Ep 19. Stage select

La mirada de Milán se posaba fijamente en el alienígena frente a él.
—Oye, no me culpes. Te juro que es solo protocolo —dijo el alienígena en un tono culpable.
—¿Qué es lo que buscan? —Milán se sujetó la nuca con dolor. Anteriormente, el amigable alien lo había dejado inconsciente y atado con esposas que suprimian su habilidad.

—Buscamos lo mismo que tú: salvar lo poco que queda.
La atmósfera cayó abruptamente. Milán sintió como si el aire comenzara a agotarse, obligándolo a bajar la mirada.
—Bloodhound... nos encontramos de nuevo.

Entrando al calabozo de la nave con un porte magistral: gabardina negra, cabello perfectamente desenfadado, un rostro coreano impecable y una espada envainada a su cintura que transmitía un aura poderosa... era el General.
—Cuando te fuiste por esa brecha, me sorprendió. Creí que eras uno de mis subordinados más fieles. Te brindé oportunidades de crecimiento, un rango militar. Fuiste el mejor ingeniero... ¿por qué nos traicionaste, Milán? —Su voz no transmitía enojo, solo decepción y un atisbo de incomprensión.

—General Min-soo, si hay una oportunidad de detener la corrupción y salvar los demás mundos, lo intentaré. Sé que trata de evitar el daño colateral, pero no hace el intento por ayudar a los pocos que aún quedan a salvo —Milán sudaba frío. Hablaba con respeto, pero con decisión.

—¿Que no hago nada para ayudar? Mira a tu alrededor, Milán Bloodhound. Todas estas personas... cada una de esas cápsulas proviene de un mundo destruido por la corrupción. He saltado a cada universo amenazado por la oscuridad, y les eh brindado una esperanza. Bloodhound, ¿sabes cuál es el origen de esa destrucción?
Milán guardó silencio.
—La razón lleva el nombre de Peter Williams. Ese hombre, motivado por deseos egoístas, causó la ruina de nuestro reino. Y por sus deseos la oscuridad se extendio rápidamente por el multiverso —La rabia exudaba en cada una de sus palabras; sin embargo, era contenida con esfuerzo. —Si este universo es destruido, podemos crear otro. A eso vinimos aquí: a recuperar todo de las manos de un dios incompetente. Si Peter Williams muere, el poder de crear un nuevo macroverso estará a nuestro alcance... y no habrá que temer a la corrupción.

El General le dio la espalda y se acercó al ventanal, observando el paisaje que se fragmentaba a lo lejos.

—La respuesta no está en eliminar a Peter Williams, señor. Aun si consigue traer todo de vuelta, incluso nuestro reino... esa corrupción no tardará en encontrarnos —Milán sabía que su rey era una persona sensata, pero la situación lo había llevado a tomar decisiones radicales—. La bibliotecaria lo está ayudando. Si ella está con él, significa que hay una manera de conseguir lo que desea.

El General pensó por un momento.
En el instante en que su reino cayó, cuando la reina murió y el mago envió a su hijo a una era desconocida, él recibió una visita.
Una dama montada en un dragón iridiscente que se presentó como la princesa de un mundo caído. Predicaba la restauración de todas las cosas. El enorme dragón a su lado cambió de forma, adoptando la apariencia de un humano con una armadura hecha de lo que parecían ser escamas. Le tocó la frente, y una ola de conocimiento invadió su mente.
Era la respuesta que buscaba.
El responsable de su maldito destino y cómo escapar de ese mundo con la tecnología necesaria...

—Te doy 24 horas. Encuentra la manera o te arrancaré la cabeza a ti, a él y al grupo de inadaptados que lo acompaña— El General hizo un gesto con la mano y las esposas cayeron al suelo.
Entonces, un grupo de alienígenas lo tomó y lo escoltó a la salida.

De camino, Milán se topó nuevamente con el “alien” que lo había metido en esa situación.
—¿Por qué usan esos trajes ridículos? —Milán se refería a la apariencia grotesca de los alienígenas.
—El General cree que esta forma es la única manera de mantener a los sobrevivientes alejados. Nos temen… y se alejan —respondió el soldado, quitándose el casco y revelando un rostro humano, aunque de otra dimensión.
Milán solo hizo una mueca de aprobación, sin estar tan convencido.

Luego vio la nave. Le transmitía nostalgia.
Él había ayudado en su creación, usando sus habilidades tecnópatas. Esa nave tenía la habilidad de agujerear el tejido de la realidad y saltar entre dimensiones. Pero tenía un defecto: el salto los llevaba a lugares aleatorios. Por eso la nave terminó a años luz de la Tierra y tardó tiempo en llegar.
Milán, por su parte, había tenido suerte y había caído cerca de un satélite lunar, el cual modificó para llegar antes al planeta.

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De vuelta en la biblioteca, Peter abrió los ojos.

Algo en él era distinto. Con claridad, ahora podía ver el tejido cuántico… se sentía como un sexto sentido. Cada línea vibraba con una energía sutil, como si siempre hubiesen estado allí, esperando a ser descubiertas. Minna lo observó desde el otro extremo de la sala, mientras arrastraba los cuerpos inconscientes de Mak-oh y Hiro hacia un contenedor de basura.

—Ehh... ¿qué haces? —dijo Peter, saliendo del trance aún medio aturdido.

—Ugh, esperaba que despertaras más tarde —respondió ella, soltando las piernas de Hiro con un sonido hueco que rebotó entre los estantes—. Y bien, ¿qué descubriste?

—Soy el Primordial del Propósito.

—Ajá. ¿Qué más? —Minna se acercó a la tetera de la biblioteca y sirvió dos tazas, como si fuera una tarde cualquiera.

—Este es el último intento, y tenemos que resolver tres situaciones —dijo Peter, haciendo cuentas con los dedos, sin dejar de mirar las hebras que danzaban frente a él—. Si mi reloj interno es correcto, tenemos menos de 48 horas antes de que la corrupción termine por extenderse a todo el Yggdrasil.

—Muy bieeeen —respondió ella con un tono melódico, una sonrisa traviesa y la mirada que se le da a un niño que intenta jugar a ser adulto.

— En los anteriores intentos no logré reunir a los seis miembros de la profecía —añadió, pensativo, como si recordara una serie de fracasos que ya no sabía si eran suyos o de otra vida.