El señor Williams sujeta el diario Matinal entre sus manos. Su rostro, una escultura viva de desprecio y arrogancia. Mira de arriba a abajo a su hijo justo antes de escupir.
—Bueno para nada. Lo que escribes no es normal, deberías dejarlo por el amor de Dios. — se comoda en su silla, golpeando el diario contra la mesa. — ¿Sabes lo vergonzoso que es criar un hijo inservible?
Sobre un trago de café negro, mezclando la amargura con el veneno de sus palabras.
—Claro que no lo sabes — dice levantando la voz. — Porque yo soy el padre y tu él inútil.—
Peter no reacciona, solo desliza el lapiz por su libreta con su brazo apoyado en la mesa. Fingiendo que su padre es un objeto más del inmobiliario, uno ruidoso. Las palabras cargadas de cizaña resbalaban por el domo invisible que Peter había fabricado para proteger su autoestima.
—Ugh, ¡Haz lo que quieras! — grito el señor Williams desapareciendo por la puerta principal. Olvidándose de apagar la olla de la cafetera que silbaba furiosa en la estufa.
Peter olfatea el aire. Un leve olor a gas y café requemado le hace fruncir el ceño. Se quita uno de sus auriculares, camina hacia la cocina y apaga la mecha. — Otra vez volvió a llegar alta la factura del gas y volvió a dejarlo abierto.— murmura, mete un cuadernillo a una mochila y se vuelve a colocar el auricular. — Mejor me voy a otro lugar.
Treinta minutos de caminata y sobre pensamientos llega a una pequeña cafetería en medio de la ciudad. Perfecta para descansar y respirar. Perfecta para escribir. Saca su libreta y un lápiz desgastado, casi un pulgar de tanto uso.
—¡Peeeteeeeer!— una voz aguda, gangosa y melodiosa como el cuerno de un unicornio cubierto de azucar perfora la calidez de sus auriculares.
— Ohh shit...— maldijo en silencio
—Que alegría encontrarte aquí, — Una chica de cabello alborotado, vestida de colores chillones y con poco sentido de la moda se desplomó en el asiento junto a él. — ¿Hiciste mi tarea?
—Hola, yo bien gracias por preguntar. — Responde Peter fingiendo revisar sus cosas. — Nop, no está.
— Ah... ¿lo olvidaste? — Respondió ella acercándose a él en una pose amenazante.
—No, simplemente no quise hacerlo. —
—Aja está bien, espero que la tengas lista para mañana— diijo con la arrogancia de quién cree que el mundo gira a su alrededor.
Peter solo asintió con la calidez de un hielo seco, ignorandola de la mejor manera posible para seguir escribiendo. Pero la paz dura lo que tarda en sentir dos dedos tamborole ando en su hombro derecho.
—¿Ahora que quieres? — Dijo en un tono amistoso.
—Ahh... Perdón, solo quería pedirte unas servilletas — dijo una voz suave.
Frente a él una chica que no había visto antes. Diferente con un uniforme escolar arrugado que rayaba en extraño y curioso. Peter solo se puso rojo de la vergüenza y cerró la libreta de un golpe. — yo si... Yo escribo. — balbuceo maldiciendo su imprudencia.
—Ah eso no fue lo que dije. Pero, ¿enserio? A mí me encanta leer. — sonríe, arrastrando una silla y sentándose frente a él sin invitación. —¿Que escribes?.
— ¿Que haces? — Pregunto Peter agragantandose con sus palabras, sintiendo la asfixia de compartir su espacio personal.
—Venia de ... — hizo una pausa. — no importa, tengo tiempo libre, leeme un poco. — Apoyo sus manos sobre la mesa mirandolo fijamente.
—... Bueno. — dijo con un suspiro de decepción.
Con los dedos rígidos Peter abrió su libreta y comenzó a leer uno de los fragmentos de su historia: "Llovizna al atardecer" —La tarde en el palacio era una danza de destellos azules violaceos cuando se encontraron por última vez. El cielo se tiño de rojo carmesí como si el mismo cielo llorara sangre. Ella lo amaba profundamente y el daría la vida por ella.—
La joven escuchaba atentamente ignorando el ruido de las mesas circundantes. Justo cuando Peter iba a leer el conflicto de la historia ella lo interrumpio.
— Entonces el aceptará el destino así porque si? — luego se sobresalto al ver el reloj. —woow, mira la hora, ya es tardísimo, me tengo que ir. ¿Nos vemos de nuevo?
—Claro
Ella recogió su bolso y se alejo con prisa mientras Peter la sigue con la mirada confundido. Entonces pensó "Olvidé preguntarle si...
En ese instante el cielo tardío se nublo, lluvia comenzó a caer, tiñiendose de un rojo agónico bajo la luz del sol. Todos los clientes salieron apresuradamente a tomarse selfies y grabar el momento. Un escenario de ensueño.
Pero la calma no dura. Un grito desgarra el ambiente —¡Alla! — Señala un extra femenino.
La atención se centra en una mancha negra avanzado desde el norte. Lenta, omniosa, atemorizante. El murmullo alegre se convierte en una turba cargada de miedo.
—Es solo un viejo dirigible — murmuró Peter ajustando el zoom del lente de una cámara fotográfica para... Espera, ¿desde cuándo tuvo eso en sus manos?
El zumbido crece, una vibración constante estremece las estructuras, detrás del dirigible algo más grande, algo mas colosal, comenzaba a surgir.
— ¡S-son aliens! — grito el extra masculino, su rostro palidecia mientras señalaba al cielo presa del pánico.
Los negocios se vacían en segundos, la gente corre de un lado para otro en histeria, gritando sobre invasiones y apocalipsis.
Peter sin moverse de su sitio piensa tres cosas casi al mismo tiempo.
¿Que demonios está pasando?
¿En qué momento salió de la cafetería? Y
¿De donde saco la carísima cámara fotográfica?