Los gritos repentinos desgarraron el silencio, aquella tranquila noche...
Marie despertó sobresaltada al escuchar el profundo aullido proveniente del exterior. Miró deprisa a su alrededor, pero la habitación estaba totalmente oscura y, demasiado tranquila. El único sonido audible era el de los ronquidos de su marido, a su lado. Aguzó el oído, pero transcurrió un rato, y no volvió a oír nada mas.
Intentó volver a dormir, pensando en que aquel grito infernal había salido de uno de sus sueños...
Recostó nuevamente la cabeza en la almohada y cerró los ojos. Debía descansar, si quería tener energía para todo el trabajo que le esperaba la mañana siguiente. Habían muchas cosas aún por preparar, y ya quedaba poco tiempo para la boda, su boda, que tendría lugar allí mismo en el pueblo. Estaba nerviosa, todo tenía que salir bien. Debía ser perfecto...
Un nuevo aullido, esta vez más cercano, volvió a quebrar el silencio. Marie se levanto de un salto y corrió a la ventana. Sabía que no había sido un sueño. Esta vez estaba segura...
La noche era oscura, fría, y el aire helado le congelo el rostro. A lo lejos se sucedieron, uno tras otro, innumerables gritos y sonidos. Se escuchaba como si una batalla se estuviera gestando en la distancia, pero, ¡era imposible!... El pueblo se encontraba asentado dentro de las fronteras del reino, y era una zona de paz. Nadie podía luchar allí...
-¡¡¡Ya se acercan!!!
Un hombre atravesó la calle gritando. Fue repentino, pero suficiente para que Marie no perdiera tiempo y despertara a su esposo.
-Amor, creo que algo pasa...
-Serán imaginaciones tuyas mujer, duerme...-contesto este medio dormido
-No, en serio, escucha... ¿No lo oyes? ¿Los gritos?
...
Cesar guardo tantas provisiones como pudo en la bolsa y se la alcanzó a su mujer.
-Ve saliendo -le dijo- Nos reuniremos cerca del bosque, yo necesito hacer algo aquí antes...
No fueron necesarias mas palabras. Marie entendió lo que su esposo quiso decir, y, sin pensárselo, corrió hacia el caos que reinaba en las calles, mezclándose y desapareciendo entre la multitud. Cesar por su parte, subió las escaleras rápidamente y se dirigió a la última habitación. Echo la puerta abajo de una patada y entró, con cautela.
En el interior, pegado a la pared derecha, descansaba un armario con varias prendas de ropa muy sucias; una mesita de madera, en la esquina opuesta, con unas velas derretidas encima, y al lado, junto a la ventana, una cama para una persona, vestida con sábanas con arabescos complicados y sobre la cual estaba sentada una chica, cuyo cabello de un rojo puro brillaba a la luz de la luna emitiendo breves y fugaces destellos escarlatas.
-Ves lo que has provocado -comenzó Cesar sin moverse de la entrada- Nada de esto estaría pasando si tu no estuvieras aquí...
La chica se volteo hacía el hombre, y lo miró con una mueca (algo así como una sonrisa desfigurada) dibujada en el rostro.
-¿Algún problema?-respondió con una voz tan fría que a Cesar se le erizó la piel y retrocedió varios pasos.
Aún así continúo:
-Todo habría sido diferente si nunca te hubiéramos adoptado. Yo me habría casado la semana que viene, y hubiera sido feliz junto a Marie. Lo único que haz hecho es traer desgracia, a mi, y a todos los habitantes de este pueblo...
Se detuvo un momento, respiró profundo y miró a la chica, buscando algún signo de bondad en sus ojos escarlata. Estaba a punto de decir algo más, cuando se oyó un extraño sonido proveniente de la calle. Hubo una explosión y un temblor muy fuerte, y se sintieron nuevamente gritos atroces. Cesar no lo pensó más y abandono la habitación. Corrió escaleras abajo, volando casi, y se detuvo en la salida. Trago saliva, cerró los ojos momentáneamente, y salió al exterior, mezclándose con la asustada multitud.
Justo en ese momento una risa estruendosa inundo cada rincón de aquella pequeña casa. La chica de cabellos escarlata miró por la ventana y con voz fría, sin parar de reír, dijo:
-Ya quiero ver como se retuercen de dolor, mis pequeñas marionetas...
Y siguió así, hasta que en el pueblo solo quedo el silencio...
...
Editado: 04.03.2021