—¡No puedes ir más lento! — Peter intentaba seguirles el ritmo, pero cada zancada era un castigo. Sus pulmones ardían como si hubiera inhalado fuego líquido. —¡¿No ves que soy un simple humano, vieja estúpida?! —gritó, sin importarle el decoro.
—¡¿Puedes o no, mediocre?! —le devolvió Roan, ya transformada, sus ojos encendidos de instinto y determinación—. Si nos detenemos, no escaparemos. Una vez que esa cosa te toca, te disuelve en hebras. Miles de hilos y después… puff, adiós moléculas. Ni la magia más avanzada podría reconstruirte.
—¡Entonces deja de gritar y cárgame! —replicó Peter, jadeando como si cada palabra costara vida.
—¡Haz que Sieg o Mak-oh te carguen! —gritó Roan sin voltear.
Siegfried, siempre noble, ya se adelantaba para ayudar, pero Mak-oh fue más rápida. Se posicionó a su lado, ojos brillando como faros de locura. —Déjame hacerlo cariño.
—¡Madres! Estoy bien así, puedo seguir —respondió Peter, con una súbita inyección de energía que solo la desesperación puede dar.
Pero Milán no le dio opción. Lo tomó por el brazo con un movimiento preciso, desplegando sus alas negras de ferrofluido. Lo levantó con la facilidad de quien lleva una pluma. Mak-oh soltó un bufido contenido, como una bestia domesticada a la que le han robado la cena.
Corrieron —o volaron— durante lo que pareció una eternidad de dos horas. Cuando por fin se detuvieron, lo hicieron frente a una carretera destrozada por el paso la corrupción. Al otro lado, una cortina iridiscente se ondulaba como papel celofán a punto de rasgarse. Detrás de ella: el abismo.
—Uff por dios que fue eso? — Peter se sostuvo de Sieg, inhalando fuertemente y secándose el sudor.
—No seas ridículo, ni siquiera estabas corriendo — Roan se acomodo el vestido y se limpio el polvo imaginario.
—Eso Sire es la corrupción, así consume los diversos mundos. Todo lo que toca es separado en millones de partes que terminan en el vacío. En Laniakea tratamos de resolver enviando sujetos de prueba con sensores. — Sieg soltó un suspiro profundo cargado de vulnerabilidad. — nunca supimos que había detrás, todo lo que consume desaparece.
— Yo arroje a algunos de los presos más peligrosos, claro atados a una cuerda. Pero de igual forma todos se deshicieron en hilos — dijo Roan con una calma inquietante.
—Cool — respondió Mak-oh levantando el pulgar en aprobación. Los demás solo miraron con en silencio a Roan. — Yo solo caí por un agujero mientras perseguía un conejo, o ¿no? Creo que estaba en el Pequod buscando un cetáceo blanco y luego caí al mar.
—Mi mundo construyó arcas y las enviaron al borde del abismo. Después una famosa adivina recibió una visión " del umbral improbable surgirá el nexo y junto a él seis se alzarán." — dijo Milán resumiendo la profecía. — siguiendo las pistas termine aquí, con ustedes.
— Fui arrastrado a esto en contra de mi voluntad — murmuró Peter.
—Mi departamento explotó por un meteorito... Por cierto...hace tiempo que no vemos a nadie —comentó Hiro, sin aliento.
Y tenía razón. Desde la aparición de la nave nodriza, la humanidad parecía haberse disuelto. No había cuerpos. No había huellas. Sólo ausencia. Y el silencio.
Sin reportes. Sin sistemas de emergencia. Sin una explicación.
Ninguno supo dar una respuesta, solo se dejaron caer al suelo. El cansancio era colectivo, denso como una manta empapada. Milán, siempre operativo, se agachó para encender una fogata improvisada con restos de ramas y un mechero viejo.
—Deberíamos descansar un poco… —empezó a decir… y al levantar la cabeza la escena lo tomo por sorpresa.
Frente a él, como si el universo hubiera decidido bromear sin gracia, había una mesa oriental perfectamente puesta. Cuencos de arroz humeante. Tiras de carne en teriyaki. Sushi fresco. Comida japonesa, caliente y servida con amor… en un barrio japones.
—Itadakimasu —dijeron todos al unísono, inclinando la cabeza con naturalidad ritual. Todos… excepto Milán.
—¿Qué…? —balbuceó, con el rostro desencajado.
—Esa fue mi reacción también —comentó Siegfried, sereno, mientras se servía una segunda porción como si no fuera la primera vez que cenaba en medio del colapso multiversal.
—Dios, tenía tantas ganas de sushi y pollo teriyaki —confesó Peter entre bocados.
Roan lo observó, con cautela y un atisbo de sospecha. ¿Era todo esto aleatorio? ¿O los eventos de desfase estaban vinculados a los deseos inconscientes de Peter?
Cada vez parecía menos coincidencia.
—Te aconsejo que comas rápido —dijo Peter, masticando—. Siempre que esto pasa, termina en…
No terminó la frase. No hacía falta. Él ya lo sabía. Era como si reconociera el patrón, como si se anticipara… o como si lo estuviera provocando sin querer.
Entonces ocurrió.
Una alerta emergió en el aire, proyectada por el sistema de Hiro. Parpadeaba con interferencias constantes.
[Mensaje del sistema]
ALERTA: Colapso de Mazmorra EX Inminente. Todos los cazadores deben presentarse en…
La frase se cortó. Las palabras comenzaron a distorsionarse. Provenían de otro universo, de otro sistema.
—Y a eso me refería —dijo Peter, dejando caer los palillos—. Bueno. Hay que hacer un plan.
Y justo al terminar la frase, el cielo se rajó como una tela mojada. Desde la grieta surgió un portal negro, suspendido en la distancia, como un agujero flotante que engullia la luz.
Un contador apareció sobre él.
00:29:59
Y descendiendo.