dónde vive Justin. Tampoco hice el intento de averiguarlo en google maps porque quería sorprenderme ante el resultado. Me intrigaba saber que se había mudado. También me dolía, porque ya no estaríamos tan cerca que antes. Ya no podría acompañarme caminando al edificio o encontrármelo accidentalmente en las áreas verdes del campus a mitad de la noche.




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