Terapia De Crisis Para El Ceo

CAPÍTULO 3: EL CÓCTEL DE ANIVERSARIO Y LA REINA DEL HIELO

El Corporativo Bacan Company celebraba su aniversario de fundación con un elegante cóctel en el rooftop del edificio. Lisbeth, a regañadientes, se había puesto un vestido que Adelina insistió en prestarle, argumentando que una economista de alta alcurnia, aunque huérfana, debía lucir "apropiada" para la ocasión.

—Recuerda mis reglas, Lisbeth —le susurró Adelina a Lisbeth en el ascensor, con la severidad de una madre—. Cero comentarios sarcásticos sobre el discurso del ingeniero. Cero referencias a los malos negocios de Adrián Albán. Y por el amor de Dios, cero chistes sobre la novia de Alejandro, Leonor Ferreti.

—Ay, Adelina. ¿Y qué voy a hacer? ¿Fingir que estoy fascinada con la idea de que Alejandro esté con una modelo que parece hecha de plástico reciclado y que tiene la misma expresión facial que una estatua de cera?—Lisbeth se ajustó el cabello castaño con impaciencia.

—Fingir, sí. Recuerda que la Sra. Génesis Márquez estará presente. Ella es la verdadera reina de este imperio, y su mirada es más letal que un error en las cuentas de resultados.

—Tranquila. A mí solo me falta la corona para ser reina, y a la Sra. Génesis, la paciencia. Estamos a mano.

El ambiente en el rooftop era de riqueza contenida. Lisbeth buscó inmediatamente la estación de comida.

De repente, la música se detuvo levemente al anunciarse la llegada de Génesis Márquez, la matriarca. Generis, aún elegante y de carácter fuerte, se abrió paso como un navío en el mar, seguida de cerca por Leonor Ferreti, la novia modelo de Alejandro, que parecía haber sido esculpida en mármol, inmutable y bellísima.

Alejandro, por su parte, se veía visiblemente tenso, atrapado entre su madre y su pareja de conveniencia.

Lisbeth se encontraba justo en la trayectoria del grupo, hablando por encima del hombro con Grace, quien estaba de guardia para recolectar chismes.

—...y le dije que si va a usar esos zapatos, mejor que se quede en casa, porque parecen tobilleras ortopédicas.

Génesis se detuvo bruscamente frente a Lisbeth, sus ojos escrutándola de arriba abajo.

—Alejandro, ¿esta es la famosa señorita... Lisbeth? La que se encarga de... ¿los cafés? —La voz de Génesis era de un tono bajo, pero tenía el filo de un bisturí.

Alejandro suspiró, sintiendo que su paciencia se rompía. —Madre, ella es mi secretaria ejecutiva. Señorita Lisbeth, mi madre, Génesis Márquez, y Leonor Ferreti.

Leonor le dedicó a Lisbeth una mirada fugaz y desinteresada, antes de volver a sonreír para una foto. —Encantada. ¿Tú eres la que siempre está con la ropa manchada de café, verdad?

Lisbeth, la ingeniosa sin filtro, no podía dejar pasar la oportunidad.

—Un gusto, Sra. Márquez. Mi currículum dice ‘economista’, pero sí, también me encargo del café. Aunque debo decir que es un café mucho más sabroso que el sabor a compromiso forzado que percibo en el aire. —Lisbeth se dirigió a Leonor—. Y no, querida Leonor. El café manchado fue solo una vez. Mi ropa en cambio, no parece un anuncio de perfume de alta gama.

Génesis enarcó una ceja, pero, sorprendentemente, no la fulminó. Había un destello de diversión y exasperación en sus ojos.

—Tiene usted una lengua muy... aguda, señorita. Me recuerda a alguien.

—A mi madre, seguramente. Dicen que el fruto no cae lejos del árbol, aunque yo me crié en un orfanato. Pero la lengua afilada es un talento natural, Sra. Márquez.

El ambiente se había cargado. Grace estaba a punto de desmayarse de la emoción. Alejandro cerró los ojos y se dio media vuelta, caminando hacia la barra para pedir un trago doble.

Leonor intentó recuperar el control, con un tono condescendiente: —Alejandro te tolera porque debes ser muy útil con las tareas sencillas. Aunque deberías dejar de hablar tanto. Es de mala educación interrumpir las conversaciones importantes.

—Ah, ¿conversaciones importantes? Yo creía que estabas posando para una foto, Leonor. No sabía que hablabas. Y en cuanto a ser útil, lo soy. Mientras tú mantienes la imagen de Alejandro con tu belleza plástica, yo mantengo sus finanzas en orden con mi cerebro. Cada uno con lo suyo.

De pronto, apareció Adrián Albán, el gerente financiero, que intentó salvar la situación para ganar puntos con la matriarca.

—Señora Génesis, discúlpenos. Lisbeth es muy... pasional. Pero Adelina y yo nos aseguramos de que no se meta en líos financieros graves.

—Ah, Adrián, el gerente financiero —intervino Lisbeth, cambiando la sonrisa por una mueca de seriedad—, el hombre que firma los cheques pero que no puede ni elegir una corbata sin ayuda de su asistente. ¿Por qué no va a revisar el flujo de caja, y deja de intentar coquetear con la madre de su jefe?

Génesis, quien ya conocía la reputación de Adrián, soltó una risa discreta, algo que sorprendió a todos.

—Me gusta su honestidad, señorita Lisbeth. Aunque es demasiado. Alejandro, no sé si despedirla o darle un ascenso.

Lisbeth se retiró victoriosa, siendo seguida por Adelina y Grace, quienes la asediaron con preguntas.

—¡Estuviste espectacular! ¡La miraste como si fuera un mosquito! —exclamó Grace.



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En el texto hay: humor, oficina y enredos

Editado: 06.11.2025

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