Mak-oh despertó cubriendo sus ojos con la mano derecha al sentir un leve susurro en su oído. Se encontraba en su subconsciente, en el plano astral. Los cátodos establecían una conexión neuronal que le permitía estar cuerda.
—Sigue… —la voz se escuchaba distante, pero cercana a la vez—. Mi voz.
Sea el lugar que fuere, había un brillo solar cegador. Era imposible distinguir qué había adelante y en qué lugar se encontraba.
—Mak-oh, sigue mi voz —el tono suave de Minna llegaba hasta el plano astral de Mak-oh.
—¿Qué te pasó a ti? —le dijo a Hiro, que también se hallaba en el lugar, con su apariencia de rey demonio.
—La bruja me disparó con el revólver, ahora soy sexy… además el sistema está vuelto loco —dijo, tratando de entender.
Hiro había sido arrastrado por el poder psíquico de ella y ahora estaba ahí, observando con incredulidad el cielo. En lugar del azul del día, había un blanco enceguecedor con patrones negros ramificados. Una gran figura en el cielo, sin forma comprensible, parecía cubrirlo todo. Un mensaje parpadeante en su sistema llamó su atención. Hiro lo leyó en voz alta:
—“La noche ha llegado”.
—No… —Mak-oh se agitó un poco y miró con angustia y desesperanza a Hiro—. No puede ser.
Hiro le correspondió la mirada. Había leído múltiples mangas con temática apocalíptica y podía entender que este era un escenario que aún no había ocurrido.
—¿Qué ves, Mak-oh? —le preguntaba la voz etérea de Minna.
Aunque Minna había visto múltiples universos perecer, esta era la primera vez que el Árbol de los Mundos comenzaba a morir y que el Limbo dejaba de producir libros. Algo alarmante se acercaba, y si podía descubrir la verdad en la fragmentada mente de Mak-oh, mientras la ayudaba a curarse, lo intentaría.
—Es él… el Absurdo, acercándose al trono —la voz de Mak-oh era como un susurro quebrado.
—¿Qué sucede? —Hiro se acercó a ella, sujetándola del brazo.
—Necesitamos encontrar a Peter —dijo Mak-oh, recobrando la compostura. No se trataba de un viaje en el tiempo, sino de una de las tantas visiones vividas que la habían llevado hasta Peter.
Hiro buscó información en el sistema sobre la noche a la que se refería, pero solo pudo hallar un fragmento sobre la caída de un lugar llamado Shi’on.
Mientras caminaban, llegaron a una versión arruinada de la Biblioteca del Limbo. No había nadie, nada… solamente, al fondo, una pequeña niña leyendo algunos libros en una mesita.
—¿Quién está ahí? —la dulce pero valiente voz de una infante gritó al percatarse de su presencia.
Hiro levantó los brazos.
—No somos una amenaza…
La menor, de escasos diez años, bajó el libro que tenía listo para arrojar.
—¿Cómo encontraron mi escondite?
Mak-oh y Hiro se quedaron callados y solo se miraron entre sí.
—Ohh… vimos el edificio a lo lejos. Tú… ¿cómo te llamas, pequeña? —dijo Hiro, pensativo.
—Mackenzie Ohara —dijo sin quitarle los ojos de encima—. ¿Y ustedes?
—Yo soy Hiro, y ella es Mak-oh. ¿Puedes decirme dónde está la bibliotecaria? —preguntó el peliverde.
—Ahh… aquí no hay bibliotecaria. ¿Ustedes también vienen aquí a leer libros?
—Estamos buscando a nuestros amigos —dijo Mak-oh.
Mackenzie miró a Mak-oh maravillada. Su cabello plateado, ojos similares al color de las amatistas… era simplemente hermosa a sus ojos.
—¿Eres una diosa? —preguntó Mackenzie—. Quizás pueda ayudarte a encontrarlos. Tengo una habilidad secreta —dijo, bajando la voz como si fuera un secreto.
Sin previo aviso, y tomando por sorpresa a Mak-oh, conectó ambas mentes buscando la información sobre esos amigos… sintiendo un destello golpear su mente.
—¿Qué fue eso? —dijo la pequeña.
Entonces su mente se recibió toda la información abruptamente y vio a Peter, el héroe destinado a salvar al mundo, la corrupción, el macroverso en ruinas y al Absurdo.
—¡No, no, no! —gritó Mak-oh al darse cuenta de lo sucedido—. ¡Hiro, ayúdame!
Mackenzie cayó al suelo mientras sangre brotaba de sus ojos, nariz y oídos. El conocimiento era demasiado para una niña. La revelación del Absurdo era mortal para una mente frágil.
—Ella… eres tú, ¿verdad? —preguntó Hiro, preocupado.
—Sí… pero no recordaba nada de esto.
Mak-oh colocó su dedo pulgar sobre la frente de la niña.
—Podria ser la razón de qué mi mente este fragmentada…
Mak-oh conectó nuevamente con la mente de su yo pequeña. Su mente estaba comenzando a derruirse.
—Bloquearé la información del futuro… y la información del Absurdo.
—¿El… qué?
Hiro iba a preguntar abiertamente sobre el tema, pero Mak-oh lo interrumpió.
—No lo digas, o caerás en la locura también —dijo con severidad a Hiro, luego volteo a ver a Mackenzie —. Los fragmentos de mi memoria se revelarán como visiones para ti. Pero a medida que se revelen estos recuerdos, la información sobre aquel que no debe nombrarse va a fragmentar tu mente —decía mientras reparaba la mente su versión infantil.
Hiro entonces le dijo:
—¿Y si la otra razón de que tu mente esté quebrada es porque inconscientemente dejas que los fragmentos sigan sueltos?
Mak-oh vaciló. Es cierto que no recordaba este episodio de su infancia. ¿Y si deshacía el sello?
—Piensa en ello como la cinta de Moebius, es un objeto hipotético científico —dijo con un tono intelectual.
—Yo…
Mak-oh le entendía, pero jamás creyó que Hiro tuviera la respuesta a su problema psicológico.
—Este plano es una visión conectada por tu subconsciente. Y tu “yo” del pasado la encontró. Ahora tú la encontraste (a tu “yo” pasado) y transmitiste tu conocimiento, e incluso, al estar aquí, le transmitiste el conocimiento de tu “yo” del futuro. Por eso tu mente está rota —dijo, acomodándose los lentes imaginarios.
—Es demasiada información —dijo ella.
—En pocas palabras: tú le diste el conocimiento a tu yo del pasado, y ese conocimiento es el que te volvió inestable. Ahora, el sello que acabas de colocar necesitas liberarlo para que todo vuelva a unirse. Creo que ya tienes el poder suficiente para afrontar el conocimiento —dijo Hiro, mientras su largo cabello verde oscuro ondeaba en la nada de la biblioteca.