Terapia De Crisis Para El Ceo

CAPÍTULO 8: LA GALA BENÉFICA Y LA HUMILLACIÓN FALLIDA

Una semana después del desastre del chisme de Grace, Bacan Company patrocinaba una lujosa gala benéfica en favor del hospital pediátrico donde trabajaba Amelia. Leonor Ferreti, aprovechando su posición como "pareja del CEO" y modelo profesional, estaba a cargo de la organización de la mesa principal.

Sintiéndose cada vez más desplazada por el caos productivo de Lisbeth y celosa de la atención (negativa o positiva) que recibía del clan Manrique, Leonor ideó un plan. Le "pidió" a Alejandro que Lisbeth asistiera para ayudar con la gestión de los invitados de última hora, un trabajo que Lisbeth consideraba una "tortura social".

—Es una orden, Lisbeth. Y, por el amor de Dios, por una noche, compórtate como la economista de alto nivel que eres, no como la animadora de un crucero—le advirtió Alejandro.

Lisbeth se presentó con un elegante vestido negro de corte clásico que Adelina le había obligado a comprar con la promesa de que "invertir en ti misma no es un gasto, es capitalización".

En el lobby del evento, Leonor, espectacular en un vestido de diseñador, abordó a Lisbeth.

—Lisbeth, qué gusto verte. Creí que te asustarían los eventos de clase. Por favor, asegúrate de que todos los invitados VIP estén bien atendidos. Y de paso, verifica que los cubiertos sean de plata genuina. No queremos que los invitados piensen que somos de la clase baja que come con metal ordinario.

Lisbeth le dedicó una sonrisa falsamente dulce. —No te preocupes, Leonor. A mí no me asusta la clase alta. Me asusta la gente que cree que su valor se mide en la calidad de sus cubiertos. Pero entendido, revisaré si la plata es genuina o tan falsa como algunos sentimientos.

El evento avanzaba. Lisbeth, eficaz y con la "lengua en modo diplomático forzado", se aseguraba de que los invitados estuvieran contentos. Estaba cerca de la mesa principal cuando Leonor, aprovechando que la Sra. Génesis de Márquez y Alejandro estaban a pocos metros, ejecutó su ataque.

Leonor se acercó a Lisbeth, sosteniendo una copa de vino tinto. Fingiendo un tropiezo, roció intencionalmente el vino sobre el bajo del vestido negro de Lisbeth.

—¡Oh, Dios mío! ¡Lisbeth, lo siento tanto! ¡Qué torpe soy! Pero, claro, si te vistes de negro barato, las manchas se notan menos. Deberías haber pedido uno de mis contactos de diseñador. Pero entiendo, con tu sueldo... —Leonor hizo una pausa dramática, buscando la atención de la mesa principal.

El silencio se hizo en el pequeño grupo. Génesis miró a Lisbeth con curiosidad. Alejandro, que vio el movimiento intencional, estaba lívido, pero se contuvo.

Lisbeth evaluó la situación: vestido arruinado, humillación pública, y la oportunidad perfecta para la venganza.

—Tranquila, Leonor. Yo te entiendo. La gente que no tiene cerebro a veces es torpe con las manos. —Lisbeth tomó una servilleta y limpió la mancha con calma—. Y sobre mi vestido, tienes razón. Es de corte clásico y asequible. Pero yo no necesito un vestido de veinte mil dólares para que la gente me note. Yo uso mi inteligencia; tú, usas la etiqueta de precio.

Leonor se puso pálida. Su ataque había rebotado de manera espectacular.

Lisbeth se inclinó un poco hacia Leonor, pero hablando lo suficientemente alto para que Génesis y Alejandro pudieran escuchar cada palabra.

—Mira, Leonor, tú te preocupas por si el cubierto es de plata y si el vestido es de diseñador. Yo me preocupo por el valor real de las cosas. Yo no nací en cuna de oro; crecí en un orfanato. Sé lo que es que te juzguen por lo que no tienes. Y sé lo que es salir adelante usando solo lo que eres.

Lisbeth se irguió, mirando directamente a Génesis, y luego a Leonor.

—Si este vestido hubiera costado $50,000, estaría llorando. Pero como sé que este vestido me lo prestó mi amiga y que mi valor no está en la ropa que llevo, sino en las becas que gané y en el cerebro que uso para salvar las finanzas de esta empresa (gracias a mi Ingeniero), no me afecta tu intento de humillación.

Lisbeth terminó con un golpe maestro. Se acercó a Leonor y le susurró, asegurándose de que Alejandro la viera: —Y por cierto, Leonor. Yo sé que tú eres la que tiene los problemas de bipolaridad que Grace ya ha chismeado por toda la oficina. Ten cuidado, porque un ataque de ira delante de los inversionistas sí que devaluará las acciones del ingeniero.

Leonor se quedó congelada, su expresión de burla reemplazada por una mezcla de ira y pánico.

La Sra. Génesis de Márquez se acercó a la mesa, ignorando a Leonor y mirando fijamente a Lisbeth.

—Señorita Lisbeth. Usted tiene una personalidad... inolvidable. Pero me gusta que valore el esfuerzo por encima del dinero. Lección que algunas personas aquí necesitan aprender. —Génesis le dedicó una mirada gélida a Leonor.

Alejandro, por su parte, agarró a Lisbeth por el brazo y la llevó a un rincón, lejos de la vista de todos.

—¡Lisbeth! ¡Acabas de humillar a mi novia! ¡Y le mencionaste su condición personal en público! ¿Es que no tienes límites?

—¡Ella me arrojó vino en la ropa, Ingeniero! ¡Y yo solo le recordé la verdad! Es lo que hago. Y créame, la señora Génesis disfrutó la escena. Su madre necesita que alguien le dé una lección de vida a Leonor. ¡Yo solo fui la mensajera!



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En el texto hay: humor, oficina y enredos

Editado: 16.11.2025

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