Tentación Irresistible

25|Tormentas.

Lotty

 

Lotty

 

Pedaleo lo más rápido que mis piernas me lo permiten. Oh, mierda.

Llego tarde. Por primera vez en mi vida llego tarde a un lugar. Mi instinto de responsabilidad se ha quedado dormido esta mañana. Tal vez no fue una buena idea haberme quedado despierta hasta tarde mensajeándome con Justin.

Es raro, lo acepto.

Se siente raro recibir sus mensajes justo cuando el reloj marca las doce de la noche porque no puede dormir, o porque acaba de llegar de trabajar o porque me extraña. Una sonrisa crece lenta y tontamente en mis labios mientras lo medito. Me extraña... Justin Brandon piensa en mí mucho más de lo que puedo imaginar.

Freno a secas cuando la luz del semáforo se torna a rojo. Llevo las cuerdas del casco muy apretadas bajo mi mentón y las rodilleras cubren mis rodillas. Son gigantes. Apenas se mantienen firmes alrededor de mis piernas. Una brisa fría me golpea en la cara y acaricia mis huesos, aunque el sol baña el horizonte con sus resplandecientes rayos en medio de un azul tan vivo que parece irreal.

Luz verde.

Vuelvo a pedalear, sintiendo el sudor expandiéndose por mi espalda enfundada por un grueso suéter rosa pálido y un abrigo marrón forrado de pelusa. Me he inscripto en un voluntariado el viernes pasado cuando un afiche incrustado en la puerta del edificio de chicas capturó mi atención. Es en una gran biblioteca en las afueras de Boston, pero no tan lejos del campus, por lo que puedo llegar en quince minutos a pedaleo rápido.

Tan solo serían cuatro horas cada jueves y domingo por la tarde. No era la gran cosa, y no descuidaría mis estudios por ello. Solo sentí ese pequeño cosquilleo en mi estómago, y cuando pude darme cuenta, ya había enviado el mail con mis datos personales a los orientadores. Por ahora, nadie lo sabe. Pero, ¿qué más da si se enteran?

No dejaré la universidad, si eso es lo que te preocupa, mamá.

El estacionamiento se encuentra parcialmente vacío cuando maniobro para detener la bicicleta en las rampas. Se me hunde un poco el estómago, porque pensé que más personas se animarían a hacer el voluntariado también. Le engancho el candado a la rueda trasera y desabrocho el casco para sacármelo de la cabeza. Debo tener el pelo hecho un lío, me lo peino un poco con los dedos y guindo el casco y las rodilleras a la canastilla de la bicicleta.

Me dirijo a la entrada del establecimiento, y merodeo a mí alrededor, sintiendo dolorosas punzadas nerviosas clavándose en mis piernas y brazos. Hundo mis uñas en mis palmas y tomo una profunda respiración. No me iré antes de averiguar sobre qué va todo este rollo.

Empujo la puerta y me encuentro con un pasillo casi vacío. Tan solo una señora con un carrito de limpieza y la recepcionista entretenida en la pantalla de su portátil. Me planto frente al vidrio y aguardo a que levante la mirada, pero no lo hace.

Me aclaro la garganta atropelladamente, y sus ojos rebotan de la pantalla hacia mí.

—Hola, vengo por esto... —Le apunto el afiche estampado en el vidrio.

—Oh, claro. Asumo que eres Lothodora Gilbert. —Lee alguna cosa en su pantalla, y frunce el ceño. Me sabe amargo escuchar mi nombre completo en su boca. Nunca nadie me llama de ese modo. Solo mi madre cuando está realmente enfadada—. ¿O eres Kassidy?

Niego con una sonrisa tensa.

—Lotty. Solo Lotty.

—Bueno, Lotty. ¿Podrías esperar en el pasillo mientras llega el instructor?

—Claro.

Ella me da una sonrisa afable, y se la devuelvo, antes de tomar asiento en una banquetilla. Mientras aguardo, aprovecho para explorar visualmente el lugar. Hay varios afiches de actividades que se realizan en el lugar. Entre ellos, sesiones de alcohólicos anónimos y un club de mimos.

Pronto, el sonido de la puerta me hace girar la cabeza y un chico moreno entra en el lugar. Se acerca a la recepcionista e intercambian un par de palabras antes de voltearse y mirar hacia mi dirección. Enseguida, me pongo recta y clavo la mirada en el afiche del club de mimos.

—¿Puedo sentarme aquí?

Tuerzo el cuello, y miro al chico sonriéndome dulcemente.

—Sí, claro.

—Vale. ¿Estás aquí por el voluntariado? —pregunta, tras sentarse.

—Sí. ¿Y tú?

—También. —Estira las piernas y se cruza de brazos—. Vaya, parece que solo hemos venido nosotros dos.

—Eso parece.

—No los culpo. Gastar cuatro horas limpiando una biblioteca no suena muy divertido que digamos. —Hace una pequeña pausa y su dedo queda suspendido en el aire apuntando algo en la pared—. Apuesto a que el club de mimos tiene más miembros. Hoy en día todos quieren ser mimos y pararse a mitad del semáforo para distraer a personas como yo que apenas pueden mantenerse enfocados.

Me río.

—Apuesto a que ganarían más dinero que nosotros limpiando bibliotecas.

—Oye, ¿estás insinuando que deberíamos estudiar el arte de la mímica?

—Tal vez.

Sus labios se ensanchan y ambos nos quedamos pausados hasta que una mujer irrumpe la estancia. Tiene una enorme sonrisa en su cara y lleva una enorme caja entre los brazos. Sus ojos bailan de lado a lado hasta detenerse en nosotros.

—Cada año son menos personas... —Sacude la cabeza y nos sonríe—. ¡Bueno, soy Ally! Seré su guía en este voluntariado, y espero que puedan quedar muy satisfechos con las horas que compartiremos en este lugar. ¿Sus nombres?

—Yo soy Lotty... —digo, levantándome del asiento.

El chico sonríe.

—Yo soy Kassidy. Pero me llaman Kas.




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