Justin
Nos encontramos de regreso en el salón, sentados en un largo mueble forrado por cuero negro mientras un par de chicos del equipo de fútbol se dejan el alma en el karaoke. Lotty está sentada junto a mí, con su cabeza descansando sobre mi brazo. De vez en cuando puedo sentir la vibración de su risa metiéndose bajo mi chaqueta y propagándose por mis huesos hasta estallar en medio de pecho.
Y lo siguiente que me sucede es alcanzar un nivel de tranquilidad que no conocía.
Pero he aprendido muchas cosas durante los últimos seis meses.
Una persona no puede cambiarte la vida... pero sí puede hacerla más bonita.
—¡Es el turno de nuestra pareja preferida! —anuncia Hans, agitando el micrófono por los aires.
Me niego con una sonrisa.
—No, yo no canto.
—¡Claro que cantas! —Lotty despega la cabeza de mi hombro para mirarme con sus ojos bien abiertos. Hay un brillo sublime en medio del azul de sus irises.
—No, no lo hago —insisto.
—Sí, te he escuchado tararear canciones mientras conduces. —Me expone en frente de todos, logrando que un coro de animadores se forme a mí alrededor. Le miro con ojos de cachorro, pero ella niega poniéndose de pie.
Coloca su mano frente a mi cara y sacude los dedos.
—Has escuchado mal.
—¡Claro que no, Jus! ¡Sí cantas como el mismísimo Elvis! —Vuelve a sacudir sus dedos frente a mi cara.
Y por la forma en la un brillo malicioso se instala en su mirada, sé que no tendré escapatoria alguna. Fergus me empuja por el hombro, pero sigo oponiendo resistencia. Entonces, Lotty se dirige a los otros dos chicos que estaban compartiendo su minuto de fama junto a Hans.
—¿Me hacen el favor de traer su culo aquí? —les pide ella.
Seguidamente, los chicos siguen fielmente sus órdenes. Se acercan a mí con cara de tan solo seguimos órdenes y se las arreglan para cogerme por los hombros y arrastrarme fuera del mueble mientras los demás chicos corean mi nombre y el de Elvis.
Lotty ya se halla de pie junto a la pantalla en una especie de plataforma. Me mira con una sonrisa enorme, y aunque me esfuerzo en mostrarme serio, se me escapa la risita cuando me tiende el micrófono.
—¿Y qué mierda cantaremos? —pregunto.
—Tu especialidad. —Me da una sonrisa antes de colocar la canción en la notebook a un costado.
Tan pronto regresa, una suave melodía que reconozco al instante empieza a resonar suavemente a través de los altavoces. Una sonrisa me desgarra el pecho al darme cuenta de lo que acaba de poner. Extiende su mano mientras se mordisquea el labio, traviesa. Can't Help Falling in Love de Elvis inunda la estancia en la que nos encontramos.
Tomo su mano bajo la mía y la calidez de su cuerpo me envuelve antes de que empecemos a cantar.
—Los sabios dicen
Que solo los tontos se precipitan
Pero no puedo evitar
Enamorarme de ti.
Canto cada verso sin dejar de mirarla, ella tampoco despega sus ojos feroces de los míos. Agravo un poco mi voz a propósito para sonar más parecido al rey, aunque está claro que es algo que nunca conseguiré, pero me gusta divertirme con ello.
Toma mi mano
Toma mi vida entera también
Porque no puedo evitar
Enamorarme de ti
Entonces, ella envuelve mis brazos alrededor de su cintura y comenzamos a mecernos al compás de la canción. Entierro la barbilla en su hombro y canto suavemente acercándonos al mejor clima de la canción. Me doy cuenta de que los chicos se han puedo de pie y ovacionan con las linternas de sus móviles encendidos y aleteando las manos de un lado a otro.
Se me escapa una risita en medio de la canción que rápidamente arreglo alzando a la chica entre mis brazos y dando tres vueltas con ella en el aire. La pongo en el suelo y le doy una última vueltecita alzando su mano por encima de su cabeza. Ella no deja de sonreírme en ningún instante, y juro que es el momento más surrealista que he vivido en la vida.
Finalmente, luego de dos minutos y medio, la melodía comienza a diluirse. Dejo caer mis manos a ambos costados de su cintura y la miro cuando se calla para dejarme cantar la última parte de la canción.
—Porque no puedo evitar enamorarme de ti —canturreo.
Ella estira sus labios en una sonrisa tan bonita que me fijo en la cabeza. Envío la imagen directo a ese hueco en mis pensamientos que deseo mantener siempre vivos.
Porque cuando las cosas vayan mal, estos son los momentos que quiero recordar.
Son los momentos de los que me aferraré hasta que se me desgasten los huesos y se me caiga la piel.
Son los momentos que me mantendrán cálido durante un rato más.
La canción termina y el salón estalla en aplausos y silbidos. Lotty se abalanza sobre mi cuello y luego se me despega para mirarme. Sus ojos brillan en medio de los flashes de colores que se despliegan del techo.
—Contratado, señor Presley —bromea. Percibo a sus dedos juntarse por detrás de mi nuca. Y dios... nunca me la había pasado tan maravillosamente bien solo contemplando a alguien.
—Gracias por notar mi talento.
—Tienes muchos por lo visto —musita, batiendo las pestañas con coquetería.
No puedo evitar subir una ceja.
—¿Lotty Gilbert insinuándome cochinadas?
—¿Qué? —Se hace la indignada, pero está claro el atisbo de diversión detrás de la mueca en su cara—. ¿Yo? ¡Jamás!
Rompemos a reír, y la abrazo con fuerza.
Nuestros pechos se unen hasta que nuestros latidos se sincronizan.