Teorema de lo absurdo

Ep 15. Paused

—Wow... eso fue increíble —murmuró Roan.

El grupo entero permanecía en silencio, como si acabaran de presenciar una película proyectada dentro de sus propias mentes.

—Pensar que alguien pueda acceder así a nuestros pensamientos... —musitó Siegfried con el ceño fruncido—. Me genera cierto conflicto.

Momentos antes, el cielo se había abierto. Desde el vórtice oscuro descendió una figura femenina, tambaleante, gritando con un tono que no respetaba ni el orden ni la afinación. Tras una pirueta extraña, se estampó contra el suelo con un sonido sordo.

Milán fue el primero en reaccionar. Corrió hacia ella, se inclinó y la cargó con cuidado, como si supiera que no era del todo inofensiva, pero tampoco una amenaza. El resto la observaba con una mezcla de cautela y fascinación.

—¿Será una de esas entidades alienígenas? —preguntó Hiro, sin disimular la preocupación.

—Su cuerpo desprende un tipo de Maen. Desconocido, pero estable —dijo Siegfried, analizando sin tocar.

—Puedo ayudar —susurró Mak-oh.

Por un instante, su voz no fue la de una criatura obsesiva ni la de una niña trastornada. Hablaba con claridad. Sobria. Como si algo hubiera vuelto a su sitio.

Apoyó las manos sobre la frente de la joven. Al cabo de unos segundos, una ráfaga de imágenes cruzó las mentes de todos los presentes. Fragmentos de recuerdos: la chica era enviada como refuerzo… para un "héroe". (Eso y el vistazo a los acontecimientos del apéndice 5A).

—No negaré que es útil —comentó Milán—. Pero hay una línea delgada entre habilidad y violación de privacidad.

—¿Temes que revele algo? —replicó Mak-oh, antes de perderse nuevamente en su mar de pensamientos erráticos.

Peter la miró de reojo. No entendía cómo podía alternar con tanta facilidad entre lucidez y locura. Pero el impacto de las imágenes era claro. La situación ya no podía seguir ignorándose.

—Esto se está complicando demasiado —dijo, sentándose en una roca, con una expresión derrotada.

Las piezas comenzaban a encajar: la profecía que Siegfried había mencionado, el mural que Hiro había traducido, la corrupción que Minna y Roan habían señalado, el extraño hombre de los altavoces... El multiverso ya había entrado en un no retorno.

—Según mis cálculos, a esta Tierra le queda poco tiempo antes del colapso completo —informó Siegfried—. ¿Cuál es su decisión, Sire?

Peter suspiró. Él era un narrador, un artesano de palabras. No un héroe.

—Sinceramente... no lo sé.

—Eres increíblemente indeciso cuando no estás en crisis —dijo Minna, apareciendo por detrás con su tono ácido habitual—. Para mí sería fácil cercenar todas las ramas. Pero esta corrupción ya consumió las raíces del árbol.

Con un gesto de manos, proyectó sobre el aire una serie de mapas cósmicos: mundos alternos oscurecidos, apagados. Restaban apenas unos pocos vivos.

—Roan, esto es consecuencia de tu negligencia —añadió, sin suavidad—. Prometiste que te harías cargo.

Roan bajó la cabeza, sin intentar defenderse.

—Esto que voy a pedirte solo lo diré una vez —continuó Minna, exasperada—. Peter Williams...

—Lo haré, no sé cómo, pero restauraré los mundos —respondió él antes de que terminara, con un dejo de culpa clavado en la garganta.

—En realidad iba a decir que dejaras de quitarle el tiempo a Roan. Pero si crees tener las agallas... el trabajo es todo tuyo —remató con una sonrisa burlona.

—Hija de la v...

Peter no terminó la frase. Minna ya se había desvanecido.

—No debí haber hablado... Bien —dijo al fin, dándose una palmada en ambas mejillas—. Tenemos tres asuntos urgentes.

Siegfried notó algo distinto en Peter. Tal vez no era un héroe clásico, pero había dado el primer paso.

—Sire Williams —dijo con solemnidad—. Puede confiarme una tarea. La cumpliré con honor.

Peter alzó una ceja.

—Bien... Necesitamos llegar al núcleo, ¿verdad? Llévate a Milán y Mak-oh. El último desfase nos dejó finalmente en Japón. Estamos a un paso de cumplir el plan original. Ah, y si puedes, carga con esa inconsciente —señaló a la joven que aún yacía en el suelo—. Supongo que no vino hasta aquí para dormir.

Pero entonces, el cielo tembló. Una cuenta regresiva invisible llegó a cero.

00:00:00

Un zumbido profundo sacudió el aire. Una voz mecánica resonó desde la consola de Hiro:

[Mensaje del sistema]

Alerta: Colapso de mazmorra clase EX en proceso. Cthulhu ha comenzado a descender.

Una presión invisible empujó a todos hacia el suelo. Era como si un peso cósmico intentara aplastarlos.

—Tiene una energía imponente —dijo Roan, sin alzar demasiado la voz.

—No puede ser... —Hiro cayó de rodillas. El miedo lo envolvía como una segunda piel.

—Ese ser... transmite pura maldad —advirtió Siegfried, intentando desplegar un campo de contención.

El grupo sentía cómo todo dentro de ellos se apilaba con violencia, sus pulmones colapsaban contra su estómago, el riñón casi salía expulsado por la boca. Los ojos rojos y la piel tan dura como el acero.

Peter pensó: “¿Cómo puedo salir de esto? ¿Cómo puedo salvarlos? ¿Es posible?”

Luego recordó las palabras de Sieg, y pensó, luego sintió, y si forzaba más la vista lo podía ver: un débil hilo. No tenía ningún lazo al pasado, parecía más estar atado al presente.

—Sieg, necesitaré que hagas una cúpula de protección una vez que te dé la señal —gritó con esfuerzo Peter. El simple dolor de ponerse de pie era insoportable, pero a pesar de que nadie lo creía posible... se levantó.

Con un tirón fuerte, jaló de aquel hilo, moviendo uno de los presentes existentes hasta sí mismo. Uno que no estaba bajo la influencia de Cthulhu.

—¡Ya!

Sieg sintió cómo su cuerpo se descomprimía e inmediatamente rezó, formando una zona segura que anulaba los efectos de la presión inestable.



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En el texto hay: referencias, magia, ficcion

Editado: 09.09.2025

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