Peter caminaba en círculos, con la mirada clavada al suelo.
—Debí haber traído a Roan —murmuró, como si el peso de la decisión lo estuviera hundiendo.
—Quizás tengamos que hacer algún tipo de ritual... como un baile de porristas —aventuró Hiro, nervioso, mientras agitaba las manos en el aire como si llevara pompones invisibles.
—Pienso que podría funcionar con un sacrificio —añadió Mak-oh, dedicándole una inquietante sonrisa a Hiro.
—Podemos intentar lo que hicieron la última vez —sugirió Milán, con la ingenuidad de quien no sabe lo que está mencionando.
—No… a menos que quieras que haya tres cuerpos tuyos en un mismo planeta —replicó Peter, agitando la cabeza en negación.
—Umm… el sistema tendrá una sugerencia —dijo Hiro mientras deslizaba los dedos para abrir su pantalla.
[Mensaje del sistema]
“Bienvenido, usuario 1225194416*633. Por favor digita la contraseña.”
—Aaamm… ¿se pueden dar la vuelta? Voy a escribirla…
—Hiro, nosotros no podemos acceder a tu sistema. Ni siquiera tenemos uno —refunfuñó Peter, que aunque no lo odiaba, encontraba a veces a Hiro un tanto desesperante.
—¡Pero tú también tienes uno! Solo di: “sistema” —insistió Hiro, mientras tecleaba su contraseña.
Peter se quedó un momento en silencio. Era cierto que había renacido gracias a la Biblioteca del Limbo, y que había estado junto a Hiro cuando se le otorgó la habilidad. Pero Minna jamás le había mencionado algo sobre tener un sistema. Aun así… algo encajaba. Recordó aquella alerta de mazmorra que apareció cuando Cthulhu invadió la Tierra.
—Sistema —pronunció con incredulidad.
Una pantalla emergió frente a él. Era distinta a la de Hiro. El color no era azul brillante, sino un amarillo ocre, opaco y antiguo.
[Mensaje del sistema]
“Bienvenido de nuevo, Nocturne. Hemos recordado tu contraseña.”
Peter se quedó sin palabras. ¿Cuándo había dado de alta ese sistema?
Dentro del menú, la mayoría de los datos estaban ocultos. Solo uno se encontraba accesible:
“Notas: Entrada al Limbo: crea un cuarto de espejos, ilumina con una vela y camina un paso al frente. Continúa dos pasos a la derecha, cuatro a la izquierda, tres a la izquierda y cinco a la derecha. Si te equivocas, morirás.”
Él ya había entrado a la Biblioteca del Limbo… pero no lo recordaba.
—Mak-oh, ¿puedes generar espejos de energía? —preguntó, girándose hacia ella.
—Naturalmente. Y si no pudiera… buscaría la manera, cariño —respondió, pegándose a él.
Mak-oh cerró los ojos, juntó las manos, y seis placas de energía se manifestaron, rodeándolos poco a poco.
—Tiene sentido que la entrada a un espacio etéreo sea una versión tridimensional del teseracto —comentó Milán, sorprendido, estirando la mano hacia una de las superficies reflejantes.
—No los toques —advirtió Mak-oh, de manera extrañamente lúcida—. Perderé el equilibrio mental si los perturban... Ugh, me dolerá la cabeza más tarde.
— ¿Cómo es que ahora eres alguien distinta? ¿Qué estás ocultando? — dijo Peter con inquietud.
Ya era la tercera vez que Peter notaba ese mismo cambio de personalidad. Algo se rompía, algo se alineaba. Algo se estaba revelando.
—Cariño, cuando fuerzas una mente quebrada, las piezas vuelven levemente a su lugar. Lo que hago ahora mismo es comprimir todo mi poder… y eso funde brevemente mi conciencia —explicó, sin abrir los ojos.
Peter no quiso dejar escapar el momento.
—Entonces cuéntame… de dónde me conoces. Antes de que vuelvas a perderte en ti —dijo, bajando el tono.
—Creí que ya había salido un apéndice de mi pasado —suspiró ella, resignada—. Uff… no me gusta recordar, pero creo que te lo debo…
Mientras el teseracto terminaba de cerrarse, Mak-oh comenzó a hablar.
—Mi mundo es un lugar cruel. Cuando tenía cinco años fui diagnosticada con una enfermedad genética degenerativa asociada a los genes HCN1 y SCN1A. Un día, mientras hacía un chequeo de rutina… mis padres fueron asesinados. Fui secuestrada por una secta secreta del gobierno. Buscaban experimentar en humanos con enfermedades genéticas, empujándolos hacia un nivel evolutivo más alto. Pensé que si me curaban, mi vida sería mejor… pero no fue así. Fui sometida a exámenes tortuosos, aislada. Me trataban como un animal. Todos… excepto uno. Uno de mis compañeros de celda. Se llamaba Nadir.
La voz de Mak-oh bajó de tono.
—Él tenía una condición similar a la mía, pero estaba al borde de la muerte. Me animó a aceptar el tratamiento… y lo hice. Entonces, mi gen mutó. Dejó de ser dañino. Me confirió habilidades psíquicas y predisdigitadoras. Y fue así como te conocí.
Peter no dijo nada. La historia aún flotaba entre ellos.
—Entre visiones… viví esta vida. Pero no logré acompañarte hasta la batalla final. Si intento cambiar mi futuro, probablemente el tuyo sea peor. Tampoco puedo revelarte lo que sé, porque el destino —y el sistema— siempre buscarán la manera de revertir el cambio. Solo puedo decirte una cosa, Peter...
Ella lo miró.
—El único que puede arreglarlo todo aquí… eres tú. Hablaremos en otro momento, Tejedor de Destinos…
Y así, la mente de Mak-oh volvió a perderse entre sus propios delirios.
—Woow… eso fue intenso. Y no entendí nada —dijo Hiro.
—Técnicamente es una humana mejorada de manera evolutiva —añadió Milán, con seriedad.
Peter asintió, pero no dejaba de preguntarse por qué ella seguía llamándolo "cariño", y por qué sentía que había algo más que aún no entendía. Aunque ahora conocía más del pasado de Mak-oh… todavía no sabía qué historia compartían.
—Miren esta puerta —dijo Hiro, apartando la atención del grupo hacia una imponente estructura con grabados antiguos.