Teoria de la Generación Espontánea

CAPÍTULO III

 

Anne perdió toda la inspiración para escribir cuando escucho los gritos de su mejor amiga diciendo que se había olvidado de las llaves y que le abriera rápido.

Salió para callar a Emily antes de que uno de sus vecinos de piso lo hicieran.

—¿Las perdiste o las olvidaste? —pregunto ella una vez Emily paso adelante. —. Por que si las perdiste, sería el quinto par en el año...

—Estoy segura de que las deje aquí, no te alteres.

Anne asintió y se dirigió a la cocina para servirse a ella y a Emily una taza de té.

Emily tomó su taza antes de que Anne pudiera echarle azúcar y lo hizo ella misma. Después se lanzó de manera dramática al mueble.

—Estoy muertaaaa —le lamentó la chica. Anne rio levemente y se sentó a su lado con cuidado. —. Ese maldito viejo lagarto volvió a devolverme mi trabajo... ¡Ese hombre no sabe valorar nada! ¡Ni siquiera sé como obtuvo su puesto de catedrático!

Y entonces Emily comenzó a golpear un cojín, derramando parte del té en su ropa en el proceso para después gritar que quemaba. Esa era la razón por la que Anne no podía escribir estando Emily en el departamento.

Más no podía molestarse con la morena, después de todo ni siquiera había comenzado a escribir, Emily había llegado justo en el momento en que iba a tomar su laptop. Suspiro y decidió que mejor repasaría todos los temas del seminario al que asistiría a las siete esa noche.

Miró la hora, eran las cinco y cuarto... se había demorado más de lo esperado con Mark. Pero aún tenía tiempo.

Solo le quedaba imprimir unos folletos que el doctor de epidemiología le había pasado en una memoria.

Sin querer dejar todo a último momento, aunque era practicante lo que ya había hecho, se dispuso a buscar su laptop en la que estaban los folletos. Fue a su habitación, donde recordaba haberla dejado. No encontró nada y extrañada regresó donde estaba Emily para buscarla en los lugares donde usualmente la ponía.

—¿Qué buscas? —inquirió Emily

—Mi portátil.

—oh —Anne dejó de buscar para ver a Emily de manera acusadora. —. ¿La necesitas?

—¿Dónde la metiste?

Emily dejo escapar una risa nerviosa y rehuyó su mirada.

—Se la di a Ethan —susurró la morena. —... verás, vino a buscarte a eso de las doce, pero como no estabas me convenció a mi de dársela, como tú siempre se la prestas.

Maldito fuera Ethan Beccher.

Anne ya podía imaginarse los suplicantes ojos azules que había puesto Ethan para conseguir llevarse la laptop.

Su mente comenzó a buscar a un culpable. No podía ser Emily, pues Anne ya sabía que se le era imposible a su amiga negarse a algo que Ethan pidiera. Había llegado una hora después de lo que había pensado, pero tampoco podía culpar a Mark. Y aunque su mente le gritaba que echará toda la culpa en Ethan por llevarse sus cosas sin preguntar, en el fondo sabía que la única culpable era ella por dejar todo para el último día.

—Puedes ir a buscarlo, no creo que tardes más de una hora en llegar, tomar tu portátil y regresar. —le sugirió Emily.

Anne estudió lo que haría. Tomaría un autobús hasta el departamento de Ethan, imprimiría los folletos allá debido a la gran cantidad de páginas pues no quería arriesgarse a perder más tiempo, y se iría directamente al seminario.

Le contó su idea a Emily y corrió a cambiarse. Una vez lista tomó el resto de sus cosas, cambio de juego de llaves con Emily, quien al parecer las había encontrado entre los cojines del sofá, por que en el juego de esta se encontraba la llave del apartamento de Ethan.

Corrió hasta lograr salir del edificio, ya en la calle tomó el primer autobús que la encaminaría donde Ethan.

Como si no fuera suficiente con todo lo que estaba pasando, una tormenta comenzó a caer sobre la ciudad.

Revisó la hora. Faltaban menos de quince minutos para las seis. Sonrió ingenuamente pensando que lo lograría.

Sus ropas no tardaron en mojarse apenas bajo del autobús. Emily comenzó a correr con los zapatillas de tacón bajo que llevaba, refugiándose de la lluvia cada que podía bajo los techos que estuvieran disponibles.

Calculó que faltarían unas dos cuadras y suplicó que las cosas dentro de su mochila no se hubieran mojado.

Sacó las llaves de Emily, mientras el agradable olor a pan calentaba su alma. En lo que abría, se dio cuenta que la puerta no tenía llave, pero se apresuro a entrar para refugiarse de las gotas de lluvia que aún la salpicaban.

Una vez estuvo en el edificio se permitió respirar con calma. Estrujo levemente su ropa logrando escurrir unas cuantas gotas y manchando la nítida cerámica con agua.

Subió lo más rápido que pudo hasta el quinto piso, donde vivía Ethan.

Había perdido el aliento cuando iba por las gradas del tercer piso, pero se obligo a terminar de subir sin detenerse.

Cuando estaba frente a la puerta de Ethan, volvió a levantar las llaves de Emily. Pero una voz la detuvo desde el interior la detuvo, era de un hombre. Anne sabía que no se trataba de Ethan, aunque había algo que se le hacía familiar en el tono.

Con cautela, Anne abrió la puerta levemente y avanzó para poder escuchar que decía y averiguar de quien se trataba.

—¿Pero a quién se le ocurrió esto? —Anne se coloco en el marco de la puerta en silencio. Un hombre se encontraba sentado en el mueble principal, busco con la mirada a Ethan pero al parecer el sujeto estaba hablando solo. —. Es horrible.

El hombre tenía el cabello negro, estaba sentado de piernas cruzadas y con su computadora sobre estas. Anne frunció el ceño y se controlo para no gritar y quitarle la laptop. El hombre no había notado su presencia y seguía concentrado en lo que hacía. Anne se dio cuenta que estaba leyendo concentradamente, y solo había algo que podía ser leído de esa forma en su portátil; sus historias. Y comprendió rápidamente que lo que le había escuchado decir era en referencia a como ella escribía.



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En el texto hay: tristeza, juventud, amor

Editado: 21.07.2020

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