—Creo tener una teoría sobre estos cambios de lugar espontáneos —comentó Roan, mientras picaba con un palo un montón de piedras perfectamente apiladas. Pero que carecían de estructura.
Peter, aún con el rostro pálido, hojeaba su libreta. Buscaba algo.
O más bien... a alguien.
—Podemos teorizar eso más tarde —murmuró, pasando página tras página—. Debería estar aquí...
Pero no estaba.
— Sieg, recuerdas si el oráculo mencionó algo sobre que la corrupción tenga una flota armada de naves invasoras? — pregunto Roan caminando al ritmo de una canción imaginaria.
— No que lo recuerde, solo la oscuridad sitiando mi reino. Ningún evento de carácter invasivo sucedió en Onoem. Este suceso parece ser ajeno.— Respondió Siegfried mientras evaluaba con desconfianza el lugar.
— Hmm eso es extraño, ¿de verdad están aquí por Pit? — Dijo Roan entrecerrando los ojos — Yo siento que trae pura mala suerte.
—Sir Williams —intervino Siegfried, sacudiendo su capa con elegancia absurda a pesar del calor infernal—. El hombre en los altavoces parecía conocerlo. También mencionó el colapso de los universos. ¿Cree usted que estén conectados?
Peter no respondió. Sin embargo no pudo evitar pensar que Siegfried transmitía esa aura cautivadora digna de actor coreano.
—Deja de mirar a Sieg con esa cara —dijo Roan sin levantar la vista—. Casi te lo comes con los ojos.
—¿Quién era ese tipo que te llama padre? —preguntó Hiro, curioso.
—Propongo jugar a quién se queda callado por más tiempo —contestó Peter, ocultándose tras un panfleto arrugado.
—Mi ex novia jugaba a eso conmigo —murmuró Hiro, con inocencia trágica.
Una figura apareció tras ellos, caminando con porte elegante y expresión reprobatoria.
—Roan, creí haberte dicho que debías volver a tu universo. Ahora la brecha está abierta... y los no invitados están entrando.
—Lo seee —respondió Roan con dulzura y descaro—, en mi defensa descubrí algo mas sobre la corrupción. Y la profecía.
—Deja eso ahí —ordenó la bibliotecaria molesta, y comenzó a reacomodar las piezas del monolito ella misma.
Cuando la última piedra encajó, un destello púrpura emergió.
—Así se hace. Roan... te traje aquí porque dijiste que podrías solucionarlo. Si la corrupción se extiende más, voy a cercenar todas las líneas enfermas. No pondré en riesgo mi trabajo.
Dio media vuelta y desapareció.
—Esa estafadora otra vez —murmuró Hiro—. Todavía no le perdono haberme hecho renacer en la Tierra.
El monolito comenzó a brillar.
Una forma rectangular se abrió, como una pantalla líquida violácea.
—Genial, ahora descendemos al Nether —comentó Peter con resignación.
El lugar al que llegaron era frío, húmedo, solitario... como la vida emocional de Hiro.
No había señales de vida. Solo polvo, piedras, y una serie de murales tallados en la pared.
—Recuerdo haber visto uno de estos antes —dijo Hiro, acercando su mano sin tocar.
—¿Tiene conocimientos de arqueología e historia, Lord Asaushi? —preguntó Siegfried.
—Nah, vi muchas pelis y juegos de The Legend of Zelda.
Peter suspiró.
—¿Qué esperabas de él Sieg?
El mural estaba escrito en un idioma indescifrable. Uno que ni siquiera los sabios del planeta osarían pronunciar. Una mezcla de... eso…
Roan vio un botón arcano que parecía reproducir un mecanismo de audio, y entonces una voz se reprodujo:
Ya causa, escúchame una vaina, oe:
el cielo va a sangrar puros ceros, ¿ya?
y la wea del firmamento se va a quebrar,
así en puros pedazos, full parpadeo...
—¡Para! ¡Paaara! —Peter levantó una mano y se tapó la oreja—. Es una tortura. ¿Alguien lo entiende?
—Bueno... —Hiro levantó la mano, avergonzado—. Sé un poco.
—No voy a preguntar. Solo traduce.
Hiro sonrió emocionado y dio un paso al frente:
Cuando las estrellas sangren frío,
y el firmamento se agriete en parpadeos,
la plaga que carcome el viejo árbol
se extenderá como hambre sin rostro.
Sus raíces se pudrirán en la sombra,
sus ramas olvidarán la luz,
y los frutos se tornarán en tierra sin forma,
donde toda geometría miente.
Pero del umbral más improbable surgirá el Nexo,
tejedor de destinos con dedos de cordura rota.
Él moverá las cuerdas que no atan, sino desgarran,
y en su danza, se abrirán las heridas del mundo.
Junto a él, seis se alzarán:
la Fábula, el Padre, la Bestia, el Ángel, la Vara y la Luz.
En la tierra del Fruto sin Forma,
donde el caos brota como maleza enraizada,
ellos enfrentarán lo innombrable.
—
—Es igual a la profecía de mi reino —dijo Siegfried, pensativo.
—La primera parte parece hablar de ******** —dijo Roan, mirando a Peter.
Pero lo que salió de su boca fue incomprensible: un sonido entre estática y explosión.
Hiro quedó inmóvil y la nariz de Sieg sangró un poco.
—Lady Eitav —dijo Siegfried con esfuerzo—, este plano no puede soportar tanto conocimiento. Evítelo.
—Ni siquiera entendí lo que dijiste —murmuró Peter.
—Intentaré decirlo de una forma... que este mundo tolere.
El suelo vibró.
—Lo que ha estado consumiendo los mundos, la corrupción.
El primer párrafo habla de cómo está ganando terreno.
El segundo, del destino de sus víctimas.
Y el tercero... de lo que lo puede evitar. Él no puede detener esto solo —continuó Roan—. Necesita seis aliados.
Siegfried se sentó con elegancia sobre un montón de piedras, su espada a un lado.
—La Fábula y el Padre ya fueron presentados. El oráculo reveló que Lady Eitav y yo somos esos dos de los siete.
Creo que la Bestia... es el Lord Asaushi.
Pero usted, Sir Williams...
Se levantó, y caminó hacia Peter.