Lotty
He aprendido muchas cosas sobre Justin durante los últimos meses.
Número 1: Es mucho más observador de lo que imaginaba.
Número 2: Es mucho más profundo de lo que proyecta a los demás.
Número 3 (pero no menos importante): Puede ser el chico más romántico que haya existido sobre la faz de la tierra y aún así puede destruir mi corazón con solo una mirada.
Pero algo que ni siquiera me había puesto a pensar nunca fue acerca de su cumpleaños. Quiero decir... ¿cómo demonios nunca se me ocurrió preguntárselo? Lo omití como una completa campeona y ahora, heme aquí, en la fiesta sorpresa de cumpleaños de Justin sin la menor idea de que era hoy.
Sin embargo, y por alguna extraña razón, no tener idea acerca de su cumpleaños pasa a un segundo plano en mi cabeza al verme tan afectada por su aparición. ¿No se suponía que estaba demasiado ocupado en Boston? ¿No se supone que no vendría?
Mirarlo justo en medio del enorme salón atiborrado por bambalinas y puñados de confeti, me mantiene un poco aturdida. Justin está sonriendo, una sonrisa de lado que insinúa timidez y elegancia al mismo tiempo. Me muerdo el labio inferior y mis uñas se clavan en mis palmas mientras me acerco lentamente, casi conteniendo la respiración dentro de mi pecho como si el simple hecho de respirar pudiese ocasionar un terremoto ahora mismo.
Oh, y sí que hay un terremoto. Justo dentro de mi estómago, amenazandome con devolver lo que sea que ingerí esta mañana.
Justin me mira con atención cuando mis zapatillas se traban contra el suelo, como si el piso se convirtiese en un puñado de clavos de repente. Tomo una profunda bocanada de aire que acumulo en medio de mis costillas hasta que el pecho me duele.
—Hola —dice con una sonrisa sutil.
Frunzo el ceño.
—¿Hola? —Mi voz suena más aguda de lo que pretendo, por lo que me llevo la mano al pecho y me obligo a respirar.
Sigo demasiado impactada por verle aparecerse de la puta nada. Justin reprime una sonrisita detrás de una mueca. Se acerca más a mí. Su aroma a perfume masculino vuela y derriba cada uno de mis sentidos.
—Deberías decirme feliz cumpleaños, mi amor. —Su sonrisa se ensancha y me derrite un poco las fibras del corazón.
Y parte de mí sabe que Justin tiene razón. Debería brincarle encima y besarlo hasta el cansancio mientras lo felicito por su cumpleaños, pero el hecho de que esté aquí, de regreso en la ciudad donde crecimos y donde nació todo lo que hoy tenemos, sigue siendo demasiado por procesar.
Justin comienza a comprender mi molestia, porque su sonrisa se borra lentamente.
—¿Por qué presiento que no te ha agradado verme? —pregunta con un ápide inocente.
—¿Por qué no me dijiste que vendrías?
—Porque... ¿era una sorpresa? —Se encoge de hombros—. ¿Estás enojada?
¡Sí! Mucho!
Bueno... solo un poco confundida e irritada de que Maxine se haya enterado primero que yo de que Justin regresaría a la ciudad.
Incluso, todo el mundo lo sabía primero y eso me hace sentir un poco... tonta.
—Sí, Justin. ¡Obviamente que estoy enojada! —le digo en un gruñido bajito.
Justin intenta acercarseme, enrosca sus dedos alrededor de mis muñecas y me empuja hacia su pecho. Mis manos no ponen resistencia alguna, y odio que cada centímetro de mi cuerpo se debilite cada vez que el suyo toca el mío. La respiración se me atasca en la garganta cuando percibo la calidez de su mano subiendo por mi brazo, acariciando mi hombro y terminar descansando sobre mi mejilla.
—Lo siento —musita por lo bajo. Sus dedos trazan un círculo invisible antes de moverse hasta mis labios.
Me cuesta respirar.
Oh Dios. Odio que sea tan sexy e inocente a la vez.
—¿Qué sientes exactamente?
Justin me mira unos instantes. Sus ojos grises me atraviesan como lanzas.
—Siento no haberte dicho que venía. Pero es que... —Toma aire y relame sus labios—. No soportaba estar lejos de ti. —Pega su frente a la mía y sus labios están tan cerca que un cosquilleo me sacude el pecho empujándome en la tentación de abalanzarme sobre su cuello y comerle la boca en frente de todas estas personas. Siento a mi cara ponerse caliente de repente—. Estaba volviéndome loco sin ti, ¿sabes?
Yo también, pienso dentro de mí. Pero me niego a decírselo ahora. Debo parecer molesta por lo menos más de tres minutos.
¡Oh, vamos!
¿A quién pretendo engañar? No puedo durar ni medio minuto antes de que una sonrisa se me pegue a la cara y se me duerman los cachetes.
—Feliz cumpleaños, cazador —le digo, inclinándome para unir nuestros labios.
Justin ahueca mi cara entre sus grandes y fibrosas manos mientras reclama mi boca con desesperación. Por un instante, me dejo llevar olvidandome que estamos rodeados de un montón de personas hasta que el calor me sube a la cara y me veo obligada a alejarle un poco. Él tiene una sonrisa brillante y sexy en la cara.
—¡Nos están mirando! —mascullo.
—Dejalos que miren, entonces.
Su sonrisa me atraviesa el corazón y viaja directo entre mis piernas.
—No haré una película porno gratis —bromeo.
—¿Y quién dijo que lo haríamos gratis? —Me guiña un ojo y se gira hacia el resto de los invitados—. ¡Ey, oigan todos! ¡Quiero cincuenta dolares de cada uno de ustedes si quieren seguir viendo a mi chica y a mí, puñado de pervertidos!
El piso me tiembla bajo los pies y la verguenza se desploma encima de mí como una roca gigantesca y robusta.